El club de la rima
Hace tres años se formó en Tudela un grupo de WhatsApp que cada viernes intercambia poemas La actividad del club ha salido del móvil: organizan actos literarios y ya han publicado dos libros
tudela - “Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella, no habrías emprendido el camino...”. Un viernes 13 de diciembre, Lourdes Arilla envió por WhatsApp estas letras de Kavafis a dos de sus amigas, iniciando la cadena de favores y desahogos literarios de El Club de la Rima, una historia no premeditada y espontánea, como son todas las grandes historias. Ésta, en concreto, se nutrió de la huella de Eduardo, su hermano, que había emprendido un viaje sin retorno, dejando huérfana la fiesta de cumpleaños que Lourdes nunca pudo volver a celebrar con él. Su ausencia, la nostalgia, el recuerdo, la tristeza, lo inexplicable, la rebelión contra lo inevitable, la lucha por seguir adelante, la muerte, la vida... la poesía, al fin y al cabo. “Mis amigas recibieron aquel poema y me contestaron que les había gustado mucho. Al viernes siguiente, les envié otros dos y ellas, a su vez, los reenviaron”, rememora. Y la semilla germinó. “Se fue apuntando gente a esos poemas de los viernes hasta que llegamos a ser 14 o 15 y pensé en crear un grupo para meterlos a todos”, explica Arilla. Pero aquella tónica unidireccional tomó un rumbo nuevo con la entrada en el grupo de Fran Sagra, “una de esas personas que hacen magia”, como considera Inma Benítez, también parte del club. “Él comenzó a contestar con otro poema y a agregar gente que yo ni siquiera conocía, como Lola Gamero, la que durante un tiempo cuidó de Gloria Fuertes”, apunta Lourdes Arilla. Aquellos primeros intercambios han ido tejiendo una red poética que se despliega a las doce de la noche del jueves y termina con el fin de cada viernes. “Ahora mismo, tengo 48 mensajes y sólo son las once y media de la mañana”, recuenta David Pérez, la voz fustigadora de Gil de Biedma en el grupo.
tumbar tópicos Apostados en la barra de la cafetería-librería Letras a la Taza de Tudela, algunos de los miembros del núcleo duro, por constante, del Club de la Rima analizan lo ocurrido en estos tres últimos años. “Empezamos a organizar actividades fuera del WhatsApp, hicimos un homenaje a Gloria Fuertes al que vino Moncho Otero y Rafa Mora; abrimos una página de Facebook, empezamos a aparecer en la agenda cultural, nos llamaban desde el Ayuntamiento para distintos actos, tenemos relación con gente de lugares como Canarias...”, repasan. “Lo más chulo de todo esto es que no lo hemos preparado, ha surgido de forma espontánea. Para mí el Club de la Rima es una manera de seguir teniendo un lazo con mi hermano”, considera Arilla. Por no hablar de los nudos desentrañados con amistades de años con las que jamás había salido a colación la poesía.
“La poesía da como vergüenza. Con personas que son uña y carne no llegas a hablar jamás de poesía, es muy curioso”, dicen. En ese aspecto, quizás los siempre desafortunados clichés juegan a la contra. “Cuando alguien me dice que no le gusta la poesía, yo siempre les contesto: ‘¿La has leído toda?”, dice Inma. Resulta una acertada respuesta teniendo en cuenta a escritores como el cubano José Martí, del que Juani Bones ha memorizado hasta el último de sus versos, libres y desencorsetados.
dinámica y libros “Quería proponer un tema, la tercera edad. Conozco a varias abuelitas que se sienten solas y realmente mal. A veces no sé cómo animarlas, estoy segura de que pueden salir cosas realmente preciosas para leerles”. Este mensaje, lanzado por Ana Magaña, provoca una reacción inmediata en los miembros de El Club de la Rima. “Ha sido la primera en hacer una propuesta para este viernes y la gente del grupo lleva todo el día enviando poemas sobre ello, muchos con introducciones sobre sus autores y demás”, explica Inés Munuera, que una vez que descubrió el club, quiso compartirlo, entre otros, con su sobrina de 17 años. Esta dinámica de apertura hacia los más cercanos les ha descubierto que “a través de la poesía se pueden conseguir muchas cosas”. Entre ellas, atrapar al vuelo intenciones solidarias. Lo han conseguido con dos libros: Guiso de musas (cuyos beneficios se destinaron al comedor social Villa Javier) y el recién presentado Wiwasapa, una idea de Íñigo Mateo, voluntario de la tienda de Comercio Justo de Tudela que vivió el terremoto de Ecuador. Para la reconstrucción de una pequeña zona pesquera de aquel país, se han reunido en un volumen 70 obras, entre ilustraciones y textos, que por 8 euros demuestran que “la poesía es -como sostenía Gabriel Celaya- un arma cargada de futuro”.