El Everest ha dejado de ser la montaña más alta del mundo. Y no porque ya no sea la más alta, sino porque ya no es una montaña. Ahora es una urbanización. Ahora el Everest tiene pasillos y calles formadas por decenas de tiendas de campaña que, más que carpas, parecen posadas. Casi hoteles. “En el Campo 2, a 6.500 metros, cada tienda individual tiene calefacción, cama de madera, una especie de jofaina con espejo. Y agua, por supuesto. Y en el Campo Base (a unos 5.300 metros) incluso tiene una televisión pequeña”, informa la productora Isabel Díaz Novo. Pero es que el alpinista y director francés Jean-Michel Jorda va más allá: “Ahora puedes jugar al ping-pong en el Campo Base, donde dentro de cinco años habrá un hotel real”.

Así, el techo del planeta que hace 70 años fue conquistado por primera vez por Edmund Hillary y Tensing Norgay nada tiene que ver con la cima que hoy miles de turistas hollan con más dinero que esfuerzo gracias a las expediciones comerciales. Y mostrar esta nueva realidad y sus consecuencias es el objetivo de Everest Invaders. Asalto a la papelera más alta del mundo, la película de Jean-Michel que ayer levantó el aplauso en la décimo sexta edición del BBK Mendi Film Bilbao-Bizkaia, el certamen de cine de montaña que patrocina DEIA y que podrá disfrutarse en el Palacio Euskalduna, la Sala BBK y los cines Golem Alhóndiga hasta el domingo 17.

Cierto es que el nombre de la cinta no deja lugar a dudas, así que en ella el director francés explica que las montañas son ya un campo de deportes, que el alpinismo es un bien de consumo y que esta invasión ha convertido a los ochomiles del Himalaya –puesto que Jean-Michel avisa de que va mucho más allá del Everest– en un vertedero: “Hace más de 20 años que voy a grabar al Himalaya y hace seis, cuando hice mi otra película Everest Green descubrí las toneladas de basura que hay. Ese fue el germen del documental. Pero es que la problemática no solo es la basura, sino también la contaminación que está mermando mucho la salud de los nepalíes. Tuve que hacer esta película porque la situación de las montañas es preocupante”.

De esta forma, aunque tanto Jean-Michel como Isabel coinciden en que la culpa de la situación actual es de muchos actores, la productora insiste en las expediciones comerciales: quienes las ofertan y quienes las demandan. “Ahora las empresas nepalíes se han apoderado de la zona de Pakistán, entonces ofertan packs deluxe con los que te puedes hacer tres o cuatro ochomiles en una temporada, lo que es una auténtica locura”. Asimismo, el director recuerda que el germen de las agencias comerciales se plantó en 1996, cuando dos de ellas quedaron atrapadas al mismo tiempo en una tormenta en el Everest que se saldó con ocho fallecidos. Este desastre generó una amplia cobertura mediática y puso en relevancia esta nueva forma de hacer turismo. “Por aquel entonces las agencias eran occidentales y los nepalíes eran contratados como porteadores, pero las nuevas generaciones aprendieron a hacer negocio con las expediciones y ahora las agencias fuertes son las nepalíes”, asegura Isabel.

En el Campo 2 del Everest, a 6.500 metros, cada tienda individual tiene calefacción, cama de madera y una jofaina con espejo. Y en el Campo Base incluso tiene una televisión pequeña y puedes jugar al ping-pong

Con todo, el objetivo del documental no es buscar culpables; sino como Jean-Michel indica “enseñar la realidad de cómo está el Himalaya e invitar a una reflexión”. Y es que el director reconoce que “el Campo Base del Everest está mucho más limpio ahora que hace diez años”, porque la problemática se ha trasladado al Campo 2. A 6.500 metros de altura. “La gente que paga mucho dinero para hacer cumbre quiere el Campo a 6.500 metros, con calefacción, oxígeno, comida… Y toda la mierda la ponen en el glaciar, lo que es un riesgo para la naturaleza y para el agua, que está contaminada”. Así, Jean-Michel concluye con rotundidad que “la invasión ha convertido al Himalaya en el basurero más alto del mundo”.

¿Pagarías 1,3 millones de euros por subir al Everest?

El dinero manda en el Himalaya. Las expediciones comerciales están privatizando la montaña hasta el punto de que en pleno covid-19, con medio mundo confinado, el príncipe de Bahréin y su guardia real coronaron el Everest. “Fue en 2021 y pagó 1,3 millones de euros. Fueron con helicópteros y estuvieron solos porque aunque estaban prohibidas las expediciones para ellos sí pusieron una”, explica Isabel. Este fue un extremo que pone en evidencia la problemática actual de la montaña. Esa que, como Jean-Michel dice, provoca que “los alpinistas reales no puedan comprar permisos porque los precios suben. Además, hay un riesgo muy grande de que los alpinistas no podamos volver a hacer alpinismo porque los gobiernos cierren las montañas para protegerlas”. Con todo, el director recuerda que “no son los alpinistas los que llenan de mierda las montañas, sino los turistas que quieren subir el Everest porque no tienen la cultura de la montaña”.

Sin embargo, el director de Everest Invaders. Asalto a la papelera más alta del mundo mira al futuro del alpinismo con optimismo y espera que la situación del Himalaya cambie: “Estamos en una época en la que la gente con dinero quiere subir todos los ochomiles porque es guay y se vende este turismo de lujo; pero como es un negocio de moda puede que un día se ponga de moda hacer windsurf en la luna y todos quieran hacer windsurf a la luna, lo que aliviará las montañas”. Aunque entonces tiene pinta de que la papelera más alta del mundo se trasladaría fuera del planeta.