beriáin - Son “los 18 imparables”, “la mejor clase pase lo que pase” o “estrellas que brillan por igual aunque sean distintas”. El Colegio Público de Beriáin al completo, 17 aulas con 340 criaturas y 32 miembros del profesorado, se ha volcado con el proyecto Juntos podemos más. La consecuencia más visible es un enorme mural en la entrada que resume lo que viene después; todas y cada una de las puertas de las aulas están llenas de colorines, dibujos y cartulinas con lemas que celebran la diversidad e invitan a hacer piña.
Nora López, de 6 años, explica que han decorado la suya “con peces porque todos nadan en el mismo mar y aunque sean diferentes son como una familia”. La clase de 3º de Primaria de Elías Benhlal, de 9 años, se llama “los rastreadores porque rastreamos la amistad, y hemos hecho un perro porque rastrea, unas manos porque somos un equipo, un libro porque trabajamos, y un tesoro porque a nuestra amiga se le perdió un pendiente, fuimos todos al patio a buscarlo y lo encontramos”.
También en 3º de Primaria un minion da la bienvenida a la clase de Diego Díaz, personaje que han elegido “porque trabajan en equipo. Y ‘uno, dos, tres, nuestra clase al poder’ es nuestro eslogan”, explica Diego, al que le ha gustado “que todos hemos trabajado en equipo y que nos ha salido muy bonito”. Para ilustrar la actividad con un ejemplo más, la clase de Arianna Gubenko, de 10 años, se llama los lacasitos porque “todos somos iguales y a la vez diferentes. Como los lacasitos. Son de distintos colores pero dentro tienen el mismo sabor. Igual que nosotros”.
Dice Teresa Sancena, responsable de Convivencia del colegio, que en Beriáin siempre se han tomado este asunto muy en serio. “En 2008 empezamos a elaborar un currículum de convivencia para trabajar habilidades sociales, cohesión de grupos, etc... Además cada año siempre queremos hacer algo más, y hemos ido desarrollando proyectos de innovación en torno a la convivencia”, detalla.
Así que, con estos antecedentes y “partiendo de un Plan de Convivencia muy preventivo como el nuestro, decidimos hacer un proyecto que ayudara a mejorar las relaciones entre todos y todas, para que nadie se quedara fuera. Y nos pareció que la mejor manera de hacerlo era fortaleciendo los vínculos de amistad, respeto y trabajo en común. En definitiva, convertir nuestras clases, nuestros grupos en una piña, en equipos. Equipos que no descuidaran a nadie y aceptaran como algo bueno el hecho de que todos y todas somos distintos”, explican desde el centro, sin dejar pasar la oportunidad de reconocer el trabajo de la orientadora que ha estado coordinando todo el proceso, Geraldine Giacchi.
el punto de partida La actividad se concentró en una semana de trabajo, pero bastante antes empezaron “haciendo un retrato del colegio con encuestas al profesorado y alumnado de 2º a 6º. Queríamos ver qué problemas existían en las aulas. La conclusión fue que los grupos estaban bastante cohesionados, pero existían algunos problemas en diferentes grupos. Además había grupos que tenían vínculos muy positivos y otros más neutros. Vimos una oportunidad de mejora y decidimos seguir con el proyecto, con la ambición de transformar los grupos que aceptan y respetan en equipos que se ayudan, y en los que todos aportan algo positivo”.
Durante la semana más intensa del proyecto, alumnado y profesorado vieron vídeos “sobre la bondad de funcionar como equipo y sobre lo emocionante que es ayudarse mutuamente”; acordaron después un nombre, lema y logotipo para cada equipo; realizaron actividades y juegos en común “para experimentar la satisfacción de conseguir un reto todos juntos”; y, por último, tocó decorar la puerta de cada aula repartiendo tareas, con una excursión final por el resto de clases que incluía la explicación de cada puerta por parte de un alumno. “Con esta visita el proyecto alcanzó una dimensión enorme, ya que vimos y sentimos que todo el colegio estaba trabajando en lo mismo: lo importante que es que nos aceptemos y cuidemos unos a otros”.
“Me gustan todas estas propuestas de cohesión”, explica la profesora de Educación Física Amaia Echeverría, que en sus clases apuesta por “trabajar en equipo en todos los juegos, que se involucren todos y aceptar como es cada uno, porque todos tienen su granito de arena que aportar”.
Por su parte, el director del centro Joxe Iribarren destaca que “siempre está el niño o niña que cuenta menos, o está triste y no le hacemos tanto caso... Queríamos que eso no pasara, que todo el mundo estuviera atento y cuidara a todo el mundo, un paso radical para acabar con esto. El bullying en gran medida se sustenta en que te puedes meter con los que no cuentan mucho, porque da igual. Si hacemos que todo el mundo cuente y sume y sea valioso, y el grupo sea un equipo, eliminas muchos riesgos”, defiende.
A partir de ahora, dicen en el colegio, por delante está “el reto de mantener este espíritu en lo que queda de curso”.