Y en San Gregorio aquel cordero voló
EN Sorlada se alza majestuoso el santuario de San Gregorio donde acuden, sobre todo a partir de mayo, centenares de visitantes y peregrinos: unos en busca de un paraje singular y otros de consuelo espiritual, también quienes oran para que el prelado ostiense les "salve de las plagas" o quienes buscan todavía el ladrillo de los enamorados, e incluso quienes sueñan del posible milagro lo que la voluntad propia no ha podido conseguir? Malos tiempos para los venerables que se fueron a trabajar a Laponia. El caso es que las romerías siguen siendo masivas, particularmente de los pueblos cercanos.
Corre el año 1970. El segundo día de Pentecostés correspondía el turno a los vecinos de Los Arcos, asistiendo el Ayuntamiento en pleno que, como era natural, cargó todo el companaje, figurando en la carta el cordero, tradición respetada desde in illo tempore que diría un cura de la época, para asarlo en la hospedería aledaña. El ermitaño estaba ocupado en plena faena cuando se le presentó una cuadrilla, asimismo de la villa del Odrón, entreteniéndole amistosamente, mientras otros jóvenes le birlaban sabroso cordero que metieron en un saco para huir en busca de lugar seguro donde dar buena cuenta.
Un joven de Sorlada, Jesús Gastón Crespo, que a la sazón cumplía con el servicio militar en Barbastro y al parecer poseía virtudes poéticas dedico a la proeza sus versos, aportando enjundiosos datos al suceso. Decía así el bardo local:
"La noticia se corrió / en horas por todo el contorno / qué misterio se encerraba / entre las brasas del horno.
Aguas de tus reliquias / en tiempos se bebió / ahora, vinos y copas, / de eso me encargo yo.
La hazaña les puso a todos / un poco desorientados / solamente con pensar / que no tenían asado.
Mis respetos al alcalde / Ayuntamiento en general / ya que esta hazaña del siglo, / ha de dar mucho que hablar.
Componentes de la sala / todos con mucha gazuza / gracias pudieron dar / a Julio con su merluza.
Para tomar café a gusto / no hay mejor que buen reposo / no sé qué opinarán / el Sargento y sus colosos.
Restaurante San Gregorio / todo delicia y confort / que se sirven los asados / directos del asador?
Hay bromas que dejan gusto, / otras dejan mal sabor, / esta les ha dejado / la grasa en el asador."
El trovero de la Berrueza, ya fallecido, continuaba con otra ripiosa alusión al suceso que decía;
"Este año se inauguró / las aguas y el alumbrado, / ¡Cómo olfatea la gente / desde fuera el asado!
Hay obras de caridad / otras de entendimiento, / las obras que menos cuestan: / robar al Ayuntamiento.
Ermita de San Gregorio / sufriste un atentado / una cuadrilla de expertos / os dejaron sin asado.
La cuadrilla más famosa, / sin rumbo ni paradero, / subieron a San Gregorio / para llevarse el cordero.
Es cuestión de habilidad / y pocas horas de ensayo, / solo falta entretener / un momento al ermitaño.
Antes en San Gregorio / dicen que entraban de noche / ahora la gente moderna / de día y con buen coche.
Para comer hoy en día / ya no hace falta cartera / lo único que hace falta / coche puesto en carretera.
¡Oh, San Gregorio Ostiense, / Glorioso Cardenal!, / protege a los corderos / que cambian de lugar.
Dicen que en el portillo / van a poner una aduana / y evitar complicaciones / en el pueblo de Sorlada."
Un suceso real. Para los chorizos -de ayer y de siempre- un consejo de balde: "esconde la mano que viene el bicarbonato."