En 1956 el viejo El Sadar no existía aún ni en proyecto, y los partidos de Osasuna se jugaban en el campo de San Juan, cuya fachada principal, aunque parezca mentira, se encontraba en el cruce exacto de las actuales calles de Monasterio de Urdax y avenida de Barañáin. La prensa de finales de marzo de aquel año estaba entusiasmada con Osasuna. El equipo navarro marchaba líder en la clasificación, y venía además de ganar en Gijón al Sporting, en lo que se consideraba un gran paso para el ascenso a Primera. Y aquella tarde del domingo 25 de marzo afrontaban otra final anticipada en el campo de San Juan, esta vez ante el Tarrasa. Oviedo y Zaragoza, los otros gallitos de la categoría, acechaban a Osasuna y esperaban que tuviera un tropezón para asaltar su liderato. La lista anunciada alineaba a Eusebio, Egaña, González, Salvatierra, Marañón, Glaría II, Areta III, Recalde, Sabino, Glaría I y Uncilla. Un equipazo, vaya...

Hoy en día el estadio de El Sadar, que en 1956 no había aún nacido, se nos ha convertido en un anciano prematuro al que pronto se va a practicar un rejuvenecedor lifting. En cuanto a su antecesor, el campo de San Juan, fue derribado en noviembre de 1969, y de él no queda casi ni el recuerdo. En cuanto al partido de 1956, qué quieren que les diga. Osasuna empezó jugando mal, llegando a ponerse 0-2 en el marcador, y fallando además un penalti. No obstante, en una espectacular remontada, los navarros consiguieron meter 3 goles (el último muy cerca ya del final), ganando 3-2 y conservando el liderato. Por cierto, Osasuna aquel año consiguió terminar primero en la clasificación y subió a Primera, donde en la siguiente temporada quedó sexto. Y si, viendo los paralelismos de aquella liga y esta, alguien me preguntara si creo que esto es un buen augurio, le respondería sin dudarlo ni un momento que... por supuesto. ¡Aupa Osasuna...!