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Calle de Paulino Caballero, 1953

Calle de Paulino Caballero, 1953Foto: j.j. Arazuri, de 'Pamplona, calles y barrios'

En 1953, las calles del llamado Segundo Ensanche pamplonés se ajustaban muy bien al patrón de urbanismo moderno que se había venido propugnando durante las últimas décadas en las ciudades de la época. Este modelo, impulsado por las élites burguesas, buscaba una tipología urbana bien dotada de servicios, que estuviera caracterizada por los diseños rectilíneos y ortogonales, y que proyectara además una sensación más o menos consciente de racionalidad, orden social e incluso de higiene. En el caso concreto de esta calle, además, esa impresión de amplitud se ve reforzada por otros dos aspectos puntuales y coyunturales, la escasa altura de los edificios y la carencia de vehículos aparcados en los bordes de las aceras.

La fotografía muestra un tramo de la calle de Paulino Caballero, en los sucesivos cruces con la calle Arrieta, en primer término, con la avenida de Roncesvalles luego y, ya al fondo de la imagen, con la calle Cortes de Navarra, cerrándose la perspectiva con el muro de la basílica de San Ignacio. Puede apreciarse que en la acera de la derecha se alineaban unos cuantos chalés, supervivientes de la primera generación de edificios construidos en el Segundo Ensanche, mientras que en la acera opuesta se levantan bloques de cuatro alturas y diseño ecléctico, en los que no faltan galerías de arquillos, miradores de piedra, frontones ornamentales y cresterías decoradas con bolas al estilo escurialense.

HOY EN DÍA, las calles del Segundo Ensanche suelen presentar un aspecto bien diferente al de sus orígenes, sobre todo aquellas que, como el caso que nos ocupa, no han sido aún peatonalizadas. Es muy evidente la verticalización de los edificios, que en su mayor parte han visto duplicada su altura, llegándose en alguno de los casos hasta las ocho alturas. Anotamos que ninguno de los edificios de la fotografía antigua, a excepción de la basílica de San Ignacio, ha sobrevivido al trayecto de sesenta años transcurrido entre ambas imágenes, lo cual supone una renovación total de la edilicia de esta zona, en un lapso de tiempo que, hablando en términos urbanísticos, podríamos calificar como de muy corto.

Además de la mayor altura de las construcciones, otro aspecto que contribuye a la actual impresión de abigarramiento de las calles del Ensanche es la presencia agobiante de tráfico rodado, que obliga al fotógrafo a esperar pacientemente el momento de obtener la imagen, así como los aparcamientos en batería, que reducen considerablemente la anchura efectiva de las calles. En cuanto a los edificios levantados, que quieren que les diga, a mí no me gustan. Descansan en sí mismos, no hacen ciudad ni respetan la tradición precedente y, en definitiva, podían haber sido construidos para cualquier barrio de Pamplona de los levantados a lo largo del siglo XX, como el moderno San Juan, Iturrama o San Jorge.