burlada - 10 de octubre de 1976. Un chaval de 24 años huye de la Guardia Civil por un supuesto robo y es alcanzado por una ráfaga de disparos cuando trata de encaramarse a un muro de piedra. No es el guión de una película sobre el régimen franquista. Mari José Alonso Castillejo, de entre once hermanos, no olvida aquel día. Tenía 13 años y regresaba con otras de sus hermanas de fiestas de Villava cuando escuchó lo que creyó que eran cohetes en lugar de disparos. “Nos encontramos con un compañero de Francisco en la acera, esposado y llorando. Lo dejaron morir...”, relata. En el mismo lugar donde 40 años atrás Francisco Alonso caía abatido por los disparos de la Guardia Civil, a la altura del número 21 de la calle Merindad de Sangüesa, el Ayuntamiento de Burlada colocó ayer una placa homenaje. Un aurresku y un ramo de flores dieron calor al acto que tuvo lugar en presencia de seis de los once hermanos y representantes de los grupos municipales Cambiando Burlada y EH Bildu.

Pakito murió mientras trataba de saltar el muro de la fábrica Embutidos Venancio Villanueva. “Lo dispararon por detrás, a bocajarro. Podían haberle esperado en el portal de casa, sabían donde vivía... en la calle San Miguel”, subraya Toni, que recuerda cómo un grupo de personas mayores les apartó de la escena del crimen. Uno de aquellos disparos le perforó la espalda a la altura del corazón que le dejó herido de muerte, tendido en el suelo, donde estuvo más de media hora hasta que una ambulancia lo recogió.

Mientras permanecía en el suelo los policías que le custodiaban no permitieron que nadie le asistiera. Francisco fallecía instantes después en la ambulancia que le trasladaba al Hospital de Navarra. “La trágica noticia no tardó en extenderse por Burlada generando una profunda conmoción entre la ciudadanía. Las muestras de dolor y las protestas no se hicieron esperar. Ese mismo día se realizaron en Burlada asambleas, manifestaciones o el cierre de comercios y bares, protestas que fueron reprimidas por la Guardia Civil”, destaca en un manifiesto el equipo de gobierno municipal con la intención de “recordar los hechos para rescatarlos del olvido, reparar su memoria y homenajear a sus familiares”. También en otras localidades se produjeron actos de solidaridad como manifestaciones en Pamplona o la suspensión de las fiestas de Villava en señal de duelo. Al día siguiente los paros se extendieron por los principales centros industriales de la Comarca de Pamplona, expusieron ayer en una charla posterior al homenaje el exconcejal de Burlada Enrique García y el sindicalista Ángel Sanz. Frente a la solidaridad popular y la conmoción generalizada por la gravedad de los hechos la otra cara de la moneda fueron las notas oficiales. Tanto la Comandancia de la Guardia Civil como la de la Delegación del Ministerio de Información y Turismo no sólo trataron de “justificar la actuación policial sino que, además, para ello no tuvieron duda en denigrar el nombre de Francisco Alonso relatando exhaustivamente todo su historial policial y judicial”.

Conchi subiría con su padre pocos días después a la sede policial de la avenida de Galicia para pedir una “explicación”: “Nos volvimos con el rabo entre las piernas. Querían avergonzarnos, como si mi hermano fuera Al Capone, para que no armáramos jaleo... nos despreciaron. Mi padre salió llorando y es la única vez que le he visto llorar. El trato fue inhumano”.

Pakito tenía 24 años y acaba de salir de Nanclares de Oca, donde cumplió varios años de condena por “delitos de robo, nunca nada grave... coches que cogía y dejaba tirados después de probarlos o máquinas tragaperras”. En la Burlada de 1976 no había oportunidades para el hijo de una familia humilde. “Los chavales jugaban en la calle, no había locales ni actividades, era un pueblo sin personalidad”, destaca Conchi que pudo ver la foto con la espalda acribillada por los disparos. “Tenía mal los tobillos. Había una alambrada metálica sobre el muro que trató de subir... lo cazaron cuando trató de saltar. Fue un guardia que era vecino de Burlada”. Pakito era un chico alegre, tocaba la guitarra y había trabajado de “maca” llevando pedidos en el mercado. “Tenía ganas de comerse el mundo y le gustaban los coches...”.

El Consistorio municipal, la misma institución que 40 años atrás y con Rafael Gurrea como alcalde llegó a pedir la apertura de una investigación, aprobó en el último pleno una moción en la que reconoce a Alonso Castillejo como víctima de la violencia policial. Asimismo, exige al Estado que respete la voluntad mayoritaria que expresó el Parlamento con la ley de reconocimiento y reparación de las víctimas de motivación política provocados por grupos de extrema derecha o funcionarios públicos, y que retire el recurso tramitado ante el Constitucional para que de esa manera la familia de Francisco vea “reconocidos los derechos que le corresponden como víctimas de esta violencia”.

“Han transcurrido 40 años desde la muerte de Francisco Alonso Castillejo, sin embargo los hechos nunca fueron investigados a pesar de la evidencia del desproporcionado uso de la fuerza policial. Es por ello que el Ayuntamiento quiere hacer un reconocimiento público a Alonso y a su familia por ser un joven de nuestro pueblo que nunca debió haber muerto de esta manera”, subraya el comunicado municipal. Ayer faltaba la madre de la víctima, Antonia Galindez, de 95 años de edad, quien recibiría 5.000 pesetas al mes “para comprar su silencio”.