A la presa, al molino y al puente, hace nada, los declararon "bien inventariado", lo que no ha gustado a todo el mundo pero a la gente de aquí nos ha parecido muy bien, porque nos gusta, hemos jugado (y pescado) en ella y es un poco-mucho como un pedazo de trozo de nuestro Elizondo, del pueblo de toda la vida, de siempre.
En el bien documentado informe que elaboraron los historiadores Fernando Cañada y Roberto Ciganda, por encargo de Protección del Patrimonio, se dice que la primera mención del molino de Elizondo es del 22 de mayo de 1397, cuando Carlos III el Noble concede a doña Toda Martínez de Medrano "un tributo perpetuo de 80 florines de Aragón que los vecinos de Elizondo pagaban hasta entonces a la Corona", y que el 4 de agosto de 1416 un incendio "arrasó buena parte de Elizondo y, para ayudar a la reconstrucción, el mismo rey otorgó exención de imposiciones ese mismo año.
Luego, según dicho informe, durante ese siglo XV desaparece el pago de los elizondarras a los sucesores de doña Toda Martínez, y en toda la Edad Moderna y hasta la mitad del siglo XX se documenta la actividad del molino como harinero, recayendo su titularidad en "un nutrido grupo de porcionistas" de tal forma que (en los siglos XVI y XVII) "todos los vecinos gozaban de su correspondiente porción", con la particularidad de que estaba (la porción o acción) vinculada a la casa y no al individuo titular.
En el siglo XIX, el molino continúa su actividad harinera y los porcionistas emprenden la reconstrucción total del edificio, levantando el que se conserva en nuestros días y linda con Casa Ribot, en tanto que la presa también se reforma y acomoda a las nuevas circunstancias y se mejora su estado. Hacia 1890, se le incorpora una nueva función como central hidroeléctrica, la primera de Baztan y "una de las primeras de España".
"icono de la ciudad"
Interés histórico y etnológico
Los autores del informe, que a los aspectos técnicos e históricos han sabido añadir el sentimiento de la población, afirman que la presa es el "icono de la ciudad" y que las primeras postales del siglo XX muestran la presa y el puente en su configuración actual, de donde se desprende que no les afectó la inundación de 1913. Y destacan que "hay que tener presente" y debiera conducir a un informe específico que las casas construidas al borde del río "están pilotadas, y la destrucción de la presa haría posible su hundimiento por variación de las condiciones de humedad de las cabezas de los pilotes, causa conocida de ruina en edificaciones históricas".
Refieren que el arquitecto Javier Torrens, restaurador del palacio de Arizkunenea, les recordó que en el transcurso de los trabajos (entre 1984 y 1986) escuchó que los trabajadores de Elizondo aseguraban que "estaba pilotada como otras grandes casas edificadas a lo largo del río a su paso por la localidad". Una afirmación que los elizondarras han conocido "de siempre" de sus ancestros, igual que la antigüedad del puente "con un origen posible en la Edad Media" y de unión entre los barrios situados a ambos lados del río, que ha tenido alguna reforma pero "su estructura sigue siendo antigua".
Hoy, en ese puente que abraza Elizondo se lanzará el chupinazo de las fiestas que inició un hombre del barrio, Fernan Fernández (+) hace más de medio siglo, con su piñata ilusión de los niños y su ruidosa traca final que para los tiempos eran el non-plus-ultra festivo. Y los elizondarras, más que nunca este fin de semana, acudirán(emos) a visitar su txoko (Txokoto), que es como el jardín de su casa. Y más aún.