En el exterior del Aitona-Amonen Etxea, en la calle Txaparrene de Intxaurrondo, el cartel llama la atención de los viandantes y ciclistas que circulan por esta calle peatonal. Menú del día. Primeros platos: garbanzos, paella, macarrones o pisto. Segundos platos: escalope, albóndigas, hígado y pescado del día. Vino, agua y pan. 8,5 euros. Un precio, desde luego, muy asequible, y más teniendo en cuenta la reciente escalada de los precios en la alimentación. "¿El precio es el mismo para jubilados y no jubilados?", pregunta un cliente que entra a tomar un café. "Sí", le responde Pedro Olano, el dueño del bar. La escena se repite en otras asociaciones donostiarras, donde se ofrecen menús del día entre 8,5 y 9 euros.

Lo que nació como un servicio destinado a los jubilados y jubiladas de cada barrio se ha extendido al público en general, porque cada vez son más los no jubilados que acuden a estos lugares a degustar comida sencilla, pero casera y bien elaborada, a un precio bastante inferior al de bares y restaurantes convencionales. En la mayoría de asociaciones el precio es el mismo para todas las personas. En otras se cobra un euro más a los no socios. Un precio que, en cualquier caso, sigue siendo atractivo para cualquier cliente. Acuden personas mayores, pero también estudiantes, trabajadores y vecinos de cada barrio. Los menús son, por tanto, para todos los bolsillos y todas las edades, tal y como ha podido comprobar este periódico visitando tres de estos locales.

"TODO BUENO" EN INTXAURRONDO

"La gente nos pregunta y les respondemos que aquí puede entrar cualquiera. Lo único, no hacemos reservas", comenta Pedro Olano, que lleva "toda la vida" en la hostelería y que ahora es el titular de la concesión, porque los bares de las asociaciones de jubiladas son concesiones por parte del Ayuntamiento de Donostia. Olano trabajó en las cocinas del Tiburcio, el Bergara o el hotel Gudamendi, entre otros, y luego fue el dueño del bar Mario, que cerró hace siete años y que estaba situado enfrente del Hogar del Jubilado. Ahora exprime su presupuesto para ofrecer en el Aitona-Amonen Etxea de Intxaurrondo un menú "muy bueno", atestigua Alfredo, un cliente que está tomando una "croqueta casera": "¿Ves? Las formas son irregulares, ahí se ve que son caseras". "Este", añade señalando al dueño del bar, "hace todo bueno".

¿Y cómo se crea un menú que cueste 8,5 euros al cliente? "Lo primero es que lo que pagamos nosotros no es lo mismo que lo que paga un local convencional. Esto es una concesión y pagamos un precio por todo, incluyendo conceptos como gas y electricidad. Es más barato que un local común", aclara. A partir de ahí, hay que "saber comprar y hablar con los proveedores, no racaneando, pero sí teniendo claro cuál es el presupuesto que manejas. No se pueden poner cosas de lujo", añade Pedro, que tiene "tres empleados" a su cargo.

Un día entre semana puede tener de primeros platos "garbanzos, paella, macarrones o pisto", y de segundo, "escalope, albóndigas, hígado y pescado del día". "Es comida casera, bien cocinada, sin lujos", resume. En lo que sí hace diferencias es en las bebidas. Por ejemplo, un cortado vale 1,05 euros para los socios y socias de este hogar del jubilado y 1,20 para las demás personas, y una caña, 1,50 y 2,20, respectivamente.

El fin de semana el precio del menú sube a 10,50 y suele meter "algo especial como unos chipirones a la plancha, por ejemplo". En el local, amplio, pueden comer hasta 80 personas y los sábados y domingos suelen ser "una locura". Otra peculiaridad es que las mesas grandes se comparten, es decir, pueden comer juntas personas que no se conocen. "Al ser una concesión municipal, sabemos que no podemos pasarnos de precio, no puedo subir lo que me dé la gana, estamos parecido todos los hogares del jubilado", comenta.

MÁS "NO JUBILADOS" EN EGIA

Esta tendencia de que cada vez más clientes son personas no jubiladas la están notando especialmente en la Asociación Egiatarra, situada en Duque de Mandas. "Pues ahora mismo, entre semana, vienen más personas no jubiladas, sobre todo trabajadores que están en las obras del tren y del puente de Iztueta y estudiantes, aunque claro que vienen jubilados, algunos vienen todos los días, son gente muy agradable y ya hay una relación", comenta la dueña del bar, Begoña Pascual, que reconoce que la pandemia se ha notado: "Hay algo menos de ambiente. A ver si se vuelven a animar algunas personas mayores que se han quedado con un poco de miedo".

El menú cuesta en la Asociación Egiatarra 9 euros (10 el sábado). Un día cualquiera la propuesta puede ser la siguiente: "Arroz a la cubana, lasaña, ensaladilla rusa, ensalada mixta y sopa de cocido de primero. Y escalope, callos, hígado, patas de cerdo y cola de rape en salsa verde de segundo". "El precio es el mismo para todo el mundo. También ofrecemos el menú para llevar y bocadillos", añade Begoña, que trabajó once años "en un bar de Altza" y lleva cuatro en Egia.

"Es comida casera, sencilla, lo que aprendí de mi madre. Los ingredientes son sencillos, no vas a dar por ejemplo cordero, pero la calidad es buena", comenta. Pese a que tiene "la ventaja de que el local es una cesión del Ayuntamiento", lo que hace que el precio del alquiler sea "mejor", tiene que "hacer muchos números" para ofrecer un buen menú a un precio tan ajustado: "Coger las facturas, mirar mucho los precios, cuánto pones en cada plato, a qué precio están los productos... entra también el vino y el pan. No es fácil. Tampoco puedes dar raciones muy justas. Hoy en día, los beneficios están muy ajustados".

Begoña, que tiene "a dos personas" trabajando con ella, ofrece habitualmente más de 40 comidas diarias, cifra que sube ligeramente el sábado (el domingo es el día de descanso semanal). Es consciente de que no puede "pasarse del precio": "Hay mucha gente que no tiene pensiones altas".

AMBIENTE EN BIDEBIETA

Guardaplata, la Asociación de personas jubiladas de Bidebieta, es un local muy popular en el barrio y que ofrece un menú del día a 8,50 euros. Lo gestionan desde hace 17 años Josemi Alcaraz y Naiara Segura. Su clientela la componen tanto "gente jubilada" como "profesores del instituto, vecinos y currelas", comenta Josemi mientras sirve cafés -la mayoría descafeinados- a un nutrido grupo de señoras mayores que están charlando en torno a una mesa.

El bar de Guardaplata ofrece "variedad" en los menús diarios: "No puedes ofrecer siempre lo mismo. Legumbres, verdura, pasta con alguna salsa, carne, pescado... todo lo hacemos aquí, con cariño para que salga rico", comenta Josemi, que explica también que el sábado y el domingo el menú cuesta 10,50 y eso le da margen para meter algún plato más "especial" como "chipirones en su tinta o chuletillas". Además, "el domingo la paella de marisco es fija". Suelen dar "entre 40 y 50 comidas al día entre semana", mientras que el fin de semana "hay más movimiento", con grupos grandes y presencia de familias. De hecho, ofrecen hasta menú infantil por 5,90.

Los precios, como en el resto de locales de jubilados, son "ajustados": "Los proveedores ya saben en qué márgenes nos movemos y qué podemos comprar y qué no. Además, se nota la subida de los precios, sobre todo del aceite". El precio del menú "es el mismo para cualquier cliente, sea socio del hogar del jubilado o no", aunque las consumiciones o los pintxos sí tienen precios diferenciados.

Al ser una concesión del Ayuntamiento y tener Josemi y Naiara el contrato con la junta directiva de los jubilados, sabe "más o menos los precios" en los que se pueden mover. El precio del menú, por ejemplo, "lo revisa la junta". Lo importante, dice Josemi, es que llevan años "trabajando bien" y que la gente, muchos habituales, ya como de la casa, "sale contenta".

FERMINA, "TODOS LOS DÍAS"

Una de esas clientas habituales es Fermina Salcedo, de 80 años (cumple 81 el 5 de julio). Llega todos los días a eso de las 13.00 horas, justo cuando comienza el servicio de comidas. En este primer turno se juntan unos cuantos jubilados en unas mesas. "Vivo aquí enfrente y vengo todos los días salvo los viernes, que mi hijo come en casa y me quedo con él", comenta Fermina.

Acudir casi a diario a Guardaplata tiene una doble función para esta vecina de Bidebieta: come bien y hace vida social. "Los mediodías estoy sola, así que en vez de quedarme en casa vengo y estoy con más gente. Nos juntamos unos cuantos, también viene mi hermana", comenta. "Y así como más. Había adelgazado y todo, porque yo no como mucho. Con los dos platos del menú y el postre hago el día", añade Fermina, que el día que habla con nosotros opta por "ensalada y pescado". "Sano y rico", asegura: "Aquí cocinan muy bien. Los domingos siempre hay paella. Luego a la noche ceno cualquier cosa, fruta o así. Ya no apetece tanto cocinar".

Fermina acaba de comer a las 13.30 horas, luego sube un rato a descansar a su casa y "a las tres y pico" regresa al bar "a tomar un café y a echar el rato". Menú rico y barato en buena compañía. Así no extraña el éxito que tienen los bares de las asociaciones de personas jubiladas.