Como soy un cínico sin remedio (no confundir con cinéfilo), celebro que la inminente edición del Zinemaldia vuelva a tener su polémica politiquera. Creo, de hecho, que podemos considerarlo un ingrediente imprescindible del certamen. Más incluso que el empalagoso glamur que tanto nos gusta mentar. Desde que tengo conciencia de nuestro festival más internacional -con algunas ediciones que han sido un pestiño infumable-, hay una larga lista de broncas pseudoideológicas por la proyección de esta o aquella cinta. Seguro que me dejo algún título, pero citando de memoria, recuerdo cristos por Operación Ogro (sobre el atentado contra Carrero, que no llegó a exhibirse), El proceso de Burgos, de Imanol Uribe; El Pico, de Eloy de la Iglesia, o La pelota vasca, de Julio Médem.

Este año, la gresca de aluvión va por un artilugio audiovisual que consiste en una entrevista de Jordi Évole (evito calificativos) a José Antonio Urrutikoetxea (también evito calificativos), más conocido por su alias policial, Josu Ternera. De hecho, la pieza lleva por título 'No me llame Ternera', lo que nos hace sonreír a los que, a diferencia de Évole, tenemos acumulados cuatro decenios informando sobre el terreno de las fechorías del personaje y de la organización de la que fue dirigente destacado. 

En contraste con otros compañeros, y gracias a que éramos muchos en la lista de apiolables, hoy puedo contarlo. Y esa misma bibliografía acreditada creo que me avala para proclamar que me resbala que el pretendido documental se difunda urbi et orbi. Cada cual va siendo mayorcito para tragarse o no según qué ruedas de molino.