jan Riha es un alpinista ciego que acaba de convertirse en el primer invidente que logra conquistar el Aconcagua, la montaña más alta de Sudamérica, a través de la ruta más complicada y peligrosa. Ahora sueña con conquistar las llamadas Siete Cimas, las principales montañas de cada subcontinente.
A su retorno a Praga, tras 25 días de expedición en Argentina, el montañero checo de 37 años aseguró que "las montañas no son fáciles. Si fuera fácil, iría cualquiera, pero no es un paseo por la ciudad". Subir hasta la cima del Aconcagua, a casi 7.000 metros de altura, es un reto para cualquier deportista, pero más para un invidente que a 30 centímetros sólo percibe un horizonte oscuro y reconoce a la gente por la voz.
Asistido por dos alpinistas también checos, Riha se convirtió el pasado 11 de diciembre en el primer ciego que hace cumbre en el Parque Provincial Aconcagua entrando por la Quebrada de Punta de Vacas y saliendo por la Quebrada de Horcones, un camino conocido como la ruta polaca. Fue el final feliz de una travesía exigente, por no decir extenuante, sobre todo si uno no ve el suelo bajo sus pies y ha de andar por piedras y atravesar un glaciar.
Un alpinista ciego español había logrado en 1994 este mismo hito, aunque por la ruta más sencilla, que atraviesa el Valle de Horcones hasta la Plaza de Mulas. "Nosotros quisimos andar por una vía que no hubiera sido recorrida por un ciego. Y desde Punta de Vacas, incluso para un montañero en todas sus facultades, resulta una pesadilla", explica Viktor Novak, uno de los compañeros de Riha en la expedición.
El camino arrancó en Punta de Vacas hasta Plaza Argentina (4.200 metros), y siguió por los campamentos polacos (4.900 metros), Guanacos (5.400 metros) y Cólera (5.970 metros), desde donde enfilaron el Aconcagua (6.962 metros). Un ascenso que duró once días, mientras que la bajada, por Plaza de Mulas y Puente del Inca, requirió dos.
"Para mí fue muy complicado el terreno, con mucha piedra, pero no resultó nada dramático", le quita hierro el deportista ciego, quien aún así reconoce que resultó más duro que el ascenso al Kilimanjaro (Tanzania), donde estuvo en 2009, y es que ahora "también había hielo y glaciares, y soplaba mucho el viento". Pero al final la montaña les "permitió llegar a ella", señala Riha con un deje de gratitud.
Los checos disfrutaron además de unas condiciones meteorológicas envidiables, por lo que pudieron prescindir de los guantes en la cima y disfrutar de un cielo despejado y sin viento.
El hito de Riha quedó constatado mediante testimonio fotográfico, como señala el certificado emitido por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Mendoza (Argentina). Ahora debe ser registrado en el libro Guinness de los récords, aunque esto "todavía está pendiente de que presentemos la documentación a través de una agencia", explica Novak.
UN RETO AMBICIOSO Riha perdió la vista tras sufrir una neumonía pulmonar siendo un bebé, ya que durante el tratamiento le aplicaron oxígeno y esto afectó a sus nervios oculares, dejándoselos inservibles. Pero en vez de pasarse la vida lamentándose, Jan comenzó desde joven a practicar el atletismo y la escalada.
"Me preparo corriendo. Corro mucho, el medio maratón o el maratón", cuenta el deportista todoterreno. Pero lo que realmente le gusta a este empleado del Castillo de Praga (sede presidencial), es "sentir el sonido de las montañas". "Siento el sonido de las montañas, los animales, el viento. Y siento por dónde voy pisando, el polvo", asegura Riha, que tiene un oído muy agudo y una capacidad de orientación prodigiosa.
Su reto personal se llama Escaleras al cielo y consiste en conquistar los siete picos más altos de los siete subcontinentes. "Si subo una montaña, puedo ir a la siguiente. Si no me deja, el proyecto acaba", resume Riha su filosofía. El principal desafío será con seguridad el Everest, la montaña más alta del mundo: "No quiero que sea el siguiente. El Everest será al final", concluye Riha.