elizondo - Los churros que se disfrutan en Elizondo y en el Valle de Baztan en general tienen denominación de origen en Logroño, aunque ya son por completo “de la familia” y precisamente acaban de cumplir medio siglo anticipando que llega alguna festividad o jornada ferial. La churrería La Exquisita, que hace honor a su nombre según su numerosa y amistosa clientela, llegó a Elizondo en 1965 el víspera de las Ferias de Otoño, que aquel año cayeron en 29 y 30 de octubre, viernes y sábado, y desde entonces no ha faltado un año, y van cincuenta, atendiendo y endulzando desayunos y meriendas o paseos, cucurucho de papel en mano, y degustando uno de los frutos de sartén más populares donde los haya.
“Los churros no desaparecerán nunca”, asegura Manolo Manolo Campos, el titular con el permiso de su esposa Arrate Villamor, hija de los churreros originales, el buenazo de Teófilo (+) y de su esposa, Juanita Vergara, que son los que se estrenaron aquí en Elizondo medio siglo atrás. Manolo iba para abogado que estudió en la Universidad de Zaragoza, conocía a Arrate desde niña y ya de novios se dejó del Derecho y se lanzó a ir “de feria en feria” en 1983 y hasta ahora.
Aquí son ya como una institución, de la casa, en uno de los dos únicos pueblos, Bera y Elizondo, que trabajan en Navarra, junto con Lekeitio en Bizkaia y un montón (Bergara, Lasarte, Arrasate-Mondragón y otros) en Gipuzkoa, y defiende la antigüedad y la nobleza de su producto estrella como cosa propia, que lo es en realidad. Hombre campechano y amigo de sus amigos, comparte la partidica de mus antes de darle al churro y comenta que “tiempo atrás le gustaban tanto a un rey (no de los de la baraja) que hasta decretó librar de impuestos a los churreros”.
En su opinión, siempre frente a la casa Paularena y cerca de la plaza, “el churro no tiene otro secreto que la calidad del género (harina, agua, sal), un buen aceite de oliva (siempre a 220º) que es el mejor para la fritura y la más absoluta limpieza”. Mientras opina que Elizondo “no ha cambiado tanto como dicen algunos”, quizás porque su clientela es tan fiel como ellos y el cariño y simpatía son mutuos.
Con su amigo el Huevero de contrincante, mientras se reparten los naipes bromea diciendo que “los más mangantes del mundo somos los que vendemos por docenas”, y se le ve feliz de estar un año más con la gente con la que aquí convive. Calcula que gas tan “entre 7.000 y 8.000 kilos de harina, y unos 5.000 litros de aceite de oliva, “siempre de Cascante y lo cambiamos todas la semanas”.
“Básicamente, el asunto (la churrería) se mantiene como ha sido siempre, lo que ha cambiado algo es la maquinaria, pero poco, y que ahora se sirven también otros artículos (churros rellenos de chocolate o de crema pastelera, gonfles, patatas fritas, algodón de azúcar y cosas así) aunque esta historia es la que se ha conocido de toda la vida”, comenta Manolo.
Por cierto, que el baranda (el jefe) asegura que su mujer, Arrate, que es la simpatía y la elegancia personificadas, se casó con él “al ver que tenía buenos brazos para hacer la masa”. Y su esposa afirma que Manolo “hace los churros mejor que yo”. Para Arrate, churrera de segunda generación tras sus padres Teófilo y Juanita, “venir a Elizondo es muy agradable, porque después de tantos años se hacen amistades y gusta saludar a los clientes y amigos de siempre”.
A su madre, Juanita, ya jubilada “también le hace ilusión venir, ha pasado un mes aquí y este fin de semana volverá”, como iniciadora de La Exquisita con su marido. Y Manolo, un tipo simpático y bromista, asegura que los churros gustarán siempre: “A los chavales se los regalamos de vez en cuando y así se enganchan”. Igual que los elizondarras y baztandarras que les acogen con los brazos abiertos desde hace 50 años.