Hace unos cuantos años me preguntaron por qué aparece la fecha de 1913 en la Cruz de Peñaguda. Como hice entonces, y hago ahora, tomo como base para este breve comentario lo que Antonio Ilundáin Sagüés escribe al respecto en su libro Se lo llevó la Virgen: Carlitos (Pamplona, 1952).

En 1913 se celebró en todo el mundo católico el 16º centenario de la paz de la Iglesia Católica, cuando el emperador Constantino Magno concedió a los cristianos la libertad de sus cultos con el llamado edicto o decreto de Milán (año 313).

Por este acontecimiento, en Navarra se celebraron grandes actos religiosos, ordenador por el señor obispo. Y Estella, que no fue menos, lo celebró también.

Con motivo de dicho centenario, erigió esa gran cruz de cemento que preside la ciudad en el paraje de Peñaguda (en vascuence, Aiztondeta). Se pensó así porque al emperador Constantino, en una memorable ocasión en la que iba con su ejército, se le apareció una luminosa cruz con la siguiente inscripción: Con esta señal vencerás.

En Estella, coincidiendo con una de las tres fiestas de la Santa Cruz que entonces se celebraban, organizó un solemne tríduo en la iglesia de San Juan, en el que intervino el predicador local D. Corpus Garín.

Se exhortó a los estelleses a que aportaran fondos para la construcción de la cruz. Se nombró una junta que, además de administrar los fondos, elegiría el emplazamiento.

El ingeniero Matías Colmenares Errea (el mismo que hizo la actual plaza de toros) se encargó de hacer los planos y el proyecto de la cruz. La realización se le encargó a un tal señor Cañete.

La cruz tiene once metros de longitud (nueve a la vista dos de cimentación). En su interior se introdujo una arqueta de zinc que contiene los nombres de los donantes, datos y documentos propios del caso. En el exterior se puso la inscripción en bronce dorado del año 1913 y que aún se ve a gran distancia.

En la inauguración se bendijo la cruz por parte de D. Corpus, acudiendo todo el Ayuntamiento, así como muchos estelleses, para los que no fue obstáculo ni la distancia, ni la altura, ni los chaparros ni pedruscos del terreno.

Se dice que en el momento de la inauguración, a los estelleses que no accedieron al paraje de Peñaguda y veían de lejos la ceremonia, les pilló un breve xirimiri y al tiempo se produjo la visión del arco iris enlazando las dos cruces: la nueva y la llamada de los Castillos. Fenómeno que observaron desde la ciudad, pero no quienes estaban en Peñaguda junto a la cruz.

Supongo, y deseo, que tratándose de la gran importancia que este centenario tiene para los cristianos, tendrá su respuesta conmemorativa, sobre todo en Estella, similar a lo que sucedió hace ahora cien años.

Domingo Llauró