No todos los cócteles tienen una banda sonora propia, ni tampoco un reconocimiento a nivel estatal por ser el mejor del año. Todo depende de qué se pida, dónde y quién lo sirva.  

Si quieren probar la copa de la que hablamos, no tienen que irse muy lejos. Pongan su paladar en las manos de Aitor Abraldes y fíjense como este barman cuida cada detalle del proceso de preparación de su premiado gin-tonic. Desde la caída de los hielos hasta el énfasis en el sonido final de las burbujas emergiendo del fondo de la copa.

Para no dejarlo todo en manos de la casualidad, este joven de Bilbao es fácilmente localizable detrás de la barra del pub Sir Winston Churchill, situado en Sabino Arana, donde por 10 euros podrá degustar este reconocido combinado. “Cuando empecé a trabajar allí, pensé: Esta barra es un Lamborghini. Yo decía: pero aquí, ¿qué hago? Si yo soy un novato”, reconoce ahora. Por entonces, había realizado un curso de coctelería en la Escuela de Hostelería de Artxanda que había complementado con otro en formación en hostelería.

Aitor Abraldes, barman del pub Churchill, prepara dos gin-tonics en la Escuela de Hostelería de Artxanda. PABLO VIÑAS

EL SECRETO ESTÁ EN LAS MANOS

A pesar de su corta experiencia, este bilbaino ha sido reconocido con el premio al mejor Gin-Tonic de 2022 en el Campeonato Estatal de Coctelería 2022, celebrado en noviembre en Ciudad Real. Una experiencia “espectacular”, en parte porque admite que le gusta la “tensión que genera que todo el mundo te mire”. Accedió a este concurso tras haberse alzado como txapeldun en la categoría Joven Bartender en la V Edición de Campeonato de Bizkaia. 

Atención. A Aitor no se le pide “una copa y ya”. Tengan en cuenta que se va esforzar por conocer, acomodar e interactuar con el cliente. “Mientras charlamos con él y a través de las pistas que nos va dando, elaboramos algo sin que él sepa lo que le estamos poniendo”, desvela. 

Aquí no hay recetas mágicas, para esta promesa de la hostelería, un buen gin-tonic es “poner una ginebra, una buena tónica, hielos y decoración simple”. Tampoco un ingrediente estrella. Aitor no trabaja con una marca en especial: “hay muchos tipos de esta bebida en el mercado, el que diga que no le gusta el gin-tonic es que no ha probado las suficientes ginebras”. Él mismo afirma que el secreto está “en las manos del barman”.

De hecho, no tiene ningún problema en enseñar cómo lo prepara. Una copa (que no en vaso) y, dentro, una rodajita o de la fruta que se guste. A continuación, con medidor, se vierte la ginebra y, seguidamente los hielos. A partir de ahora, quítense el prejuicio de que cuantos más hielos, peor. Al revés, más consistente será este combinado. Para acabar, falta la tónica y aromatizar con pomelo, limón verde...

Aitor Abraldes prioriza pensar, mirar y hablar con el cliente que tiene delante. Lo segundo a valorar será la materia prima, a poder ser, fruta fresca del día. Y, sin atender a jerarquías, cuidar el servicio.

Ha entrado por la puerta grande, pero tiene los pies muy en el suelo. “De nada me vale ganar un concurso si luego voy a trabajar y no doy la talla”, dice contundente. “Al final de lo que vivo es de mi día a día, de sacar buenas notas en la Escuela de Hostelería e ir a trabajar de miércoles a domingo”, añade.

Como profesional, apunta que “falta mucha cultura a la hora de beber”. Aitor incide en lo perjudicial que puede resultar “beber en las grandes cantidades en las que se bebe” así como abusar de hacer botellón.

Y, ¿ahora qué? Aitor mantiene que la formación es indispensable, así “que toca seguir”. Eso sí, está dispuesto a volver a clasificarse para el concurso estatal.