Hola personas, ¿qué tal va todo?, como dicen con razón las abuelas: mientras haya salud? Pues eso.

Esta semana he paseado de día, he disfrutado de esa Pamplona que en los primeros días de sol del bueno se pone alborotada y bulliciosa, me gusta ver así mi ciudad. He llegado a Sarasate y me he encontrado con mi primo Juan Antonio que también es gran paseante, filósofo, estudiante y fiel lector de este humilde juntaletras, nos hemos dicho cuatro gansadas, nos hemos reído un poco, él se ha ido hacia Amable-land y yo he entrado a ver, una vez más, la iglesia-fortaleza gótica de San Nicolás. Es un gran templo, con sus tres naves abovedadas, su coro con su escalera y ese imponente órgano, las potentes columnas, las vidrieras del ábside y esa preciosa talla en madera policromada de San Nicolás sedente, con uno de sus atributos iconográficos a sus pies: el cubo con los tres niños a los que rescató de manos de un mesonero desaprensivo que ya los había sacrificado y los tenía preparados para sacarlos en su menú; otro de los atributos que suele llevar San Nicolás son las tres bolas de oro en su mano izquierda con las que salvó a tres doncellas de ser vendidas en un lupanar. Santo muy taumaturgo este Nicolás de Bari. He entrado en la sacristía y lo primero que me ha llamado la atención ha sido un armario del S. XVII, pequeño, dorado, con las puertas decoradas con unos paisajes en bajo relieve y con una imagen de la Virgen en una y de una santa en otra, la curiosidad me ha podido y al abrirlo, solamente estaba entornado, he podido admirar lo que en su interior custodiaba, seis preciosos relicarios de plata de diferentes épocas y estilos, alojado cada uno en su correspondiente nicho, un cristal con llave los protegía. He echado un vistazo rápido al resto de la estancia que no tiene nada de particular pero tiene ese sabor a sacristía que a mí me gusta, rarezas de uno, y he salido de nuevo a la iglesia. Por la puerta que da a la plaza de San Nicolás he abandonado el tabernáculo que era como lo llamaba su legendario párroco D. Pedro Alfaro cuando decía encendido de fe desde su púlpito, “¡Sagrada magnificencia la de la Iglesia que de dos palabras profanas hace una santa: Tabernáculo”.

El motivo de que esta semana me haya dado el garbeo mañanero no era otro que poder ir al Palacio del Condestable a ver la exposición que en él hay sobre el centenario de nuestra querida Pamplonesa.

Por San Miguel, con gran trajín de personas humanas de tienda en tienda, he salido a San Francisco, debía de ser hora de recreo en la escuelas porque estaban todos los críos alborotando la zona como es su obligación y por Eslava he llegado a Mayor por la esquina donde luce el letrero art nouveau de la preciosa farmacia de Negrillos. He tomado a mi derecha y he llegado al Palacio del Condestable. ¡Quién te ha visto y quién te ve, Condestable!

Este edificio es el único vestigio de arquitectura civil del S. XVI en Pamplona, fue levantado entre 1548 y 1562 por Luis de Beaumont, Condestable de Navarra. A lo largo de los siglos fueron muchas las funciones que cumplió el viejo caserón, fue sede arzobispal los siglos XVII y XVIII y Ayuntamiento mientras se levantaba el edificio del que nos queda su fachada, también en el XVIII.

Yo lo recuerdo siempre destartalado y viejo y en sus últimos años al borde de la ruina. Recuerdo la tienda de Tejidos Gorriz en el chaflán, más tarde Almacenes Pamplona, al otro lado del portal había un ultramarinos, creo, y la gran tienda de muebles Elósegui, de ésta recuerdo perfectamente su interior, en sus últimos años la escena era de película neorrealista italiana: una tienda enorme, desvencijada, casi vacía, con tres muebles por toda oferta, altísimos techos con unas delgadas columnas de metal que acentuaban la fantasmagórica escena y, como remate, una señora muy mayor que espantaba el frío sentada junto a una estufa.

El viejo palacio en San Fermín era punto de parada obligada del Santo para escuchar los sones de guitarras, bandurrias, laudes y violines de los Amigos del Arte que allí tenían su sede.

El edificio perteneció hasta final del XIX a la Casa de Alba ya que es esta quien sigue ostentando el título de Condestable de Navarra, al final de dicha centuria compró el edificio Don Juan Seminario y lo reformó habilitando viviendas particulares y locales destinados a asociaciones cívicas.

El Ayuntamiento se hizo con la propiedad a finales del pasado siglo y siguiendo los planos de los arquitectos Tabuenca y Leache, cuyo estudio está exactamente en el piso de arriba de donde ahora me encuentro, lo reformó en profundidad quedando un interesante conjunto donde pasado y presente se dan la mano. Siempre le encuentras un rincón nuevo, una luz diferente. Tabuenca y Leache consiguieron hacer el edificio más fotogénico de todo Pamplona.

La exposición que me llevó a Condestable es muy interesante, un gran recorrido fotográfico por la ya larga vida de nuestra Banda que es decir un recorrido por el último siglo de la ciudad ya que siempre que Pamplona ha tenido algo que celebrar o festejar allí estaba La Pamplonesa poniéndole el dorremí al asunto. Cuando en Pamplona se celebra un acto y en él se oyen los sones de la Banda es que ese acto es principal; Semana Santa, seria y solemne; procesión de San Fermín, imprescindible; las dianas, ¡qué dianas! qué manera de dar el coñazo al maestro García Cerdá , era un santo, nunca quitaba la sonrisa, tengo más fotos suyas que de muchos de mi familia, (yo iba a las dianas con cámara porque luego me iba al encierro); las corridas de toros, su trabajo es el primer premio al buen hacer del torero, aunque a “peñas” se le oiga, ahí tiene competencia de mucho más volumen ; el Riau-Riau, en donde tanto y tanto han sufrido nuestros músicos, hubo unos años que parecía que la meta fuese superar el número de veces que el Vals de Astrain era interpretado y cantado, y ya que digo “cantado” he de decir que toda la vida se ha cometido la injusticia de silenciar el nombre de la autora, sí, autora, de la célebre letra del famoso Vals , ella fue Mª Isabel Hualde Redín y la escribió en 1928; los conciertos de Navidad y prefiestas; e inauguraciones y actividades municipales varias que se ven arropadas por su repertorio.

A mí hay dos temas de la Pamplonesa que me encanta escuchar: El Asombro de Damasco y Mocholi, mientras esto escribo los he puesto a sonar en el You tuve y me están alegrando el día: pan, pan, pan, pan parabán, parabán? se le van a uno los pies. Larga vida a La Pamplonesa.

He salido del Condestable y no me he podido resistir a entrar en la Droguería que está pegada a él y que es tienda con historia de varias décadas encontrándose en el mismo estado que cuando se inauguró, ha salido un señor al que he saludado y educadamente le he pedido permiso para hacer unas fotos de la tienda a lo que, haciendo uso de su propiedad y alarde de su antipatía, me ha dicho cortantemente que no. Le iba a comprar un tinte para el pelo, ya que me había gustado el que llevaba él, pero he desistido. Hay gente pa’ to.

Bueno rinconeros y rinconeras, sed malos y disfrutad.

Besos pa’ tos.

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