o verde parece estar de moda, ciertamente. Así como también el marketing político, basado en mensajes lanzados a modo de flashes y de contenidos vacuos. Pero la Estrategia de Transición Ecológica/Navarra Green que hemos iniciado en Navarra no va ni de lo uno ni de lo otro. Más que una moda, es una voluntad decidida de transformar nuestro modelo productivo y de consumo en clave de sostenibilidad y cambio cultural. Y más que de airear grandes eslóganes, se trata de implementar determinadas estrategias y proyectos tangibles al pie del terreno, desde la política real, cercana, local y posible, sabiendo dónde queremos llegar.

En el terreno del desarrollo sostenible y de la respuesta ante la emergencia climática estamos, querámoslo o no, ante un cambio de ciclo en el que algunos, siguiendo la inercia de la economía lineal y del progreso ilimitado, se resisten a entrar. Ya no estamos hablando de políticas medioambientales conservacionistas o de preservar los recursos naturales. Nos encontramos ante el reto de cambiar nuestro modelo productivo y de desarrollo, nuestros marcos mentales y, en definitiva, nuestra forma de vivir. Estamos ante el reto de diseñar un modelo que, reduciendo considerablemente -tendiendo a cero- sus emisiones de CO2, mantenga -o incluso mejore- nuestra calidad de vida. Un complejo binomio y difícil de conjugar, sí, pero también una gran oportunidad.

Pues bien. Llegados a este punto, debemos conseguir que la Estrategia de Transición Ecológica de Navarra se convierta, no ya en una respuesta defensiva ante el deterioro del planeta, sino en una palanca para iniciar un proceso de cambio de esquemas económicos, sociales y hasta culturales. La ineludible realidad del cambio climático, la anterior crisis financiera que abrió grandes brechas de desigualdad o la ya demasiado larga pandemia de la covid-19 son embates que nos han ido forzando a resituarnos. Aprovechémoslo para salir fortalecidos, para construir una sociedad más igualitaria, cohesionada, solidaria y resiliente y, en definitiva, para vivir de otra manera y mejor.

Hasta aquí, las reflexiones que nos llevan a pensar en global. Pero la segunda parte del programa nos exige actuar en clave local. De poco sirven las grandes agendas ecológicas y urbanas si luego no implementamos acciones concretas en cada territorio, en cada ciudad y pueblo y hasta en cada barrio, con la participación, implicación y compromiso de todos los agentes interpelados en este proyecto colectivo. Acciones posibles, viables y que se adapten a las circunstancias de cada realidad local. Acciones encaminadas a cambiar nuestros hábitos de consumo o nuestra manera de movernos o de transportar nuestras mercancías, nuestra manera de edificar y de relacionarnos con nuestro entorno urbano o de generar y ahorrar energía, en nuestras casas o en nuestras empresas. Todo ello desde la economía de cercanía y desde los principios del desarrollo territorial sostenible o de la sostenibilidad urbana.

La Estrategia de Transición Ecológica/Navarra Green, un conjunto de acciones y más de 70 proyectos alineados con el Pacto Verde Europeo y que comprometen las políticas de todos los departamentos del Gobierno de Navarra en clave de sostenibilidad, se articula en seis grandes ejes estratégicos de actuación: la implementación de la edificación sostenible y eficiente, el fomento de la economía circular, la apuesta por las energías renovables, la revitalización y modernización del medio rural, la movilidad innovadora y la gestión de la biodiversidad. Con proyectos concretos en cada una de estas áreas.

Y en estos parámetros es donde debemos buscar el equilibrio entre los principios y la realidad o la rentabilidad medioambiental, social o económica ante los retos más inmediatos. Ya sean la necesidad de abordar una gran ola de rehabilitación energética de nuestro parque residencial para recuperar la ciudad construida y el alma de nuestros barrios y pueblos, en equilibrio con nuevos desarrollos urbanísticos que no supongan grandes extensiones de suelo consumido. La apuesta por dar en Navarra un segundo salto en el ámbito de las energías renovables, con el objetivo marcado de duplicar su peso específico en el mapa energético hasta llegar a representar el 50% en 2030 y la total descarbonización en 2050, con la garantía de que los nuevos parques se instalarán con criterios garantistas y un impacto minimizado, equilibrado y ordenado en el territorio. El fomento de una producción sostenible en nuestra agricultura o ganadería y el diseño de estrategias de kilómetro 0, en equilibrio con medidas que favorezcan la modernización y competitividad del sector primario. La progresiva electrificación de vehículos y transporte de pasajeros y mercancías y la apuesta por la red ferroviaria, compatibilizándolo con una movilidad sostenible de cercanía. Acciones que suponen bajar al terreno y, claro, mancharse las botas con barro de la realidad.

En este camino, Navarra se va a dotar en los próximos meses de una herramienta que va a resultar clave y determinante: la Ley Foral de Cambio Climático y Transición Energética. Un proyecto que viene avalado por un ambicioso impulso público y una activa dinámica de participación ciudadana entre colectivos ciudadanos y sociales, agentes económicos o sectoriales, entidades locales, profesionales y personas autorizadas y que, en muchas actuaciones, pondrá a la Comunidad Foral en una posición de liderazgo en el proceso de la transformación ecológica.

Puede que el enunciado que da título a este artículo pueda sonar un tanto grandilocuente o nos evoque a las históricas proclamas sesentaiochista, pero estarán conmigo en que el calado del reto de la transición ecológica en el que estamos inmersos en Navarra y los contenidos concretos y palpables con los que hemos comenzado a andar este camino quizás lo justifique plenamente. Asistimos, desde luego, a un cambio de paso.