Ana Lena Rivera, escritora: “Los silencios familiares se arrastran”
Basada en hechos reales, la nueva novela de la autora asturiana reconstruye las vivencias de una época marcada por las guerras a través de voces femeninas silenciadas, las cuales rescatan historias verídicas que no son solo las suyas
Transformando la memoria en un personaje vivo que habita en los recuerdos familiares y en las historias de mujeres olvidadas del siglo XX, Ana Lena Rivera retrata en su novelaLa casa de huéspedes cómo la Historia se encuentra sostenida por pequeñas vidas. Así, reflexiona sobre los silencios heredados y la resiliencia de quienes protegieron la supervivencia de generaciones enteras.
En La casa de huéspedes, la memoria se convierte casi en un personaje más. ¿Qué parte de esa pertenece a su propia historia y cuál le pertenece a esas mujeres que quiso rescatar del olvido?
Toda la novela está basada en hechos reales, es ficción histórica. Las protagonistas no existieron y sus vidas tal y como transcurren tampoco, pero sus vivencias están basadas en historias que yo conozco por tradición oral. Tanto de La casa de huéspedes, el hostal de mis tíos, como del taller de costura de mi tía; de todos esos lugares que de niña y de joven iba escuchando. La historia resuena en los lectores como propia, y no es la historia de nadie, pero a la vez es un poco la historia de todos nosotros. De cómo se vivía durante esa época. La globalidad son historias de gente que yo nunca llegué a conocer y que no sé identificar. Sí que hay un guiño a mi familia en el tema de la búsqueda de la estreptomicina en los años 40, durante la gran epidemia de tuberculosis. Está reflejado cómo mis abuelos la conseguían en Francia para mi tía, que estaba enferma. Es la historia de mi familia y la de miles de familias. Por el bloqueo comercial en plena Segunda Guerra Mundial la estreptomicina no llegaba, estaba muy perseguido el tráfico.
La novela arranca con una bomba que destruye una casa y cambia varias vidas. Tras todos los instantes de explosión, llega un lento proceso de recuperación…
Una guerra o un acontecimiento histórico de semejante importancia cambia totalmente el plan de vida de la gente. La bomba es el obús de la artillería que dinamita las vidas de dos crías, casi. Es simbólico, la vida de todo el mundo cambia y a partir de ahí solo queda sobrevivir a la nueva realidad que se establece. Primero una guerra, una posguerra..., luego llega cierta prosperidad económica, porque recorremos 40 años de la historia en la que sigue sin haber libertad, ya que estamos viviendo una dictadura, después una transición... Las familias normales y corrientes no podían cambiar eso, porque no podían intervenir en lo que estaba sucediendo. Se van adaptando para sacar adelante a los suyos y vivir lo mejor posible, que al final es lo que intentamos todos.
Me habla de supervivencia y algunas de sus mujeres protagonistas lo hicieron en silencio. Ahora, que tanto se habla de darnos voz, ¿cree que hay algo que todavía no nos atrevemos a decir?
Bueno, claro, seguro... Los silencios siguen ahí, los silencios familiares se arrastran. Dicen las nuevas tendencias de la psicología y psiquiatría que la herida que produce el trauma no es por el hecho traumático en sí mismo, sino por tener que callarlo. Cuando no lo puedes contar o nadie te valida. Estas mujeres vivieron entre silencios, ellas no podían contar las cosas cómo les pasaban en una sociedad que no solamente las restringía en libertades, sino que era la sociedad del “qué dirán...”. Reflejo a esas mujeres que podrían ser las abuelas de cualquiera, y que se quedaron fuera del orden social que se suponía que era el bueno. Quedaban fuera las viudas -las de ambos bandos, eso daba igual-, las madres solteras, las víctimas de violación -que nunca se contaba-, a las que el marido las dejaba con los hijos y no volvía... Las adopciones, incluso..., ni siquiera el propio adoptado sabía que lo era. Yo esto lo recuerdo en mi propia infancia, y no estamos hablando de la época de la novela. Eran muchos miles de mujeres las que se encontraban ahí, sin acceso fácil además al mercado laboral. Era callar y seguir adelante, porque la prioridad era -como para cualquier madre- la supervivencia de sus hijos. Y gracias a que ellas sufrieron eso, hoy estamos todos nosotros aquí.
Guerra Civil, dictadura franquista, nazismo... ¿Le enseñó algo la investigación histórica sobre la capacidad de las personas para resistir en contextos hostiles?
Totalmente, el ser humano tiene una capacidad de adaptación a las circunstancias y un instinto de supervivencia tremendamente grande. Si no, no sé cuantas veces nos habríamos extinguido ya... Llega un momento en el que la ocupación es sobrevivir, entonces deja de existir el pasado y el futuro. Solo existe el presente, y cómo eso afectaba a la vida de familias normales y corrientes que podía ser la de cualquiera de nosotros.
Antes de dedicarse a la escritura, trabajó en el mundo de la administración de empresas. Si su vida fuera una novela, ¿cómo se titularía ese capítulo en el que decidió dejarlo todo para dedicarse a esto?
(Risas). Pues, no lo sé, no sé si madurez o renacer... Esto ha sido un proceso puramente evolutivo. Decido ser escritora con 8 años y empiezo a serlo realmente con 43. Antes de eso, estudio una carrera y trabajo en una multinacional, ya que en ese momento no tenía la posibilidad de ponerme a escribir y ver qué pasaba. No nací en una familia rica, tenía que trabajar y mantenerme. Tienes que estar preparada para buscar la oportunidad, y para afrontarla en el momento en el que llega con la preparación, las ganas y el valor para dar el salto. Como dice una escritora, muy buena amiga: “Las cosas pasan en su momento, no en el nuestro”.
