En Navarra, donde las cooperativas cuentan con una larga tradición y una red de apoyo institucional, las cooperativas representan un modo de hacer empresa distinto, más participativo, equitativo y con un profundo arraigo en el territorio.

Las cooperativas son, ante todo, empresas de economía social formadas por personas que se asocian libremente para satisfacer necesidades y aspiraciones comunes, ya sean económicas, sociales o culturales. Su característica esencial es que la propiedad y la gestión pertenecen a sus socios, quienes controlan y dirigen la entidad bajo principios democráticos. Esto implica que, a diferencia de las empresas tradicionales, cada persona socia tiene un voto, independientemente de su aportación económica.

El modelo cooperativo combina objetivos empresariales con un propósito social, promoviendo un crecimiento sostenible basado en el empleo, la equidad y la justicia social.

Un modelo que prioriza a las personas

Las cooperativas se inscriben dentro de lo que se conoce como economía social, un conjunto de organizaciones —entre ellas también fundaciones, sociedades laborales o mutualidades— que operan según principios de participación democrática, gestión autónoma y primacía de las personas sobre el capital. En este modelo, los excedentes o beneficios no se distribuyen entre accionistas externos, sino que se reinvierten en la propia cooperativa o en el entorno local, reforzando el tejido social y económico de la comunidad.

Esta forma de gestión tiene múltiples ventajas. Al ser las propias personas socias quienes deciden el rumbo de la empresa, la implicación y la motivación son mayores. Los trabajadores se sienten parte de un proyecto común, lo que favorece la estabilidad laboral y el compromiso a largo plazo. Además, los beneficios se reparten entre quienes contribuyen a generarlos, lo que fomenta la equidad y reduce la brecha entre la dirección y la base trabajadora.

Cómo se crean y organizan las cooperativas navarras

La creación de una cooperativa en Navarra está regulada por la Ley Foral 14/2006, de 11 de diciembre, de Cooperativas de Navarra, que establece las bases jurídicas y organizativas de estas sociedades. Para su constitución, se requiere la participación mínima de tres personas socias en el caso de las cooperativas de trabajo asociado, y de cinco personas socias en las cooperativas de primer grado.

El proceso comienza con la asamblea constituyente, en la que las personas promotoras aprueban los estatutos sociales, las aportaciones al capital y los órganos de gobierno. Todos estos datos deben inscribirse en el Registro de Cooperativas para adquirir personalidad jurídica. Los estatutos determinan los derechos y deberes de los socios, las condiciones de entrada o salida y el modo de funcionamiento interno.

Dentro de su estructura, la Asamblea General es el órgano supremo, donde cada socio o socia ejerce su voto. La gestión diaria recae en el Consejo Rector, que actúa como órgano ejecutivo y de representación. Además, en algunas cooperativas se designa un interventor o comisión de control para velar por la transparencia y la correcta gestión económica.

Las personas que deseen incorporarse como socias deben cumplir los requisitos establecidos en los estatutos, realizar una aportación obligatoria al capital social y, en algunos casos, abonar una cuota de ingreso. Esa participación no solo implica derechos económicos, sino también responsabilidades en la toma de decisiones colectivas.

Diversidad y compromiso local

Navarra cuenta con una amplia variedad de cooperativas, reflejo de la diversidad de su tejido económico. Existen cooperativas agrícolas, de trabajo asociado, de enseñanza, de transporte, de viviendas, de crédito, sanitarias o de iniciativa social, entre otras. Todas comparten una misma filosofía: promover un desarrollo sostenible y justo, donde la solidaridad y la cooperación sean los pilares fundamentales.

Este modelo no es un fenómeno menor. Según la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), cerca del 12% de la población mundial forma parte de alguna de las tres millones de cooperativas existentes en el planeta. Estas organizaciones generan millones de empleos y representan un motor económico global con rostro humano.

En Navarra, las cooperativas se han convertido en un ejemplo de cómo es posible conciliar competitividad y valores, impulsando proyectos con arraigo local y visión de futuro. Lejos de ser una alternativa marginal, el cooperativismo demuestra cada día que otra forma de hacer empresa —más democrática, equitativa y sostenible— no solo es posible, sino necesaria.

¿Qué es una sociedad laboral?

Las sociedades laborales y las cooperativas de trabajo asociado son empresas de economía social cuya finalidad principal es el empleo colectivo, promoviendo la participación activa de las personas trabajadoras en el capital, los resultados y las decisiones estratégicas de la empresa. En este modelo, la mayoría de las personas trabajadoras son también socias propietarias, lo que garantiza un mayor compromiso con la gestión, la estabilidad y la sostenibilidad del proyecto. El capital social pertenece mayoritariamente a quienes trabajan en la organización, de modo que los beneficios se distribuyen de forma equitativa y se reinvierten en su propio desarrollo. Al igual que ocurre con las cooperativas, las sociedades laborales deben inscribirse oficialmente, aunque disponen de su propio registro específico, diferenciado del de las cooperativas.