Ahikar Azcona tiene una energía incombustible. No le gustan las etiquetas, pero no le asustan, advierte. Por eso asegura que no le importa que le conozcan como Pamplona, el personaje de La Casa de Papel que le ha hecho famoso en el mundo entero. Ahora acaba de estrenar película, La voz del sol, con Karra Elejalde y Carmen Machi, y acaba de dar el salto a la televisión en Esta casa es una mina, de EiTB, junto a Yolanda Alzola y Mario Campoy. Proyectos y ganas no le faltan a este amante de las motos y los coches clásicos, que comenzó subiendo vídeos a redes sobre su gran pasión, el taller. Aunque ya no trabaja de mecánico, si algo es, dice humildemente, es mecánico. Eso sí, nos cuenta, sus sueños van mucho más allá de la actuación. 

¿En qué momento te encuentras ahora mismo, personal y profesionalmente hablando?

-Estoy en un momento en el que tengo muchos frentes abiertos y estoy viendo por cuál tirar. Lo gestiono un poco según me levanto cada día, no sigo una línea recta. Hago humor, comparto anuncios y hago cosas de publicidad. Además soy embajador de algunas marcas de motos. 

Después de La casa de papel, el año pasado rodaste aquí, en Estella, una película que se titula La voz del sol y que acaba de estrenarse en cines el pasado 22 de septiembre.

-Sí. Es una película, con Karra Elejalde y Carmen Machi, que está basada en un libro que cuenta la historia de un joven francés que llega a Navarra en 1965 y mi personaje se encarga de enseñarle las cosas que tiene que hacer aquí, como bañarse en el río, correr un encierro, emborracharse….

¿Ha sido difícil viajar a esa época del pasado? ¿Has sentido mayor responsabilidad al tratarse de hechos reales ocurridos durante la posguerra y el franquismo? 

-Sí, lo he vivido con más sentimiento porque es algo que ha pasado aquí. Y cuando escuchas historias de lo que pasó en nuestra tierra durante la posguerra hace que lo sientas aún más y te metas en el papel porque no es una ficción, sino que es la Historia. En mi familia, por ejemplo, un hermano de mi abuela no volvió de la guerra. Nunca se supo nada de él. No sabemos si murió en Logroño, si lo fusilaron… no sabemos nada. Sólo que enviaron un papel con 2.500 pesetas porque dio su vida por Dios y por España. Al leer eso pienso en lo que tuvo que vivir mi abuela…Y esto ha pasado en todas las familias y no hace tanto tiempo.

Aparte del cine, te has metido de lleno en la música…

-Sí. He empezado una faceta musical con un amigo, DJ Vita V., con el que pincho música. Nuestro proyecto se llama Discodelia y está cogiendo fuerza muy rápido. Hemos empezado a producir temas propios con unos amigos que cantan y tocan muy bien y hacemos disco, house, electrónica… Es una mezcla de estilos pero nada de reguetón, porque queremos hacer música diferente a lo que ponen en todos los bares. Nos hemos pasado el verano pinchando por fiestas de los pueblos y algún que otro festival. Justo ahora hemos arrancado un tour por España pinchando en un coche fúnebre, un antiguo 505 de color verde oscuro, que acabamos de comprar y que hemos rotulado con el nombre de Discodelia. ¡Hemos venido a dar muerte a la música comercial! [risas]. Es un coche que impresiona.

¿No os da mal fario?

-Para nada. Si nos vamos a morir todos… ¡No hay cosa más natural que esta! Hay gente que nos ha dicho que es una falta de respeto, pero es quitarle un poco el yuyu que pueda dar meterse en un coche fúnebre, pero nada más. Miramos para otro lado cuando hablamos de la muerte, pero es algo que va a suceder. Lo que no sabemos es cuándo, y en realidad eso es lo más importante. Por eso hay que aprender a vivir y a disfrutar de cada momento.

¿Y todos estos proyectos que tienes entre manos los haces como respuesta a las inquietudes que llevas dentro o un poco obligado para no encasillarte en el papel de Pamplona de La Casa de Papel?

-No, lo de La Casa de Papel surgió de forma casual, y realmente me da igual que me encasillen. Está claro que hay gente que me conoce como Pamplona y no hay manera de cambiarlo, pero no me dan miedo las etiquetas. No me gustan, pero no me dan miedo. Entonces yo hago todas estas cosas porque me gustan. Siempre me ha gustado mucho la música, tocar la guitarra, la armónica… Soy un melómano y me gusta crear y compartir.

¿Cuál es tu grupo de música favorito a día de hoy?

-Escucho mucha música extranjera, sobre todo de rock clásico. Meat Loaf es un grupo que tiene canciones que me han hecho llorar de tristeza y también de alegría, de auténtica euforia. Y de aquí Marea es un grupo que me ha marcado. Kutxi Romero es un gran poeta. Yo vivo la música mucho, como vivo mucho todo.

¿Y qué queda de ese chico al que le gustaba la automoción y dejó los estudios para trabajar de mecánico?

-Bueno, tengo el Graduado Escolar y no llegué siquiera a sacarme el Bachiller. Me fui a Pamplona a trabajar de mecánico y mientras me saqué el certificado de mecánico. Ahora mismo no trabajo de mecánico, pero si algo soy es mecánico. Lo de actor es discutible, porque aún no he podido demostrarlo mucho, pero me considero buen mecánico, desde la humildad. Soy resolutivo y curioso por naturaleza y siempre me ha gustado arreglar todo lo que se rompe. Cuando en casa se estropea la lavadora o el microondas yo me encargo de arreglarlo.

¿Eres más de coches o de motos?

-Pues tengo unas diez motos, un coche clásico, un todoterreno y una furgoneta. Un poco de todo… ¡Ah y ahora el coche fúnebre también! [sonríe]. 

¿Qué papel te gustaría interpretar si te diesen a elegir?

-Pues me gustaría hacer de una persona más lejana a mí, como por ejemplo un asesino. Me gustaría jugar, porque una vez que pruebas esto de la interpretación, te engancha. Al final te permite vivir muchas vidas de mentira, así que me gustaría dar vida a muchas personas en la ficción.

¿Y una aventura que te gustaría vivir próximamente?

-Me gusta mucho producir contenido audiovisual y dirigir es algo que tengo en mente, porque me encanta. Estoy preparando un cortometraje con los viajes que voy haciendo. He ido a Marruecos con un colega a grabar cosas de acción con motos, paisajes y un poco de historia.

Una banda sonora de jotas y rancheras


Como buen navarro, Ahikar Azcona (Iguzkitza, 1999) disfruta a tope de una sobremesa rodeado de amigos. “Me lo paso muy bien cantando jotas y rancheras y también lloro. Por eso me gustan tanto, porque se cantan con tanto sentimiento que se sienten muy adentro”, confiesa. Cuando las escucha, se le ponen “los pelos de punta”, asegura. “Lo que más me gusta es que mi primo saque el acordeón y se ponga a tocar mexicanas y el resto del cancionero y todos nos ponemos a cantar”, explica. Es una tradición “que no se debe perder”, subraya.