Tradicional pitada

Supongo que esto no se puede decir en voz alta, pero confieso que cada vez me gusta más el 12 de octubre. Lo escribo después de haber asistido al inmenso esperpento celebratorio de la fecha en la capital de Hispanistán. No me digan que no es como para descuajeringarse que se haya instalado a modo de tradición inveterada entre los asistentes –no sé si decir mirones– la soberbia pitada al presidente del Gobierno español, especialmente si pertenece al PSOE. Lo de este año ha sido para nota. Pensé que era cosa de la prensa diestra, pero no. Todos los medios han contado, y diría que hasta sin rubor, que, para evitar el abucheo consuetudinario, Pedro Sánchez se cargó el protocolo –¡vade retro!– e hizo esperar a su preparada Majestad. En realidad, para nada, porque el tipo se jamó igual igual el concierto de viento y tuvo como bochorno de propina ver que el asunto se convertía en el principal titular de la jornada, incluso en las cabeceras afines.

Otro paracaidista en apuros

En cuanto a lo demás, muy poco que contar, más allá del alipori (o sea, vergüenza ajena) de ver a Margarita Robles cantando La muerte no es el final o el pobre paracaidista al que se le lió la pierna con la bandera rojigualda para rechifla de tipos malvados como este humilde tecleador y se las vio moradas para aterrizar. Igual que lo de los silbidos al inquilino de Moncloa, comienza a ser una tradición del fasto; recuérdese a aquel otro infortunado que saltó del avión y se quedó literalmente colgado de una farola de la Castellana. Y así, la cabra de la Legión, o sea, el cabrón, pierde protagonismo al desfilar entre los novios de la muerte, cuya sola visión en 2022 provoca una mezcla ente el tembleque de piernas y el despiporre de risa.

Los “no nacionalistas”

Claro que, como siempre, lo mejor es asistir a las encendidas soflamas de los que se ciscan en todos los nacionalistas y hasta tienen el cuajo de asegurar que el nacionalismo español no existe. Lo suyo está entre la empanada mental y la intolerancia a quien respira de un modo diferente. “El 12 de octubre me huele al arroz con leche de mi abuela”, escribía con fervor un columnero diestro. “España es lo mejor que le ha pasado al mundo, porque en gran medida lo creó y lo enriqueció”, se venía arriba otra. Y, oigan, no vamos a afearles la conducta porque muestren amor a su tierra. Otra cosa es que, con media sonrisa irónica, les instemos a respetar a quienes también queremos a la nuestra y lo manifestamos como podemos o nos dejan. Disfruten, pues, de su día en paz, y déjennos hacer lo propio a los demás. Ciertamente, no parece tan difícil de comprender.