La casa nº 12 de la calle de las Comedias fue uno de los tres edificios que formaron parte del primer teatro de la ciudad. Se llamó Casa y Mesón. Junto a la Casa y Horno (actual nº 2 de la calle de Lindachiquía), la Casa de las Comedias (nº 14 y 16 de la calle Comedias) y el antiguo patio comprendido entre los tres edificios configuraron el primer recinto teatral apodado la Casa y Patio de las Comedias (1608-1841). Ahora, ese descolorido nº 12 es el único vestigio de un teatro solicitado por las mejores compañías del momento, citado por los viajeros en sus cartas y que requirió la intervención directa del Papa.

Dos siglos después, el pamplonés Vicente Galbete Martinicorena, de 62 años, y la tudelana Maite Pascual Bonis, de 65 años, ambos exdocentes con una larga trayectoria y estudiosos del tema, decidieron hace un año escribir un libro sobre la historia de este teatro. "Pretendemos que la obra sea para especialistas, curiosos y un público general", indica Galbete. Hace tiempo, ambos quisieron comenzar con la obra y ahora retoman la idea.

Con voz pausada, Pascual explica el origen de la Casa y Patio de las Comedias. "La institución de los niños de la Doctrina Cristiana encontró en este teatro una forma de mantenerlos. Junto con el Ayuntamiento, se decidió comprar las casas, adecentarlas y convertirlas en un teatro". Los niños de la Doctrina eran 50 huérfanos, 25 niños y 25 niñas, que entraban en la institución a partir de los seis años. La idea cundió. Una entrada normal costaba 18 maravedíes (medio real). "No era barato", apunta Pascual. Respecto al aforo, "recibió muchas quejas por su reducido tamaño", señala Galbete. Pese a ello, en el siglo XVIII se registró una sesión a la que acudieron 700 espectadores. La superficie total era de 465 m2. "Era un auténtico pulguero", señala Galbete. Otra prueba de su éxito fue el cambio de nombre de la calle, que pasó de llamarse calle de Sederías a calle de las Comedias.

La estructura, un "auténtico lío" Nuestro teatro estaba compuesto por las citadas casas y un patio. Cada una cumplía una función. La Casa y Horno se alquilaba a un hornero que se encargaba de hacer el pan para los huérfanos. "En 1664 se amplió el escenario y se eliminó el horno", subraya Pascual. La casa dejó de alquilarse y desapareció la figura del hornero. La Casa de las Comedias se alquiló durante el siglo XVII y XVIII a numerosas personas, sobre todo a familias de sastres. El tercer edificio es la Casa y Mesón, la única que; prácticamente, conserva la estructura del siglo XVII. "Tenía tres escaleras, una que conducía a los palcos del Ayuntamiento, otra que llevaba a los aposentos de alquiler, y la tercera; por la que se accedía a los aposentos del segundo piso. Una puerta conectaba con la Casa de las Comedias (donde vivía el mesonero)", explica Galbete. En 1664 se acometió una gran reforma. Se añadieron aposentos, el patio se cubrió (antes un toldo protegía de las inclemencias), el tablado se amplió, etc.

La Casa y Patio de Comedias era un "auténtico lío. Cada estamento social tenía una escalera y un pasillo que conducía a sus aposentos. La circulación era complicadísima", señala Galbete. Pascual añade que "todos los espectadores estaban juntos, pero no revueltos. Cada uno según su clase social". En el patio se ubicaban los hombres de clase baja. Las mujeres se colocaban en el segundo piso de la Casa de las Comedias, en la cazorla. Las autoridades (la Diputación, el virrey y los jueces) en el primer piso, el Ayuntamiento en frente del escenario y los canónigos de la Catedral en el lado izquierdo, junto al tablado.

"todos querían ver y ser vistos" "En el teatro se movía de todo", afirma Pascual. "Se hacían negocios, se pactaban leyes, las mujeres y los hombres se mandaban recados, los concejales acudían con trajes de seda… todos querían ver y ser vistos", subraya Pascual. Galbete coincide con ella. "El teatro era como hoy el fútbol. Nadie quería perderse el placer de ver una obra".

La Casa y Patio de Comedias alcanzó una gran popularidad. "Las mejores compañías lo solicitaban y el Papa tuvo que intervenir para que en Pamplona se pudiera seguir viendo teatro ya que en 1720 el Ayuntamiento, para impedir que llegara la peste de Marsella, ofreció el voto a Dios de que nunca más se harían comedias en Pamplona. Hubo un pleito que duró nueve años. El pueblo adujo que el Ayuntamiento no había contado con los barrios y que los huérfanos no se podía mantener sin el teatro. Finalmente, el voto se conmutó", indica Pascual. También hay cartas de viajeros del siglo XVIII y de soldados ingleses de Wellington que mencionan el Patio.

Como en otros recintos de la época, se representaron las obras de Lope de Vega hasta mediados del siglo XVII. Después, predominaron las de Calderón de la Barca. En 1841, el Ayuntamiento decidió construir uno nuevo. La Casa y Patio de Comedias se había quedado pequeña y antigua. En el mismo año se inauguró el Teatro Principal (hoy, Teatro Gayarre). En 1844 las tres casas se vendieron a particulares.

Hoy ese descolorido nº 12 de la calle de las Comedias es el único testigo de un espacio que durante dos siglos y medio acogió a las mejores compañías, a ricos, pobres y huérfanos. Pero, sobre todo, en ese espacio se vivió y respiró el teatro. Ese espectáculo que nadie quiso perderse.