Unos relacionan el comienzo del verano con el fin de curso, “arriba las vacaciones, abajo el estudiar...” Otros esperan que estallen las fiestas patronales del primer pueblo para salir a darlo todo. Hay muchos que con cierta lógica lo inauguran tras sacarse abono y acudir a la apertura de la piscina. Algunos lectores de la Merindad de Estella tenemos otra manía comprensible por nuestro declarado amor a la letra impresa: esperamos a comenzar la estación con una pequeña inversión en la lectura, por lo que nuestro verano arranca justo cuando acudimos a la feria del libro. Fascina ver cómo, cada año, los libreros de Estella son capaces de improvisar en pocos minutos un nuevo orden bibliotecario para sus librerías de campaña, como históricamente lo han ido haciendo Gema y Fernando en la librería Clarín y Pedro y Leorza para Irrintzi. Uno puede decir que aunque solo pase de largo y mire de reojo ya ha hecho un curso intensivo de actualidad impresa y si hace viaje de ida y a la vuelta pasa por detrás y mira la recaudación, ya tiene un máster como una especialista en lo que hoy supone el negocio de la impresión. Desde luego, no es solo la pasta; esta salida a la calle de los libros fuerza extrañas parejas. Hace vecinas las obras de alta especialización tecnológica con las de ocio; lo último de la ciencia ficción convive con las novelas de toda la vida; las biografías de los famosos con los siempre oportunos libros de autoayuda. ¡Ah! y la poesía con los autores locales, que suelen ser, por cierto, quienes más ejemplares venden. En fin, mucho nos queda por aprender de los libreros: viven de lo que aman y son capaces de improvisar orden entre este caos. Además de traernos, con el permiso de los vencejos, el verano para leerlo entero.