Ahora que parece que Rubiales va a dimitir (ver para creer) es buen momento para recordar que casi todos los males de la Federación Española de Fútbol surgen de su lamentable sistema de elección del presidente, que una vez llega al poder tiene muy fácil eternizarse en él por el método de comprar, con sueldos y prebendas, las voluntades de quienes le votan. Hasta que la RFEF no adopte un sistema democrático –el ideal sería el derecho a voto de todo federado como futbolista, árbitro, técnico o directivo–, esa institución será un nido de clientelismo, caciquismo y –ante la ausencia absoluta de controles internos– corrupción.
Pasó con Villar, ha pasado con Rubiales y pasará con el siguiente, salvo que el fútbol español tenga la suerte de hallar a un santo que no caiga en la tentación de perpetuarse en un cargo en el que, no sabemos por qué, se cobra el disparate de más de 600.000 euros anuales, siete veces más que el presidente del Gobierno.