Pintar con. ‘garlochí’
“Es un ratito que tenemos para nosotras, para hablar y estar con chicas. Me han ayudado un montón y he aprendido. Yo antes no me daba valor, pero tengo que darme cuenta que para ayudar a los demás tengo que ser primero yo y estar bien. He aprendido a expresarme, a hablar más las cosas y ha estado genial. Para estar bien conmigo misma y dar a los demás la alegría que tengo dentro tengo que cuidarme primero yo”. Con una sonrisa que llena la habitación, Azara Hernández, de 26 años, ha sido la alumna más constante del curso Pintando tu vida, que las artistas Myriam Cameros y Sol Aragón, han impartido a mujeres gitanas en los locales de la asociación La Romaní de Tudela.
Con la ayuda económica del Instituto Navarro para la Igualdad (INAI), la carcastilleja afincada en Tudela Myriam Cameros, dibujante gráfica, pintora y artista, se metió en la tarea de impartir un curso a mujeres gitanas que entraran en el perfil de ser jóvenes, madres y volcadas en su familia. Junto a ella, el apoyo y la colaboración de Sol Aragón fue fundamental ya que mientras Myriam conseguía sacar afuera las inquietudes de estas mujeres, Sol lograba lo contrario, que mirasen y apreciasen su yo interior. “Doy muchos cursos de creatividad y de ayudar a expresarse con imágenes. Llamé a Sol, también artista, para que pusiese la parte más garlochí (el corazón, en caló), Enseguida vimos que nos complementábamos”. Antes de pronunciar esa palabra en caló, Myriam consulta con la mirada a Azara y vuelven a reír. “Además de todo, hemos conseguido escucharnos, entendernos. He aprendido de su fuerza interior y de su cultura”, explica Myriam.
Sol analiza que “es un colectivo que prioriza todo lo de los demás antes que a ellas. Siempre hay algo antes que darse ese espacio. A nosotras nos ha servido también para tener un acercamiento a su cultura desde lo humano, derribando clichés y prejuicios mutuos. Conocer de cerca la realidad de la mujer gitana ha sido muy rico”. Sol recuerda cómo antes de unirse en el curso a Myriam le contó a un profesor que iba a trabajar en un curso de empoderamiento de la mujer gitana a lo que el profesor le contestó “¿más?”, le dijo. “La mujer gitana es una mujer muy poderosa. En la forma de caminar se ve cómo es una persona y en ellas hay determinación, un poder personal, una fuerza que está ahí pero ni ellas mismas logran ver. Al final es poner en evidencia y sacar esos pequeños detalles para autoreconocerse”.
lecciones
Difundir su experiencia
Azara Hernández escucha lo que dicen sus profesoras entre sorprendida y admirada, como si no hablaran de ella, “muchas veces no tenemos autoestima. Tenemos esa fuerza que dicen pero no nos damos cuenta”.
Con 26 años, casada y con dos hijos, Azara descubrió su espacio en la hora y cuarto de curso que tenía cada día. “Ahora, que ya ha terminado, he aprendido a tener mi espacio. Por las mañanas me pongo mi música y sigo pintando. Hace una semana me cogí material para hacerlo en casa. Con mi hijo hice el ejercicio de la casa que tenías que amueblar con los muebles de tu pasado que más te hayan gustado y con los que te gustaría del futuro. Mi hijo de 5 años lo hizo conmigo y lo pasamos muy bien”. “¿Puso un jacuzzi como hiciste tú en clase?”, pregunta con complicidad Myriam, “¡síííííí!”, contesta Azara llenando de nuevo la habitación con su risa.
Al curso han acudido unas seis mujeres de forma alterna, “porque a veces faltaban si tenían que ocuparse de su familia” como es el caso de Nina. “Es un buen ejemplo de lo que hablamos”, explican las profesoras, “es todopoderosa y ha dado su vida por sus hijos y sus nietos y habría movido montañas. Si ese poderío se enfoca a una misma, ¿dónde habría llegado? Ante ella solo puedes quitarte el sombrero”.
Otra de las actividades que realizaron es la caja de primeros auxilios. “Es para cuando estemos mal. Metemos todo lo positivo que tengamos y cuando nos sintamos mal abrirlo. Eso me ayuda un montón y lo hago cada mañana”, explica Azara. “En momentos de tormenta abrir esa caja mágica sirve para recordar que todo pasa y que también hay cosas muy buenas en tu vida”, completa Sol.
La joven Azara es la mejor embajadora de este curso y su experiencia la difunde a familia y amigas. “Le he hablado a mi hermana que es una chica joven con 3 hijas y que tuvo la primera con 15 años. No ha disfrutado mucho de la juventud y está estresada. También he dicho a mis amigas que tienen que sacar tiempo para ellas porque para estar bien contigo tienes que encontrarte a ti misma”. La experiencia vivida incluso le ha servido para conocer más de cerca tanto a otras jóvenes gitanas, “las conocía de antes pero he visto facetas suyas que ni ellas sabían que tenían”, como a sí misma, “nunca había dibujado y me ha ayudado a sacar la niñez que yo tenía antes. Pensaba que iba a ser más difícil porque yo dibujo como los niños, pero todo ha ido superbien”, concluye.
De cara a próximos cursos que podrán realizar si cuentan con ayudas, Myriam ya piensa en dar un nuevo enfoque para poder acercarse más a las mujeres y tratar de aumentar la presencia en las clases. “Quizás deberíamos ir a casas de las que estén más atareadas o tengan más obligaciones y darles allí el curso. También hemos pensado en preparar un libro con los ejercicios que hacemos en clase para que se puedan llevar el curso a casa. Si la asistencia diaria se les hace complicada hay que buscar una solución”.
Como fin de curso, una artista gitana de 24 años, Tania Jiménez, de Carcastillo, pintó un mural sobre la mujer gitana en la entrada de La Romaní. “Para ellos la bienvenida y la despedida es muy importante, por eso este mural debía estar ahí, en la entrada. Es una imagen de una mujer gitana con el movimiento de sus manos y que al mismo tiempo crea un círculo sobre ella. Se convierte en el centro de todo lo que le rodea y al mismo tiempo está envuelta en la bandera gitana y en el símbolo de la rueda que representa el continuo movimiento”, analiza Myriam que en cuanto conoció a Tania quiso “darle una oportunidad para que se pueda ver su obra, la de una chica que tiene mucho talento, pocas oportunidades y que es autodidacta”.