En uno de los rincones más enigmáticos y bellos del viejo estado navarro, muy al oriente, por donde el río Linares nutre el valle de Aguilar, está Azuelo. Este municipio navarro podría decirse que, de forma relativa, es una de las maravillas del mundo. Con apenas 12 o 14 habitantes de carácter fijo, Azuelo acumula una colosal densidad de patrimonio por habitante. Y, más aún, rompe cualquier ranking de conservación del mismo. Ahí están las paredes de la Asociación Santa Engracia cubiertas engalanadas con los importantes premios que lo atestiguan.
En este breve resumen se fuerza un titular que habla de encantos y rismas. Viene la palabra encanto del nombre que ha tomado la Conrada, vieja casa reconvertida en un genial museo etnográfico. Todo quien la visita alarga el eco diciendo "me ha encantado". Así queda mentada: la Casa Encantada. Mas la reverberación del encanto va in crescendo con las fuentes, lavaderos y otros hitos patrimoniales enraizados por el tiempo y rehabilitados con tanta galanura como con criterio científico y cabal. Saliendo del caso urbano, y dejando para mejor ocasión aljibes, ermitas, neveras... la visita toma el imperativo camino hacia la iglesia parroquial de San Jorge, perteneciente al antiguo monasterio benedictino de San Jorge. Se sabe de la existencia de este cenobio desde hace 1.025 años. Ya aparece en documentos de Sancho Abarca en el siglo X (año 992). En 1052 aparece anexionado al Monasterio de Nájera. Y figuró como priorato hasta las desamortizaciones del siglo XIX.
La actual fábrica del antiguo monasterio data de principios del siglo XII y responde a las formas de las escuelas que trabajaban en Jaca y también Loarre y Sangüesa. El Sancius me fecit del maestro de obras en Azuelo nos recuerda al Leodegarius me fecit de la portada de Santa María de Sangüesa. Es una pena que la firma de Sancius quede en lugar tan elevado y difícil de distinguir en el interior del templo. Los cuatro capiteles historiados parecen gemelos de los de Loarre.
La iglesia fue reformada en el siglo XVI bajo la dirección del cantero Sebastián de Orbara, vecino de la cercana ciudad navarra de Viana. La antigua techumbre de madera fue sustituida por las actuales bóvedas.
El interior del templo alberga numerosas espacios y obras de valor: retablos (el grupo inferior del romanista en el presbiterio, el de San Simeón de Cabredo, cuyo cuerpo reposa ahí en una arqueta de 1603, el de Santa Engracia y el de San Marcial), cristos crucificados, virgen flamenca... Distribuidos por la nave y coro encontramos otras piezas del excelente retablo romanista, del que se considera autor a Juan de Alvarado. En el lado del evangelio está adosada la capilla barroca (1708) de San Marcial.
Al exterior, esta fábrica se engalla con robusta cuadratura. Destacan sus fornidos contrafuertes que sujetan las bóvedas. El juego de sus equilibrados volúmenes sobre el telón sinfónico de grises y platas entreveradas de Yoar, rematan como imprescindible la gran nómina de encantos de Azuelo.
La mitad superior de su fachada, también del XVI, es muy especial por su forma cuadriforme y por el remate: una espadaña con cuatro ojos de medio punto que albergan sus otras tantas campanas, dos de buen porte y otras dos más pequeñas.
El acceso a la iglesia es por otra portada del XVI construida en el lado de la epístola. Ahí lucen para el orgullo de pertenencia navarra (cadenas, lises y toros) dos escudos de la época y que antes estuvieron situados en el pedestal del retablo mayor.
La sobresaliente imagen actual del conocido y nombrado como Monasterio de Azuelo se debe en su mayor medida a la actuación de la Institución Príncipe de Viana en los años 70 del siglo XX.
Reliquias y rismas
Junto al altar, en el lado del evangelio, se abre una hornacina de buen porte que hace la función de relicario. Entre otros, destaca una arqueta de fina labranza de plata datada en 1594 y que contiene la cabeza de San Jorge. El cilindro con cruz de remate cubre un orificio que comunica con otro en la base, a través de los cuales se pasa el agua por la cabeza de San Jorge vertiéndola desde una tubo de plata en forma de dragón enroscado.
Ahí también está la risma de Azuelo, instrumento para marcar (rismar) a fuego en al frente de los animales y la argolla de San Jorge para sujetarlos. Así se sanó la rabia a mucho animales hasta 1973. Incluso, este instrumental milagroso fue itinerante por distintas localidades. La sanación a personas rabiosas o de males de la mente se hacía bebiendo el agua pasada por la cabeza del santo...
Real, seguro, es que Pedro San Emeterio y cuadrilla, utilizan su inmenso caudal de sabiduría, tiempo, esfuerzo y amor en rismar desapegos urbanitas y globales a los hijos de Azuelo, allegados y otros. Los rismados que se agrupan en Santa Engracia ya son más de 250. La mejor argolla para rismar y aquerenciarse a estos encantos es: www.azuelo.com.