La revolución del pasamontañas
El levantamiento zapatista de Chiapas cumple veinte años con el subcomandante Marcos en horas bajas
pamplona
"la rebeldía no es patrimonio exclusivo de los neozapatistas. Lo es de la humanidad. Y eso es algo que hay que celebrar. En todas partes, todos los días y a todas horas. Porque la rebeldía es también una celebración". Con estas palabras conmemoró ayer el subcomandante Marcos, mediante un comunicado, el vigésimo aniversario del levantamiento zapatista que el 1 de enero de 1994 puso el foco de atención en Chiapas, en el sur de México. Ese día era simbólico para los sublevados porque entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que para sus defensores suponía el ingreso de México en la modernidad, pero para sus detractores no era más que el afianzamiento de una política que condenaba a millones de personas a la pobreza y a la marginalidad en México.
Aquella Nochevieja de hace veinte años, decenas de indígenas encapuchados, en representación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y encabezados por el subcomandante Marcos, ocuparon San Cristóbal y otras cinco ciudades más al grito de ¡Basta ya! Basta ya de discriminación, de subordinación, de olvido, de desigualdad, de abuso. Y declararon la guerra al Estado. Fueron solo doce días de combate, pero suficientes para despertar un movimiento internacional de solidaridad con los indígenas chiapanecos.
Su líder, un licenciado en filosofía de 36 años nacido a mil kilómetros de Chiapas, se convirtió en un icono revolucionario mundial con su pasamontañas y su pipa. "No lo habíamos planeado así, eso resultó del alzamiento. Se convirtió en un símbolo. Empezó el tira y el afloja de 'que se quiten el pasamontañas y den la cara'. Y nosotros dijimos: 'Bueno, vamos a quitárnoslo y ustedes también, o sea, los políticos y el país entero'", reconoció el subcomandante Marcos en una entrevista en diciembre de 2007. Se convirtieron en los sin rostro, los marginados del Estado que gritaban "nunca más un México sin nosotros". El subcomandante Marcos siempre ha tratado de mantener el anonimato tras el pasamontañas, a pesar de que el Gobierno le identificó como Rafael Guillén Vicente.
Tras doce días de combates y medio centenar de muertos, la presión nacional e internacional forzó al Gobierno de Carlos Salinas de Gortari, del PRI, a negociar. El EZLN se había ganado la simpatía del mundo y comenzaron a brotar los comités de solidaridad, al tiempo que Chiapas se convirtió en un imán para jóvenes con ideas revolucionarias, muchos de ellos europeos.
negociación Tras la batalla llegó la tregua y, después, el diálogo. Este dio como fruto los Acuerdos de San Andrés de 1996, en los que el Gobierno mexicano se comprometió a modificar la Constitución para otorgar derechos, incluyendo autonomía, a los pueblos indígenas y atender sus demandas en materia de justicia e igualdad. Veinte años después, las comunidades zapatistas gozan de un régimen de autogobierno, pero las carencias en el estado siguen siendo las mismas: Chiapas es uno de los estados más pobres de México junto a Oaxaca y Guerrero, tres entidades rurales y, las dos primeras, con una importante población indígena.
Otro momento álgido del movimiento tuvo lugar en marzo de 2001, cuando una caravana zapatista llegó al DF y, arropada por miles de personas, demandó la aprobación de las reformas constitucionales prometidas por el Gobierno en los Acuerdos de San Andrés y nunca llevadas a cabo. Cuatro comandantes del EZLN hablaron incluso en el Palacio de San Lázaro ante diputados y senadores.
Hoy en día, el subcomandante Marcos ha ido desapareciendo del foco mediático en México y sus seguidores se encuentran entre los movimientos sociales y revolucionarios del país. Pero, pese al olvido, su figura sigue siendo un referente mundial y su nombre quedará ligado para siempre al de la lucha revolucionaria por la igualdad y la justicia social. En su comunicado de ayer, el subcomandante Marcos concluye: "Es territorio zapatista, es Chiapas, es México, es Latinoamérica, es la Tierra. Y es diciembre de 2013, hace frío como hace 20 años y, como entonces, hoy una bandera nos cobija: la de la rebeldía".
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