“Antes de la investidura”

Los adverbios son importantes. Y reconozco que, en mi primera escucha de la comparecencia de Carles Puigdemont en Bruselas, se me escapó uno que cambia el sentido de sus exigencias. Siguiendo las palabras del (con razón) crecido president expatriado, creí entender que, como ya se había avanzado, su principal reclamación era la promulgación de una ley de amnistía para todas las personas encausadas por el procés, desde los principales dirigentes hasta el último simpatizante detenido por tirar unas octavillas. Nada que me sorprendiera... hasta que vi cómo los titulares remarcaban la condición temporal. Esa ley no habría de pactarse durante las negociaciones para la investidura, sino que el Gobierno español debe promulgarla antes de que las formaciones se sienten alrededor de una mesa. Francamente, si eso es así, no encuentro el motivo para la satisfacción de la que andan haciendo gala diferentes portavoces del PSOE y/o del Ejecutivo. “Ha utilizado un lenguaje poco confrontativo”, celebraba una garganta profunda de Ferraz, según recogía ayer El Periódico de España en su edición digital.

A Trabajar ya mismo

Supongo que lo de “poco confrontativo” va porque Puigdemont dejó en un segundo plano (o, por lo menos, no mencionó expresamente) la exigencia de un referéndum. Hasta Esquerra reconoció que esa era una línea roja que no se iba a traspasar. No traer la consulta a colación puede interpretarse, efectivamente, como un guiño favorable. Pero volvamos a lo anterior. Aunque no sea más que por motivos puramente técnicos y de calendario, ahora mismo parece imposible articular toda una ley de amnistía con un gobierno en funciones en los menos de dos meses que quedan para la sesión de investidura de Pedro Sánchez. Aguardo, en todo caso, con expectación si los interpelados aceptan el envite. Si lo hacen, tienen que ponerse a trabajar hoy mismo mejor que mañana.

¡Feijóoooo!

Y también me provoca curiosidad lo que nos vaya a deparar el futuro inmediato. Conste que no descarto nada. O, en realidad, casi nada. Porque hay una cuestión que está fuera de toda duda: Feijóo se va a estrellar en su estrafalario intento de ser investido presidente del Gobierno español. Y hasta que llegue el momento, el ya depauperado crédito del otrora mesías de Génova llegará a niveles de profundidad séptica. El gallego no pierde una oportunidad de hacer el ridículo. La última, ayer, cuando recogió cable y anunció la suspensión de la reunión prevista con Junts alegando que, si le van a pedir referéndum y amnistía, es mejor no ir. Un caso.