castejón - Monjas, bebés, pequeños mal encarados, mujeres de época, autómatas..., a medio camino entre la pasión y el terror que generan las rostros inmutables de las muñecas antiguas, la pamplonesa-alemana Gisela Wegener vive rodeada de estas figuras de rostro inmutable que colecciona desde hace 30 años. Wegener expone un centenar de ellas, y algunos juguetes, en el Museo de Castejón hasta el próximo 10 de diciembre. Nacida en Bremen (Alemania) se trasladó a Navarra hace 53 años, donde trabajó como terapeuta ocupacional en el Hospital Psiquiátrico de Pamplona. Además de trabajo, Gisela Wegener encontró en Navarra el amor y se casó con un vecino de Estella con el que vive en Pamplona. Cada muñeca tiene su historia y origen que la coleccionista alemana recuerda perfectamente como si se tratara de sus propios hijos.
el origen Comenzó a coleccionar muñecas después de encontrar una en muy mal estado en una fábrica de muebles en la localidad ribera de Corella. Al coger la muñeca, Gisela se dio cuenta de que estaba fabricada en Alemania y pertenecía a la empresa Tortuga, que, como ella sabía, es el más antiguo fabricante de muñecas. Esta empresa alemana lleva fabricando juguetes desde 1896 y no ha dejado de hacerlo, ya que sigue en funcionamiento en la actualidad. Aquella primera muñeca abrió un mundo y una pasión por el coleccionismo de estas pequeñas joyas.
La siguiente figura que añadió a su incipiente colección fue una muñeca monja. Precisamente, el hecho de que una muñeca para una niña estuviera vestida como una monja le llamó tanto la atención (era la primera vez que veía algo así), que decidió adquirirla. Esta muñeca-monja la encontró en Eslava, en una bajera de un señor que hacia de correo entre Eslava y Sangüesa. “Antiguamente cuando una chica entraba en el convento de clausura era costumbre regalar a la familia una muñeca monja”. “Luego encontré otras similares pero la primera es la madre superiora de todas”, afirma con una sonrisa.
Otra de las que destaca dentro de las que se pueden ver en el Museo de Castejón es la más antigua que posee y que tiene 200 años. Fabricada en Alemania, procede de la zona de Turingia, “donde se asentaron los primeros fabricantes de muñecas”. “De la elaboración de aquellas muñecas vivían familias enteras haciendo un trabajo artesanal. Unos les hacían los ojos de cristal, otros los dientes de bambú, otros pintaban el pelo...”, señala.
Conocida su afición, otras muchas las ha conseguido de regalos, como una muñeca andadora catalana de los años 30, que tiene por nombre Carmencita. Se la entregó una amiga canaria y procedía de un obsequio de un representante comercial del azafrán Carmencita que les entregó a los padres de su amiga, que tenían una tienda de ultramarinos en Las Palmas.
Mercadillo, tiendas, rastros, anticuarios, regalos, las muñecas que posee Gisela Wegener tienen múltiples procedencias pero, a pesar de que se hable de ellas como de juguetes, la coleccionista alemana asegura que “las muñecas antiguamente no eran juguetes para niños, sino para personas mayores; por ese motivo se han conservado hasta la actualidad tantas y en tan buen estado”.
otras procedencias La exposición muestra también figuras de procedencia de otros continentes como Asia o África donde, al proceder de otras culturas, visten como en los países de origen. De hecho, una de las muñecas japonesas que se puede ver en Castejón tiene 120 años y la compró Gisela, curiosamente, a un anticuario de Estella. La pequeña asiática de ojos negros y fijos había llegado a Navarra desde Argentina. “La moda de lo oriental llegó a Europa y contagió también al mundo de los juguetes. Al margen de este caso, países como Alemania también elaboraron muñecas con rasgos orientales y vestidas con los tradicionales kimonos. Por eso he traído también muñecas japonesas made in Germany”.
En este sentido, la exposición sorprende al visitante igualmente con muñecas africanas cuya elaboración es totalmente artesanal y algo primitiva ya que se realizaron con trapos por no disponer de otros materiales. “Fueron fabricadas hace 70 años y me las trajo una hermana mía que vivió en la República Sudafricana”, señala la coleccionista.
Por último, otro de los grupos de muñecas con los que cuenta Wegener son las relativas a trajes regionales e indumentarias de otros países europeos. En este apartado se encuentran las que aparecen vestidas con lo que era la tradicional forma de vestir de las mujeres en León, Salamanca, Bulgaria, Rumanía o de varias regiones francesas.
juguetes y autómatas La pasión de la alemana afincada en Pamplona no se centra sólo en las pequeñas figuras de rostros inexpresivos. También le apasionan las denominadas de carácter (aparecen llorando, riendo o enfadadas), los autómatas (un arlequín que si se gira una manivela se pone y se quita un antifaz) y los juguetes infantiles.
En el apartado de los juguetes ha traído hasta el Museo de Castejón algunos muy destacados como un arca de Noé (en la que aparecen los animales y el propio Noé con su mujer) que fue construido en Turingia (Alemania). Este arca fue adquirida por un inglés y después un anticuario de San Sebastián, de visita en Inglaterra, se hizo con ella donde, finalmente, la encontró Gisela Wegener. Otros juguetes elaborados en Alemania, en Nuremberg, es una noria que funciona con vapor y otra noria, más humilde de fabricación española, que se hace girar con una manivela.
La exposición de Gisela Wegener se puede disfrutar en el Museo de Castejón hasta el 10 de diciembre (los jueves, viernes, sábados, domingos y festivos de 11.00 a 14.00 horas).