De belenes, luces y personajes
Hola personas, aquí me pongo al teclado, para empezar un nuevo ERP, especial en el calendario por tres motivos: por ser el primero del invierno, por ser el que trae consigo la Navidad y por ser el penúltimo del año. Tres títulos que lo convierten en único. En él vamos a dar un paseo por el centro de la ciudad, para ver cómo prepara la navidad.
Fue el martes, la noche ya había echado su capa, aunque solo eran las seis de la tarde. De una tarde prenavideña, con la fresquita temperatura que le corresponde. El viento en la cara era bienvenido. Bajé al centro por la calle Bergamín, D. Francisco, (abogado del Ayuntamiento de Pamplona ante el gobierno de Madrid), y todo el camino me acompañó un derroche de luces y colorines, que nos convierte a todos en filonavideños, lo seas o no. De un comercio salía música propia de estas fechas, que volaba y llenaba todo de peces en el río, de una burra que va hacia Belén cargada de chocolate y de un montón de historias más. Las letras de los villancicos no sé yo si son fáciles de entender. Quizá es que no hay nada que entender.
El nudo hipercosmopolita de Roncesvalles con Bergamín y Avenida de San Ignacio, con la omnipotente Zara presidiéndolo, bullía de gente que iba y venía; con prisa unos, muy calmados y cargados de bolsas, otros, paseantes desquehacerados, los menos. Con el verde del semáforo se cruzan los que vienen de allí, del Corte Inglés, con los que van de aquí, del Corte Gallego. Menos mal que ahí están, testigos del tiempo, el chalet de Goicoechea y la joyería Rubio, poniendo el toque de aquí que nos hace reconocer la zona como nuestra. Antaño en ese cruce de calles tal día como hoy hubiese estado el guardia de casco blanco regulando la circulación, subido en su pedestal y rodeado de regalos que los ciudadanos y las empresas les hacían agradeciendo su trabajo. Vino, Kins de limón, que era lo que más envidia me daba, Cocacola, licores, jamones y un tremendo etcétera que formaba una gran pirámide de la que emergía el agente para desarrollar su función.
Por la avenida de San Ignacio (fundador de la Compañía de Jesús) llegué en nada a los jardines de la Diputación, que, a los pies de su inmensa secuoya, nos presenta dos momentos navideños. Los hay para todos los gustos, a la izquierda del espectador un nacimiento tradicional, de no mucho arte en su realización, sencillo, pero suficiente, que cuenta con un espectacular juego de figuras de muy buen tamaño. Al lado, a la derecha del visitante, nos saluda Olentzero, el viejo, gordo y barbudo carbonero que se encargará de traer regalos a parte de los niños de por aquí. En mis tiempos los de Oriente no tenían competencia, ahora la cosa está muy difícil. A pesar de que en estos lares siguen siendo mayoritarios, año tras año van perdiendo fieles entre la población menuda, su fecha, 6 de enero, es demoledora. La oferta del 24 de diciembre es difícil de igualar.
Seguí mi paseo vespertino y entré en la parte vieja. La cosa no era tontería, hay que tener carnet de peatón 1ª especial para andar por el casco viejo pamplonés, peatones, peatones con muchas bolsas, peatones con muchas bolsas y coche de niño, patines, patinadores, bicis a mil por hora, andarines descuidados enfrascados en su móvil, niños bullangueros a la carrera que arrasan por donde pasan, clientes que salen de las tiendas sin mirar, comentando la jugada de su compra con quien le acompaña, y un sinfín de fauna humana y urbana que dejan ver y suponer lo que se aproxima. Se respira prisa y trajín, pero también se transluce esa cordialidad navideña que nos lleva a sonreír al vecino, olvidando viejas cuitas, para desearles felices fiestas.
Entré en la calle Comedias y por Pozoblanco, dejando atrás el pozo de la Salinería, tomé la calle Zapatería. A poco de entrar llevaba a mi izquierda una madre con su niño de la mano que, supongo, iban haciendo las compras navideñas. Cuando pasé a su lado, el niño, unos 4-5 años, le decía a su ama: mamá, ¿sabes que he soñado hoy? Al oír la pregunta aminoré la marcha y la acompasé a la suya para no perderme el sueño del zagal. No sé, dijo, atenta, la madre, cuenta, cuenta, añadió, pues he soñado que yo me convertía en balón y que entraba en una tienda de juguetes con los reyes magos y que rodando, rodando, de juguete en juguete, les iba diciendo todo lo que me había pedido para que no se equivocasen. Qué buen sueño, apuntó la progenitora, pena que solo sea un sueño, ¿verdad?, sí, contestó el crío, lacónico e impotente. Seguí con mi andada y llegué a la plaza Consistorial, entré al zaguán y vi el belén de este año. Más pequeño que otros años y, quizá me equivoque, pero me pareció reconocer algún elemento ya visto, como que era un belén de aprovechamiento, otras navidades es más específico de la ciudad. Bien de todos modos, los belenistas no fallan. Los primeros belenes municipales, cuando se montaban fuera y los vándalos los rompían, fueron realizados por varias manos y entre ellas las de mi recordado padre, es por ello que este belén siempre me atrae especialmente.
Salí a la calle y me detuve a analizar una novedad que lleva instalada poco más de un mes. Se trata de una especie de sarga que le han colocado a toda la casa Seminario mientras en ella se realizan obras de adecuación. En la tela están representados un montón de personajes que han hecho historia en la ciudad a lo largo de los siglos. Son, sin duda, todos los que están, pero no están todos los que son, quizá Premín de Iruña, o Tiburcio de Redín, entre otros, podían haber ocupado un balcón por derecho propio. El conjunto simula un trampantojo con la fachada de la casa y en sus balcones están los protagonistas. Así, en un balcón encontramos a Salvador Pinaquy, gran inventor, a Remigia Etxarren, excelente funambulista, a Jose Joaquín Arazuri, enamorado de su ciudad y gran difusor de su historia, a Festa, Rústica, Antonia y Stratia, primeras pamplonicas en dejar constancia de sus nombres en una lápida, y muchos más, hasta 19 representados: Arturo Campión, Carlos III, San Fermín, Rosa Oteiza, el gran editor Arnao Guillen de Brocar, Caravinagre, etc. etc. Tras pasar un rato viendo y reconociendo a los señores y señoras que allí figuran, me adentré por la calle San Saturnino para llegar al atrio de su iglesia homónima y admirar el gran belén con elementos en movimiento que la parroquia ha instalado. Mi aplauso.
Salí y marché por la calle Mayor buscando una figura de un pastor que no encontré. Otro año será.
Y ya solo queda esperar, que se repose un poco el guiso y a la mesa.
Aconsejo poner entre los entremeses un plato de paciencia, suele ser necesario.
Feliz Navidad. Zorionak.
Besos pa tos.
