Síguenos en redes sociales:

Siria, de nuevo ante el abismo

Tras 13 años de guerra civil, desencadenada por la represión de las protestas democráticas por parte de Al-Assad, la violencia sectaria vuelve a teñir de sangre las calles de Siria

Siria, de nuevo ante el abismo

La sangre vuelve a correr por las calles de Siria. Tres meses después del fin de la era Al-Assad y de la brutal guerra civil que asoló el país durante trece años, la reciente insurrección alauita y su posterior represión cubre de nuevo de violencia sectaria una tierra que parecía superar por fin su sangriento pasado reciente. El nuevo gobierno de transición del islamista Ahmed al-Sharaa enfrenta su primer gran reto para lograr mantener la estabilidad del país. Algo que parecía muy difícil incluso en los primeros momentos de júbilo tras la caída del antiguo régimen de Al-Assad, pero que cada día que pasa da muestras convertirse en una tarea especialmente complicada de acometer con éxito.

Las palabras de reconciliación de Al-Sharaa en los primeros días de su ascenso al poder prometían un futuro esperanzador para el país. Su proyecto, la creación de un nuevo gobierno para edificar un estado moderno sirio en el que todas las minorías tuvieran su espacio. Una reconciliación, por tanto, no solo entre los bandos enfrentados en la guerra civil, sino también entre las distintas minorías que históricamente han conformado el país. Alauitas, chiitas, sunnitas, drusos, kurdos o cristianos forman un complejo mosaico de identidades e intereses propios, atravesados por una guerra civil que enconó aún más las atávicas rencillas entre las distintas partes, cuyos choques y matanzas se remontan al mismísimo Imperio otomano.

La pasada semana, al-Sharaa dio por iniciada la transición política del país con la formación de una Conferencia Nacional de Diálogo en la que participan distintos representantes de las minorías. La meta marcada por la Conferencia debe ser la creación de un gobierno interino, un parlamento y el compromiso de crear una constitución en la que las distintas minorías sean capaces de encontrar su lugar.

Sin embargo, desde un principio, la ausencia de la Conferencia de tres de las más importantes minorías, alauitas, drusos y kurdos, no ha pasado desapercibida. Tres piezas clave en el rompecabezas de la Siria moderna sin cuyo encaje en el futuro orden constitucional parece difícil que Al-Sharaa logre una Siria estable. Y así, los alauitas han sido los primeros en poner en cuestión el nuevo orden.

Rama escindida del chiismo, caracterizada por el sincretismo entre islam, cristianismo y otras religiones orientales, el alauismo cuenta con seguidores que llegan al 10% de la población siria y fue la minoría en el poder durante la dictadura, formalmente baazista laicista y de izquierda, de los al-Assad, fe a la que pertenecían estos. Con la caída del régimen, se antojaba difícil que la mayoría sunnita, que había soportado la represión de la dictadura durante cincuenta años, además de la brutal guerra civil de los últimos trece años, reprimiese sus ansias de venganza sobre los alauíes.

Según las fuentes alauitas, los ataques contra su población comenzaron ya hace tres semanas y la insurrección protagonizada por antiguas tropas del dictador, no ha sido más que la respuesta de defensa frente a la ofensiva del nuevo gobierno de Damasco. Por su parte, la versión oficial sostiene que el objetivo de los insurgentes no ha sido otro que, siguiendo las órdenes de Irán y Rusia, un intento de los seguidores de los al-Assad de poner a la región de Latakia y toda la zona costera del país, de mayoría alauita, en contra del nuevo gobierno.

Lo que nadie pone en duda es la brutal represión a la que se ha sometido a la población alauita, con auténticas masacres de familias enteras y ejecuciones de civiles grabadas y difundidas por los victimarios. Incluso se ha grabado el lanzamiento de proyectiles desde el aire. La insurrección, liderada por un famoso general de la IV división del ejército de al-Assad, una de las más tristemente famosas por su crueldad, ha sido contestada con una represión brutal que ha recaído en gran parte sobre la población civil, dando lugar a más de mil víctimas mortales y a un estado de guerra en las regiones costeras de Latakia y Tartús. Varias ONGs han denunciado los hechos. Mientras, miles de alauitas escapaban hacia el Líbano y otros muchos se dirigían a pedir la protección de los rusos, los antiguos grandes aliados del régimen de al-Assad, que concentraron sus bases militares en aquella zona litoral antes de la derrota del régimen baazista.

Venganza contra los alauitas

Parecía muy difícil evitar la venganza contra los alauitas una vez perdida la guerra civil, a la vez que es poco probable lograr la aceptación por parte de los alauitas de un régimen islamista, más si cabe, cuando al mismo tiempo que se lanza la Conferencia de Diálogo Nacional, el nuevo gobierno sirio pide a todas las facciones que integren sus milicias en el nuevo ejército nacional. Es decir, entregar todas sus armas al nuevo gobierno. La reacción alauita, por tanto, parece ir más allá de una mera respuesta a los ataques de venganza del bando vencedor. Podría tratarse más de una respuesta ante el intento del nuevo gobierno de poner bajo su autoridad las distintas milicias y su poder militar, algo que los alauitas se hallan lejos de aceptar, ya que para ellos el desarme sería sinónimo de quedar a merced del nuevo régimen donde son una minoría desplazada del poder.

Algo parecido ocurre con la comunidad drusa del país, otra rama minoritaria del islam, cuyos líderes apoyaron también al régimen de al-Assad desde un principio. Los ataques contra los drusos por parte de los islamistas rebeldes han llevado a Israel a amenazar con intervenir directamente en Siria para defender a los drusos, aliados de los hebreos en los altos del Golán y en el Líbano. La explosión de violencia de los últimos días ha abierto la puerta a que los israelíes apoyen la creación de un estado autónomo druso en el sur de Siria, lo que aumentaría el colchón defensivo de Israel, sumando a los altos del Golán y a los territorios tomados durante los últimos días de al-Assad, la región entera en la que viven actualmente los drusos.

Con esta maniobra, Israel lograría, además de reforzar su frontera, debilitar y fraccionar Siria, quitándole capacidad militar y, con ello, las posibilidades de influir y atacar territorio israelí. Por ahora, Israel ha atacado todos los complejos militares del nuevo gobierno cercanos a su frontera. A la vez, un estado autónomo druso reforzaría la alianza israelí con el pueblo druso, también de vital importancia en el escenario libanés, donde, a pesar del duro revés sufrido por Hezbolá en la reciente guerra, el futuro escenario parece bastante voluble, lo que hace necesario mantener a sus posibles futuros aliados al lado del bando israelí.

La pieza kurda del puzzle

Asimismo, con el mismo grado de importancia para el rompecabezas sirio, están los kurdos. Una de las piezas más difíciles de encajar a priori en el puzzle entero.

La región autónoma que controlan, Rojava, es el mayor objetivo de Turquía en la región, la mano que se encuentra detrás del nuevo gobierno de Damasco. A pesar de la reciente disolución del PKK, Turquía no piensa permitir una región kurda independiente que pudiera servir de base o inspiración a sus hermanos del norte en posibles futuros levantamientos armados como el que inició el PKK en 1984. El gran problema para Turquía y sus planes lo representan las bases norteamericanas que aun están en suelo kurdo y que evitan que los turcos se lancen sobre la Rojava kurda. Se considera a los kurdos como el mayor problema para el futuro régimen sirio. Pero el miedo y el temor se sienten en los dos bandos. La amenaza kurda de liberar de las prisiones de Rojava a miles de prisioneros del Estado Islámico, mostraba claramente el temor de los kurdos ante la figura de un islamista como Al-Sharaa.

Sin embargo, el gran miedo sirio se ha convertido en la primera gran victoria diplomática de Al-Sharaa, al mismo tiempo que se enfrenta a su primera gran crisis. El acuerdo logrado con las Fuerzas Democráticas de Siria, donde se encuadran las milicias kurdas del YPG, significa un gran paso adelante para mantener la unión del país y el futuro de la nueva siria de Al-Sharaa. Sin duda alguna, el acuerdo tiene relación con la reciente disolución del PKK, el histórico grupo armado que inició el levantamiento moderno de los kurdos en Turquía. Ankara ha logrado un golpe maestro, consiguiendo el desmantelamiento militar voluntario de los kurdos, tanto en el lado turco como en el lado sirio, posiblemente a cambio de autonomía y de influencia en el gobierno de Damasco. Al mismo tiempo, Al-Sharaa, logra pacificar un tercio de la superficie siria y aprovecharse de los recursos de la zona kurda a la vez que la estabilidad de un territorio eficazmente administrado. Sin olvidar que, manteniendo una buena relación con los kurdos, los presos del Estado Islámico seguirán en las cárceles de Rojava. Elemento este, el del Estado Islámico, que podría llegar a ser un factor desestabilizador de recuperar el poder militar y territorial que tuvo en 2015.

Pero, a pesar de la gran jugada kurda, nubes oscuras aparecen en el horizonte de la nueva Siria y la mayoría de sus sombras se cubren la figura del líder del nuevo proyecto, Ahmed Al-Sharaa. A pesar de su imagen occidental y moderada y de su cambio de nombre, nadie olvida su pasado como miembro de Al Qaeda, ni su actividad insurgente en Irak, ni su liderazgo al frente al-Nusra en Siria. Un pasado de terror y violencia que no parecen casar con sus promesas de un futuro de una Siria donde las minorías serán respetadas. Nadie duda de su capacidad organizativa ni de su talento para aunar estructuras y centralizar el poder de manera efectiva, como lo demostró uniendo las facciones islamistas y creando en el bastión rebelde de Idlib un gobierno único, organizado y eficaz. Para sus detractores este modelo es el que está intentando establecer en la nueva Siria, algo imposible si pretende que las minorías quieren tener voz y voto.

Y por último, está la cuestión de la influencia de Ankara. Con Al-Sharaa, Turquía ha logrado establecer en Siria la primera provincia del nuevo imperio neotomano de Erdogan, proyecto temido por las distintas minorías y que parecen no estar dispuestas a tolerar. Menos si cabe, si esa sumisión a Ankara lleva aparejado el desarme de las milicias y quedar a merced no solo de islamistas sunnitas, sino también de los intereses de Turquía. Parece que los kurdos han llegado a un acuerdo. Habrá que ver si Al-Sharaa y Ankara son capaces de lograr lo mismo con las otras minorías. Si no lo logran, la insurrección alauita podría repetirse, junto a la de otras minorías. La nueva Siria tiene por delante un largo camino aún. Habrá que ver si se repiten o no los errores del pasado.