a veneciana Barbara Strozzi (siglo XVII), la parisina Elisabeth Jacquet de la Guerre (s.XVII-XVIII), la vienesa de origen español Marianne von Martines (s.XVIII-XIX), Fanny Hensel (s.XIX), la francesa Nadia Boulanger (s.XIX-XX), la británica Elizabeth Maconchy (s.XX), Clara Shumman... La historiadora inglesa Anna Beer publicó en 2019 el ensayo ‘Armonías y suaves cantos’ en el que rescataba a las mujeres olvidadas de la música clásica que durante siglos han visto silenciadas sus carreras. El vacío, y en muchos casos el trato discriminatorio que han sufrido las mujeres que se atrevieron a componer, se remonta al Renacimiento y llega prácticamente hasta nuestros días. Sus logros, perpetuados en la sombra, no emergieron como merecen.

Maddalena Casulana, de la Venecia de finales del siglo XVI, está considerada como la primera mujer que publica su propia música. Desafió las convenciones ultraconservadoras de la época y luchó frente a todo tipo de adversidades y vicisitudes. La creación musical ha sido un ámbito exclusivo de los hombres, a quienes se les presuponía mayores dotes intelectuales. Una mujer no podía alcanzar la misma hondura ni la excelencia artística. Una mujer no podía ser tan individualista y creativa como un hombre. La cultura machista, muy arraigada en la sociedad, provocó que las féminas estuvieran sometidas a un severo escrutinio social. Y ocurría una paradoja. Mientras ellas componían, muchas veces a escondidas, no podían acceder a numerosos espacios: teatros de ópera, universidades, el podio del director de orquesta...

El silencio y la incomprensión social han sido dos factores predominantes en la vida de estas compositoras de música clásica. La inglesa Rebecca Clarke no pudo con la presión familiar y abandonó su carrera tras contraer matrimonio. Clarke había triunfado en 1919 con una sonata para viola y piano que, a día de hoy, goza de gran reconocimiento. En su momento, parte de la crítica deslizó la teoría de que la composición pertenecía en realidad a Maurice Ravel y que éste se había presentado bajo pseudónimo. La historiadora trata de no caer en la condescendencia a la hora de analizar la contribución de las mujeres a la historia de la música clásica. “No eran ángeles ni hechiceras, sino seres humanos dotados de un talento formidable”, resume.

Clara Schumman, venerada por los críticos, maestra del Romanticismo, tampoco se libró de los estigmas de género y los rígidos cánones que rodean al sector. La compositora e intérprete, cuando se hacía llamar Clara Wieck y era una joven prodigio, antes de contraer matrimonio con el músico y compositor alemán Robert Schumman, dejó escrito lo siguiente: “Hubo un tiempo en el que yo creía tener talento creativo, pero he renunciado a esa idea; una mujer no debe tener el deseo de componer: si ninguna ha podido hacerlo, ¿por qué iba a poder yo?”. Un claro ejemplo de su virtuosismo lo podemos encontrar en el ‘Concierto para piano’ que empezó a escribir con tan solo 13 años.

Su vida se transformó a una velocidad de vértigo. Conoció a su futuro marido cuando era una niña, nueve años mayor que ella. Su debut oficial fue con 9 años. Tras una serie de conciertos en Viena, la crítica se rindió ante aquella extraordinaria muchacha. “La aparición de esta artista puede marcar una época. En sus manos creativas, el pasaje más ordinario, el motivo más rutinario adquiere un significado sentido, un color, que solo aquellos con el arte más consumado pueden dar”.

“Grayna Bacewicz fue una compositora y pianista polaca que escribió una música increíble”

“Me gusta la música contemporánea y creo que es lo que los músicos de nuestra época tenemos que tocar también obras de nuestros días”