En la mesa de cualquier hogar, en un menú de alta cocina o en la mochila de un excursionista, la patata tiene su lugar como alimento imprescindible. Versátil, nutritivo y universal, este tubérculo lleva siglos alimentando a generaciones y sigue ocupando un lugar privilegiado en la dieta diaria. En Álava, concretamente, la patata no es solo alimento: es identidad, trabajo y una apuesta de futuro para el sector primario.
“Estamos hablando de un producto fundamental en la cadena alimentaria mundial, que además aporta energía, vitaminas y beneficios para la salud”, subraya Naiara López de Uralde, responsable de marketing de Udapa, la cooperativa alavesa especializada en la producción y comercialización de patata.
Hoy, la patata es uno de los cultivos más extendidos del planeta y un pilar básico en la lucha contra la desnutrición
La historia de la patata es tan sorprendente como su vigencia. Llegada a Europa en el siglo XVI como una curiosidad botánica, tardó dos siglos en conquistar las cocinas. Desde entonces, su expansión ha sido imparable. Hoy, es uno de los cultivos más extendidos del planeta y un pilar básico en la lucha contra la desnutrición.
Su composición explica parte de este éxito: rica en carbohidratos, potasio, vitaminas del grupo B y ácido fólico, la patata es una fuente de energía accesible y asequible. Además, su versatilidad culinaria no tiene rival: frita, cocida, asada, en puré o en guisos tradicionales, se adapta a todo tipo de elaboraciones.
Una cosecha marcada por el clima
Este 2025 no ha sido un año fácil para los agricultores alaveses. La campaña comenzó con retraso debido a las intensas lluvias de primavera, que obligaron a posponer la siembra hasta un mes en algunos casos. Cuando parecía encarrilada, la ola de calor de la primera quincena de agosto alteró el desarrollo del tubérculo.
“Las altas temperaturas estresan al tubérculo y paralizan su crecimiento; pero en lo que a sanidad se refiere, las plantas no han sufrido ninguna plaga o enfermedad reseñable, por lo que la previsión para esta campaña es que obtengamos una cosecha de calidad, aunque de menor producción”, explica López de Uralde.
Así, la campaña de comercialización de la patata alavesa con Eusko Label arrancó a mediados de septiembre y se prevé que se prolongue hasta el próximo mes de marzo. Durante dicho periodo, las tiendas y mercados ofrecerán un producto local certificado, mientras que fuera de esa ventana el consumidor debe tener en cuenta que no encontrará patata con el sello de calidad.
Relevo generacional en el campo
Uno de los retos más importantes del sector primario es garantizar el relevo generacional. La falta de jóvenes dispuestos a trabajar la tierra ha llevado al cierre de numerosas explotaciones en los últimos años. Sin embargo, en Udapa se respira cierto optimismo: siete nuevos agricultores han comenzado recientemente a colaborar con la cooperativa.
De ellos, dos han asumido el testigo de sus progenitores al frente de la explotación familiar, y cuatro son menores de 30 años. Para facilitar este proceso, Udapa ha invertido en la compra de maquinaria con tecnología punta, y está impulsando la producción de patata de alto valor añadido.
Es decir, que la cooperativa se encarga de hacerles el camino algo más fácil: “Vamos a adquirir una sembradora de última generación, y en breve recibiremos una cosechadora de dos surcos que nos permitirá ayudar a nuestros agricultores y agricultoras en las tareas más prolijas, así como facilitarles el acceso a la nueva maquinaria y tecnología existentes en el mercado”, afirma López de Uralde.
Patata y nuevos hábitos de consumo
- Cada vez se demandan más productos listos para consumir, sin renunciar a la calidad. El consumo en fresco de la patata desciende mientras que el de productos transformados crece.
- Según datos de Udapa, en 2024 la patata procesada aumentó un 10% en ventas. Ante este escenario, la cooperativa lanzó hace unos años la gama Udapa Fácil, con elaboraciones que buscan adaptarse al ritmo de los consumidores sin perder la esencia de una receta casera.
La fuerza de lo cercano
Consumir patata de proximidad no es solo un gesto de apoyo al producto local. Supone también contribuir al desarrollo de las zonas rurales, a mantener vivas las tradiciones culturales y a reducir la huella ambiental del transporte. “Por lo general, los productores y productoras tienen sus explotaciones agroganaderas en diferentes zonas rurales de la provincia, y la mayoría reside con sus familias lejos de la capital, asegurando así el desarrollo y la población de estos pequeños pueblos donde perduran muchas de nuestras costumbres culturales”, subraya la portavoz de Udapa.
En paralelo, el consumidor también gana en calidad y trazabilidad: el sello Eusko Label certifica el origen y garantiza que solo las mejores patatas, homogéneas, sin golpes ni deformaciones, llegan a los hogares.