HASTA no hace mucho, este humilde tecleador solía comparar la persecución del juez del Supremo Juan Pablo Llarena al president expatriado Carles Puigdemont con el siempre infructuoso asedio del coyote de los dibujos animados al avestruz (juraría yo que era un avestruz) de nombre Correcaminos.

Tendré que buscar una analogía nueva, pues, desde hace unos meses, la obcecación estajanovista de Llarena en el acecho de la pieza de caza mayor del soberanismo catalán se ha visto superada en intensidad y bilis derramada por el brío acosador del juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón. Todo, con banda sonora de Serrat: “Entre esos tipos y yo hay algo personal”, parece tararear el togado de las gafas negras.

“Tenían en mente”

Conste que, aunque lo parezca, no me lo tomo a guasa. Estamos ante algo muy serio. Las actuaciones del individuo no caen en saco roto. Si repasan sus últimas decisiones, comprobarán que cada una de ellas ha tenido su correlato en la redacción del proyecto de ley de amnistía y en sus enmiendas... y viceversa.

La más reciente es especialmente ilustrativa. Una vez que PSOE, Junts y ERC se marcaron la filigrana de incluir como amnistiables los “delitos de terrorismo que no violen los derechos humanos”, García-Castellón se ha sacado de la puñeta una auténtica virguería judiciosa para dejar caer que el malvado soberanismo encabezado por Puigdemont y Marta Rovira -Lean ahí Tsunami y CDR- sí estuvo a punto de traspasar esa línea caprichosa de lo amnistiable y lo no amnistiable.

Incluso largamente acostumbrados a los razonamientos más delirantes, resulta imposible no abrir los ojos como platos ante la última ocurrencia del pertinaz -así calificaban la sequía en el franquismo- justiciero. El tipo ha tenido los redaños de poner negro sobre blanco que la organización Tsunami “tuvo en mente” realizar una acción al paso de una comitiva en la que participaba Felipe VI.

Lo de “tuvo en mente” es para Iker Jiménez. Lo de “una acción”, así, sin especificar, es para volver a la facultad de Derecho. Y el hecho de que el evento mentado ni siquiera existiese es para que nos tentemos las ropas.