Desde tiempos muy lejanos, el agua de Belascoáin ha sido tomada como fuente de salud por sus propiedades beneficiosas ante distintas afecciones. Lo sigue siendo. Mas este maravilloso paraje navarro tiene pendiente recuperar las instalaciones y uso de su balneario. En España ha existido una clara sincronía entre la historia política, social, económica y la implantación, desarrollo, declive y renacimiento de los establecimientos termales. En Navarra los balnearios de Fitero (Baños de Fitero SA, 1910) han resistido los avatares de crisis económicos y guerras. No así el de Belascoáin, tampoco el de Aribe ni el de Elgorriaga, aunque este último ha sabido reinventarse ya en el siglo XXI.

En el caso de los Baños Viejos de Fitero consta el aprovechamiento de sus aguas desde, al menos, 2000 años, a través de sus espectaculares y valiosos restos de termas romanas: balneis calidis romani.

AGUAS DE BELASCOáin Las sierras de Sarvil y Erreniega deciden separarse para encauzar al río: un Arga que se hace mozo y con edad de merecer por las dotes que le aportan innumerables torrenteras del Valle de Etxauri. Destaca el paraje y municipio de Belascoáin, abrigado a una loma cuya falda septentrional lame con cariño el Arga. Toda la maravillosa escena sobre un fino y rico tablado arcilloso. Belascoáin tenía, mucho antes de 1829, año en el que el balneario se establece como empresa, buena fama porque a él acudían muchas personas en busca de la salud perdida. Antes, el agua de los varios manantiales existentes en este paraje, que se conoció como Arrabal del Agua Caliente, fue explotada por el propio Ayuntamiento de Belascoáin. En 1829 el Consistorio vendió el lugar por 4.000 ducados a Esteban de Goicoechea, quien construyó un balneario al estilo de los de la época. Y, además, se comenzó a embotellar de forma artesanal el agua con el fin de su comercialización. En 1831, se inauguraron las primeras instalaciones y a lo largo de los años fueron acometidas varias ampliaciones y mejoras. Hubo habitaciones de 1ª, 2ª y 3ª categoría, comedores, capilla, cocheras, el propio servicio de baños, fuentes y un molino que abastecía de energía eléctrica a los edificios. El balneario de tres plantas ocupa una superficie de unos 1.700 m2 en forma de L, con dos lados de 50 m y otros dos de 15 m.

Del manantial principal brotan tres millones de litros de agua al día, a una temperatura siempre estable de 27ºC. Las propiedades las estudió el doctor Juan María Pou y Camps el mismo año de la apertura, 1832. Y las completó en 1905 M. Jimeno Egúrvide, médico de Beneficencia de Navarra e inspector de Sanidad. Las aguas quedaron clasificadas como bicarbonato-sódicas-cálcicas y muy recomendables para todo tipo de afecciones digestivas e infecciones y problemas de las vías urinarias. Y también para problemas cutáneos y enfermedades venéreas.

Los baños y tratamientos se hacían con baños, duchas, chorros, lluvia y lanza dorsal o circular. Pero, sobre todo, el tratamiento consistía en la toma de agua: los clientes llegaban en ayunas y bebían todo el agua que podían, de menos a más, durante nueve días, tratamiento conocido como novenario.

La sociedad propietaria, Burlada y Belascoáin, logró un establecimiento con mucha reputación, llegándose a conocer como Baños Reales de Navarra. A él acudieron muchos personajes destacados de la época: alta sociedad vasconavarra, políticos, cargos eclesiásticos y militares.

La temporada oficial se desarrollaba entre el 15 de junio y el 30 de septiembre. No faltaban los servicios de transporte regular a Pamplona y celebraciones religiosas en la capilla propia, construida bajo la abvocación de la virgen del Carmen. Este templo todavía mantiene culto en días señalados.

Con la Guerra Civil llegó la decadencia y el cierre de numerosos centros termales, entre ellos, éste que nos ocupa. Hoy solo podemos disfrutar de su digno aspecto exterior y de lo más cuidado y fantástico de sus jardines, que rodean todo el enclave.

En 1966, y tras pasar la propiedad por distintas manos, la sociedad formada Aguas de Belascoáin SA creó la actual planta embotelladora y, desde entonces, comercializa con éxito estas aguas. A mediados de la anterior década de los 80 la familia Pérez de Ciriza compró la empresa Aguabel SA, entonces propietaria de la planta, asumió el control de la embotelladora y realizó las inversiones necesarias para continuar en el mercado de las aguas embotelladas. De forma paralela, realizó las labores de adecuación y preservación de jardines y de los edificios del antiguo balneario. Una antigua estación termal que espera tranquila, con las atenciones necesarias a la orilla del río Arga, la ocasión de recuperar su esplendor de antaño.

En 2008 la propiedad presentó un gran proyecto para recuperar de forma integral todo el balneario, con sus funciones de aguas y como complejo hotelero de calidad. Se trata de un hotel balneario de 4 estrellas con 38 habitaciones situado en la misma finca, pero más elevado para prevenirlo de las grandes y habituales avenidas del Arga. Un proyecto muy interesante. El aplicarlo sería gloria compartida entre la familia Pérez de Ciriza y el esportón patrimonial de Navarra entera.

Él, el balneario de Belascoáin, espera digno y paciente que le quieran; el volver a sentirse amado. Es una estación termal donde debería apearse un buen y merecido futuro.