Hoy empieza la eternidad. Cuarenta días con sus noches hasta el congreso extraordinario en que será oficialmente ungido el deseado Feijóo. Con el zombi Casado de presidente nominal hasta entonces. A ver qué y de qué escriben en el ínterin los amanuenses diestros, que hoy ya han firmado sus respectivos obituarios del muerto que no acaba de dejarse enterrar. Y, contra la costumbre, no todo han sido elogios al finado, como verán.

Así, Alberto García Reyes se chotea en ABC de su ¿última? Intervención en el Congreso: "Un discurso naif, casi de delegado de clase en la fiesta de fin de curso, en una sesión de Control al Gobierno no es forma de despedirse del público. Ni para irse ha sabido distinguir entre lo suyo y lo de todos. Como buen hijo del aparato, se va sin haber aprendido que el escaño que usó para su lavado de cara final se lo hemos prestado".

También en el vetusto diario, aunque con prosa más florida, Ignacio Ruiz-Quintano se mofa de la intervención del palentino: "Casado llegó, leyó un papel, que era un cucurucho de tópicos crujientes ('pacto constitucional', 'concordia', 'centralidad', 'libertad', 'prosperidad', todo eso que según él tenemos delante), y fuese, haciendo mutis por el Foro, pelín 'Casablanca', con Sánchez de Capitán Renault ('estabilidad', 'sentido de Estado', 'patriotismo democrático', fueron las pulguitas de jamón que le preparó Bolaños, que va de Richelieu, aunque los camareros lo confunden con Buenafuente), y de Ingrid Bergman, Montesinos, que tuvo la sensibilidad de acompañarlo entre la niebla".

En El Mundo, Arcadi Espada abunda sobre lo mismo: "Casado puso fin ayer a su vida política de la misma mediocre e inane manera con que la había vivido. La pregunta parlamentaria de los miércoles la convirtió en unas palabras descentradas sobre el aniversario del golpe del 23 de febrero y en una despedida tácita en la que no hubo ni verdad ni emoción. Y fue capaz de añadir -y la única disculpa que se me ocurre es que no supiera en realidad lo que estaba diciendo- que entendía la política «desde la entrega a los compañeros»".

Unas páginas más allá y, si cabe, con mayor aporte de vitriolo, Jorge Bustos acolleja: "Ya, ya sé que el buen corazón del español se conmueve en los entierros y tiende a confundir las leyes de la política con los códigos de la amistad. Ya sé que hay algo hermoso en los ojos vidriosos de Montesinos y en el resorte de sus piernas, que lo impulsaron a seguir a su amigo en cuanto vio que abandonaba el Hemiciclo. Pero el PP no es un club de amigos sino el partido llamado a sacar a España del sanchismo. Precisamente por haberlo entendido como un club de amigos está hoy como está".

Y Rafa Latorre, también en El Mundo, remata: "Pablo Casado ha ido arrastrando una maldita reputación de yerno ideal. A medida que se alargaba una conversación sobre su errático devenir político, la posibilidad de que uno de los interlocutores recordara que Casado es un buen tipo tendía a uno. Esa envenenada conmiseración es lo contrario del liderazgo, más que nada porque el recordatorio venía abrochado a una adversativa: pero es un buen tipo".

En Vozpópuli, Miquel Giménez muestra su conmiseración con el perdedor de la declaró que declaró él mismo. Cómo no, con una cita machirula entre pan y pan: "Esa caída debe ser doblemente dolorosa para quien soñó presidir el gobierno. No tan solo ha quedado en entredicho su proceder sino que, además, le han dado una lección de cómo debe actuarse en política. Es una salida calderoniana, como los versos que escribió aquel gigante "¡Ah, infame, mal caballero, que a una mujer, sea quien fuere, dejas en manos del riesgo!". Puede que Ayuso salga desgastada, puede que Feijoo acabe siendo el ganador, pero Casado está condenado a vagar solo para siempre. Sin corte de aduladores ni el teléfono sonando incesantemente. Terrible, abrumadora soledad, en efecto".

Julián Cabrera apunta también en La Razón por lo del "buen chico" como requisito insuficiente: "Este negociado requiere de virtudes que no son solo la honradez o el amor al país, sino más bien la capacidad para rodearse de los mejores, aunque sean versos sueltos, una mayor dosis de «malas pulgas» y ese tamiz que separa los asesoramientos saludables de los patógenos".

He dejado para el final adrede a Francisco Marhuenda, que solo hace cinco días pronosticaba que Pablo Casado doblegaría a todos sus rivales y llegaría a Moncloa. Hoy no le queda otra que escribir la necrológica. Eso sí, a diferencia de lo que hemos venido leyendo, el director de La Razón no tira de acidez: "El PP tiene que ser generoso con aquellos que han liderado la etapa que ha finalizado y, especialmente, con Pablo Casado. Todo el mundo comete errores, pero también importantes aciertos que no deben quedar en el olvido. Casado ganó un congreso tras unas primarias y, sobre todo, una situación de abatimiento que afectaba al PP y que lastraba sus expectativas electorales. Ha sido una dura travesía, pero los resultados han sido positivos". Seguro que sí, Paco.