Hace unos cuantos años, en 1992, Asunción Domeño Martínez de Morentin, publicaba, en forma de libro, un amplio trabajo sobre las pilas de bautismo existentes en Navarra; se titulaba Pilas bautismales medievales en Navarra. Aquel era un libro fruto de una ardua labor de investigación, y costaba entender que con el rico patrimonio que Navarra tiene de pilas de bautismo, hasta la fecha nadie se hubiese ocupado de ello. Tan solo algún autor había llegado a publicar pequeños trabajos sobre pilas concretas, siempre las más importantes, y que podrían contarse con los dedos de la mano.

Asunción Domeño fue quien dio el gran paso de hacer un estudio amplio sobre este tipo de piezas; y teniendo en cuenta que en Navarra podemos llegar a los cuatrocientos ejemplares, la autora, dentro de la amplitud de su trabajo, tuvo que dejar fuera del estudio a toda la cuenca de Pamplona. No hay que olvidarse que en Navarra tenemos cientos de pueblos muy pequeños, y conseguir la llave de la iglesia requiere un trabajo y unas gestiones que en muchos casos son más complejas que catalogar la propia pila bautismal. Solamente desde este punto de vista, hay ya que descubrirse ante la extensa muestra que Asunción Domeño dejó recogida en su libro y la profesionalidad con la que lo hizo. En aquellas páginas quedó recogida nada menos que la catalogación de 370 pilas bautismales de Navarra. Con aquel trabajo lo que la autora hizo fue sistematizar el capítulo artístico de la pila bautismal, con un estudio estilístico y formal de la fuente y de su ornamentación, intentando así desentrañar su significado y su relación con el sacramento al que estas piezas están ligadas. Se aprobaba así una de las asignaturas pendientes que a nivel artístico teníamos en Navarra. Cada una de las pilas quedaba localizada, identificada y catalogada en base a unos criterios artísticos en función de la forma, de la decoración y de otros aspectos relevantes, que a su vez permiten hacer un estudio mucho más profundo sobre la evolución de estas piezas o sobre el trabajo de los canteros.

Posteriormente, la realización y edición del Catálogo Monumental de Navarra vino a ampliar, todavía más, la buena labor realizada con el mencionado libro.

Protección y conservación Es una realidad que con el paso de los años muchos pueblos quedan despoblados y acaban desapareciendo. Y con ellos sus iglesias. Pocas cosas hay más dolorosas que enfrentarse a esta Navarra sumida en el silencio y en la ruina. Y en un tema como el de las pilas bautismales yo me pregunto: ¿sería muy difícil recogerlas, una a una, y trasladarlas a una nave en donde queden debidamente documentadas? La realidad es que hoy algunas de ellas sí que se han trasladado a otras iglesias en donde siguen cumpliendo con su misión de fuente sacramental. Pero la realidad es también que muchas iglesias han quedado abandonadas y abiertas, vía libre para el expolio de mercaderes y coleccionistas sin escrúpulos, y hay pilas que ya no están, y hay pilas que han sido arrancadas y están rotas y tiradas por el suelo, y hay pilas que han sido cuidadosamente desmontadas para apearlas al suelo y así servir de comedero a las ovejas. Y hoy hablo de pilas bautismales, pero podría perfectamente hablar de las campanas, de las aguabenditeras, y si se me apura, de púlpitos y de confesionarios, por poner tan solo algunos ejemplos.

Es de justicia decir que después de que hace unas semanas abordamos en esta sección el tema de las iglesias expoliadas, hubo alguien, quien sea, que tomó medidas, y se cerraron algunas de las iglesias indicadas en el reportaje. Así pues, no me importaría que después de la publicación de este reportaje, "quien corresponda" se ocupe de retirar aquellas pilas bautismales que están abandonadas, arrancadas, rotas y tiradas, y las lleve al Museo Etnológico de Navarra Julio Caro Baroja, o al Museo Diocesano de Navarra, o a cualquier otro lugar en el que se garantice su conservación. Aquí mismo haría pública una lista de pilas bautismales que debieran ya de ser retiradas, pero viendo cómo está el percal, me ahorraré el facilitar esta lista a los mercaderes de arte, esos que lo mismo se te llevan una portalada, un capitel, una pila bautismal, un escudo de piedra, y hasta una iglesia entera, que de todo ha habido. Y lo peor es que nunca les faltan compradores.

Valor artístico Pero al margen de las pilas bautismales que han quedado abandonadas a su suerte, y de que esto sea algo que hay que remediar, hay otras muchas, que afortunadamente son mayoría, que siguen ocupando su sitio y su función en iglesias que tienen culto. Ya hemos dicho que las pilas de bautismo de algunos de los templos que hoy están en ruina total en su momento fueron trasladas a otras iglesias. Por ejemplo: la de Amunarrizqueta la vemos en el centro del claustro de Roncesvalles; la de Ezcaniz fue retirada "a Cirauqui, o a un pueblo de la Ribera", me decía hace unos meses uno de los dos últimos vecinos; la de Gardaláin está en la iglesia de San Blas, en Burlada; la de Abaiz acabó en Eslava; la de Uli Alto fue en su día a Artozqui (ahora ya le he perdido la pista); mientras que la de Uli Bajo se trasladó a Salinas de Pamplona; la de Janáriz está en la parroquia del Sagrado Corazón, en Pamplona; la de Aizcurgui fue a Eparoz; y la de Zabalza de Ibargoiti está en la nueva parroquia de San Miguel de Noáin; por poner tan solo algunos de los muchos ejemplos.

Un servidor parte de la base de que todas las pilas de bautismo, sin excepción, son valiosas, y son valiosas por todo lo que han significado para la vida de esa localidad o de esa comunidad religiosa que queda agrupada en esa iglesia o parroquia; pero al margen de esta valoración, es importante decir que en Navarra tenemos algunas pilas bautismales de gran valor artístico, que podrían competir perfectamente, por su antigüedad, por su ornamentación, o por sus detalles decorativos, con las mejores de otras provincias o de otras regiones. Y cuando digo esto estoy pensando en la de Aoiz, en la de Unanua, en la de Azparren, en la de Cataláin, en la de Equiza; o en las de Urroz Villa, Najurieta, Larrión, San Pedro de Estella, Senosiáin, Elcano, Berroya, Pueyo, Vidaurre, Rípodas, Iturmendi, y afortunadamente un larguísimo etcétera.

Lo cierto es que las pilas bautismales están repartidas por toda Navarra. Y si las tuviésemos que censar por merindades habría que decir que Sangüesa y Estella son las más ricas en este tipo de patrimonio del mobiliario litúrgico; después estarían las merindades de Olite y la de Pamplona; y en último lugar estaría la merindad de Tudela, en la que Asunción Domeño solo halló tres pilas antiguas.

Resumiendo. Que las pilas bautismales que tenemos en Navarra podríamos decir que entre el trabajo que hizo Asunción Domeño y el Catálogo Monumental de Navarra, están ya catalogadas. Y esto es un paso de gigante.

La realidad es ahora la que nos muestra la otra cara de la moneda. La catalogación es importantísima, pero es insuficiente si toda esa enorme labor no la complementamos, desde ahora mismo (y en algunos casos ya es tarde), con una política de protección y de conservación de estos elementos patrimoniales.