Por cuarta vez, que se dice pronto, ha fracasado el intento de LaLiga de llevarse un partido al extranjero. Esta vez, con un interesante protagonismo de los jugadores, que han secundado de manera unánime la protesta simbólica de no jugar los primeros segundos de cada partido. Que se vuelvan conscientes de su fortaleza cuando actúan unidos puede tener su importancia en los conflictos en el fútbol español en los próximos años. Javier Tebas jura y perjura ahora que se ha perdido una gran ocasión económica, y no a corto plazo sino a medio y largo, porque ese partido supondría relanzar la Liga, abrir nuevos mercados, etcétera. Y seguramente tiene razón, que de estas cosas sabe mucho, pero es que no hay manera de que entienda –o quizás no le pagan para ello– que no todo se puede ni se debe mercantilizar en la Liga. Que el fútbol no es un circo, que no es solo un espectáculo, que es mucho más que dinero y cuenta de resultados.