Piscina o río; río o piscina... Parece que hablar de río y baño signifique desplazarse en coche hasta alguna zona habilitada para ello. Ir a un pueblo cercano a, o quizás a una zona próxima a un pantano. Sin embargo, por la capital foral pasa el río Arga y por la cuenca, también afluentes. Y a lo largo del Parque Fluvial, en ciertos puntos a menos de dos minutos de paseo desde las murallas (por ejemplo, en la zona en la que se ubica el Molino de Caparroso, bajando la cuesta de Labrit) se puede disfrutar de lugares de agua dulce muy propicios para el baño.
río arga
Parque Fluvial
Por el área de Barañáin, bajo el cementerio tras el Puente Miluze y a lo largo de San Jorge no son zonas en las que las personas se bañen. La gente camina buscando el frescor de la vera de un río y su flora, pasea al perro o, llegando a Biurdana y Cuatrovientos, algún vecino pesca (o, al menos, echa la caña y espera). "Por aquí no se baña nadie porque hay suciedad, ya que nos llega de todo el recorrido anterior del Arga", comenta Fernando F., de 56 años y vecino de San Jorge.
Hacia el tramo de la Rochapea, pasado el Puente de las Oblatas, ya hay alguna toalla en la hierba. Es un buen sitio para echar la siesta y, el Casco Viejo, se encuentra nada más que a una cuesta de distancia, para algunos, y a un ascensor, para otros. "Estamos de vacaciones y viajamos en caravana", cuenta Nuria señalando a su hija Erika, de Girona. "Hemos aparcado frente a ese japonés, y con este calor... hemos visto la sombra y así estamos, tumbadas en las toallas, para descansar y sentir algo de fresquito".
Parejas recostadas, peregrinos con los fardos a cuestas, paseantes. Ese es el dibujo de este tramo del río en la Rochapea. No hay bañistas. Tres jóvenes de 21 años del barrio comentan que para mojarse es mejor la zona de la pasarela por la limpieza del agua y, "aquí, te vienes a aislarte y tranquilizarte".
Sin embargo, unos pasos más allá, en San Pedro, los amigos Maikel Echeverría y Julen Giles, de 16 años y rochapeanos, saltan al agua y aseguran que es una buena zona. "Venimos desde hace tres días y se está a gusto", opina Echeverría recién salido del agua. "No cubre mucho, pero el agua está fresquita y aquí no la vemos sucia", añade Giles. En la otra orilla, una pareja parece pensar lo mismo: ella nada y él la mira sentado refrescándose los pies.
Llegando a las pasarelas el ambiente es diferente: movimiento, risas y gritos. Aquí sí que hay cuadrillas. Se combinan partes en las que cubre más y menos; y los árboles, para saltar desde ellos, son fáciles de trepar. Incluso hay cuerdas para hacer piruetas. La presa del Club Natación hace el papel de tobogán. Además, se puede llegar al otro lado sin necesidad de mojarse la cabeza (eso sí, mejor llevar calzado cómodo y atado, que algunos olvidan que esto sigue siendo un río). "El agua está muy buena cuando hace tanto calor", comenta Mohamed Ejjerf, de 26 años, "y es cómodo venir y nos lo pasamos muy bien".
Cerca, pero en una zona más tranquila alejados de las cuerdas, se encuentra un espacio más verde y llano con alguna toalla suelta con gente leyendo o durmiendo.
La vista de las murallas, la cercanía y comodidad del ascensor del Fortín de San Bartolomé, una casa de peregrinos, la vegetación, merenderos habilitados y la limpieza y poco peligro del agua en este tramo, hace que sea una de las zonas del río con más vida de Pamplona. Y el río Arga, y el Ultzama y las presas de Huarte, están para eso: para vivirlos y cuidarlos.