na espiral en forma de caracol aparece pintada en el suelo de la nave principal de la Granja Escuela de Ultzama, destinada al comedor. Este animal, convertido en metáfora y símbolo de la filosofía slow food, nos da pistas del menú que vamos a poder saborear mientras disfrutamos de la tranquilidad que se vislumbra a nuestro alrededor a través de una inmensa cristalera. Y es que, tanto el sosiego como la paciencia, son dos ingredientes fundamentales del menú que preparan nuestros anfitriones, Beatriz Otxotorena y Óscar Labat, seguidores de este movimiento de calado internacional, surgido en el norte de Italia en 1986 y que ya cuenta con presencia en más de 160 países, que nos invita a "regresar a la gastronomía tradicional, elaborada a partir de productos de proximidad, frescos y de temporada". Su deseo es "promover que la buena comida, esto significa sabrosa, limpia -sin productos químicos- y justa -con precios equitativos para los productores-, se instaure en la sociedad navarra y su sector agroalimentario", advierten. Porque "lo que no puede ser es que los pequeños productores agrícolas y ganaderos se vean obligados a vender sus productos a los precios fijados por intermediarios y mayoristas y no lleguen siquiera a cubrir los costes de producción", critican.

Por ello, esta pareja de sanitarios, que regentan la Granja Escuela del Valle de Ultzama, decidieron crear, en 2018, la primera Escuela Slow Food de Navarra, bajo el nombre de Proyecto Caracol, que recibió una merecida referencia en el calendario anual que reciben los socios del movimiento slow food de todo el mundo. Escuelas como Proyecto Caracol tratan de depositar las semillas necesarias para que sus alumnos aprendan a comer de forma consciente, pero también ofrecen consejos para cambiar sus hábitos de consumo, frenar su frenético ritmo de vida y reconectar con el medio ambiente.

La clave de la filosofía slow food slow foodradica en apostar por los productores locales y los alimentos de kilómetro cero, y abandonar aquellos que no sean de temporada o que hayan llegado a nuestra mesa tras un largo viaje. Siguiendo esas premisas, se garantizaría que los consumidores tuviesen acceso a alimentos frescos y de calidad a un precio justo y equitativo para todos los eslabones de la cadena de producción alimentaria.

contraria a LA fast FOOD

Como contraposición a la expansión mundial de las famosas franquicias de hamburguesas y el consiguiente boom de la comida rápida -fast food en inglés-, la slow food o comida lenta se recrea en la alimentación consciente, la que conviene masticar y digerir despacio tras saborear con el deleite que se merece la cocina preparada con cariño y a fuego lento.

Fue un italiano, Carlo Petrini, quien en 1986, coincidiendo con la inauguración de un restaurante de McDonald's junto a la escalinata de la Plaza España, en Roma, quien inició una protesta espontánea que derivaría en la organización de un banquete en contra de la comida rápida y su elaboración a escala industrial. Un gesto con el que querían poner en valor los beneficios de conservar las raíces gastronómicas de cada país y las recetas caseras tradicionales que van transmitiéndose de generación a generación. Siguiendo esas premisas, decidió crear una asociación que subrayase el placer de comer sin prisas y tratando de desarrollar al máximo los sentidos del olfato y el gusto gracias a alimentos ecológicos, de calidad y alto valor nutricional que permitan promover un consumo sostenible, que salvaguarde la diversidad y el patrimonio alimentario de cada región, conservar la biodiversidad y asegurar un precio justo para los productores.