pamplona - “El rato que vengo aquí es el mejor de todo el día. Nos llevamos todos muy bien y estamos muy a gusto. Estoy con una cuadrilla majísima y somos una piña”, cuenta José Luis Zabalza, vecino de Iturrama que de lunes a viernes se presenta a las 10 de la mañana y encantado de la vida en las instalaciones de Adacen en Azpilagaña. Él es uno de los 22 usuarios que, desde abril, participa en Envejeciendo Juntos, un proyecto piloto que busca prolongar la estancia en el hogar de personas mayores con afectación neurológica.

Este centro de atención comunitaria de barrio ofrece cercanía en servicios de rehabilitación y estimulación con los que se ayuda a mantener las capacidades de los usuarios para la vida diaria. El concepto de cercanía se amplía a los propios domicilios de los usuarios, donde pueden desplazarse las trabajadoras de Adacen para ver in situ, por ejemplo, la autonomía de un anciano al afeitarse o dar pautas rehabilitadoras.

“Lo que hacemos es ver qué necesitan estas personas, pero también qué quieren. Intentamos que el servicio esté muy centrado en ellos mismos y en sus propias decisiones. Su bienestar es un objetivo importante. Y también que reciban una estimulación, tanto física como cognitiva”, describe Antonia Amorena, trabajadora social y coordinadora del proyecto.

Con estas premisas, los ancianos disfrutan de una atención profesional e individualizada, llenan sus mañanas de contenido y ejercitan mientras tanto cuerpo y mente en compañía.

Hacen de todo. Hoy toca partida de petanca por equipos y la cosa está apretada. Rojos y azules empatan a cuatro, aunque el marcador y los colores dan un poco igual porque todos se felicitan después de cada lanzamiento. En un tiempo muerto Peio Baranda detalla cómo invierte su tiempo gracias al meticuloso registro de actividades que apunta en su agenda: “Hemos jugado al ahorcado, hemos hecho una tarjeta de felicitación, hemos pintado un bodegón... Hemos trabajado la comprensión y la memoria con un vídeo de Navarra, hemos leído el periódico... He jugado al dominó y he ganado. Y el canto ha sido lo que más me ha agradado”. Para demostrar la última afirmación se arranca con una estrofa mientras el resto del grupo le hace los coros: “Cuando los aldeanos plantan la berza, levantan más el culo que la cabeza”, canta con gracia.

“Es una canción muy suya”, dice la logopeda Ana Galache, que destaca el trato cercano que se dispensan unos a otros “es como estar en familia”, y cómo desde el punto de la mañana “estamos riéndonos a carcajadas”. “Y sin vino”, puntualiza Zabalza para que nadie se asuste. “Solo café”, asegura.

“Yo tenía problemas para caminar y ahora vengo todos los días a recuperarme. Y voy muy bien”, explica por su parte Julia Larregui, que también dice “disfrutar mucho” aunque suela perder a la petanca. “Ya iremos mejorando poco a poco”.

Y a José Luis Arnedo, que no puede parar de sonreír (evidente síntoma de que disfruta), se le pasan sin darse cuenta las cuatro horas de la mañana porque “aquí hacemos muchas cosas. Primero estás con una, luego con otra haces gimnasia, a las 11.30 nos traen el café con pastas... todo muy bien”, explica. “Y quiero destacar lo agradable que es la gente”, finaliza con un guiño a las trabajadoras.

Desahogo familiar Seis empleadas (trabajadora social, neuropsicóloga, fisioterapeuta, TAS, terapeuta ocupacional y logopeda) se ocupan del bienestar de los usuarios. Y de forma indirecta también contribuyen al bienestar de sus familias, para quienes estas horas de asueto (el centro abre de 10.00 a 14.00 horas, una más si el usuario se queda a comer), suponen un desahogo en el cuidado de una persona dependiente.

Pilartxo Zabalza, hija de José Luis, comenta que “para nosotros es un alivio, porque además él va muy contento y se lo pasa muy bien. Y mi madre por lo menos puede disponer de unas horas para hacer sus cosas, deporte, compras... todo lo que tiene que hacer una persona. Ahora está mucho más relajada. Ella es una persona muy activa, y antes apenas salía de casa. El hecho de que él esté atendido le da mucha tranquilidad”, dice.

“Y para los hijos supone la tranquilidad de saber que los dos están bien”, explica después Zabalza, que recomienda este servicio “al cien por cien. Nuestra única preocupación era que él fuera a gusto, que se encontrara bien... está encantado y además le viene muy bien para ejercitarse, porque si no estaría todo el día sentado en el sofá”, detalla. “Por referencias de mi padre, que es lo que más me importa, él también está muy contento con el personal. Son unas chicas muy cariñosas, y le fuerzan a que haga algo y se mueva, porque si no estas personas se vuelven un poco vagas, dan menos de lo que pueden dar. Ellas les obligan a esforzarse, y además lo hacen con cariño”, concluye Zabalza.

Para Antonia Amorena, este espacio también hace las veces “de punto de encuentro para las familias. Aquí se juntan por las mañanas, hablan, comentan y se sienten muy identificados unos con otros. Eso también me parece muy enriquecedor”, comenta.