Calle de las Navas de Tolosa, 1965
En 1965, año de la muerte de Winston Churchill y del asesinato del líder negro apodado Malcolm X, en el estado español se promulgaba la denominada Ley de Prensa, impulsada por el entonces ministro franquista Manuel Fraga Iribarne, futuro líder del PP y hoy autoproclamado demócrata de toda la vida. Las carteleras pamplonesas de la época anunciaban los estrenos de películas como Doctor Zhivago y Sonrisas y Lágrimas, mientras que el cine español, imbuido por aquel ambiente de desbocado aperturismo, paría engendros como Más bonita que ninguna, y las radios nacionales escupían machaconamente, con ritmo hipnótico, el Porompompero de Manolo Escobar y la Chica ye-ye de Conchita Velasco.
La imagen recoge una escena cotidiana de aquella Pamplona de 1965. Debió de obtenerse en invierno, a tenor de la desnudez de los árboles y del vestuario oscuro y abrigado que luce la gente, y puede comprobarse que, todavía en aquella época, las aceras estaban mucho más concurridas que las calzadas de las calles. Contamos tan solo cinco coches, entre los que destaca la silueta inconfundible de un Renault 4-L. La fotografía va presidida por la llamada Casa Alzugaray, a la izquierda, que era un imponente caserón de cuatro alturas y fachada con resabios clasicistas, incluyendo frontones triangulares y sillares decorados con el característico almohadillado rústico.
HOY EN DÍA los cambios operados en la calle son evidentes, empezando por los árboles, que en los 40 años transcurridos han crecido de forma notoria. La elegante casa Alzugaray, que había sido edificada por el arquitecto Nemesio Berrio en 1865, fue derribada hace tiempo, y en su lugar, para presidir la medieval calle de San Gregorio, el castizo boulevard de Sarasate y para abrir y dar paso al propio casco histórico, se levantó un edificio que ignora por completo la arquitectura del entorno, y que igualmente podía haber sido erigido en Iturrama, en San Jorge o hasta en la Brasilia de Niemeyer. Todo un logro urbanístico para su arquitecto y para los responsables técnicos y políticos que autorizaron su diseño y ejecución.
Al fondo de la imagen se ve, haciendo esquina y empequeñecido por los edificios modernos, uno de los pocos edificios de esta zona del Ensanche que sobrevivieron a la azarosa segunda mitad del siglo XX. Se trata de un edificio de ladrillo, y es uno de los pocos de Pamplona que juega con la policromía de dicho material, puesto que ese tipo de decoración es más propio de otras latitudes. Lo construyó José María Villanueva en 1890, y en la década de 1980 se planteó insistentemente su derribo. Seguro que en su lugar habrían querido levantar un bodrio como el que le flanquea, frío y anodino pero, eso sí, dotado con 5 ó 6 alturas más, para redondear y asegurar bien el negociete.