pamplona - Carlos empezó a echar dinero en las máquinas tragaperras unos cinco años antes de acudir a Aralar, aunque la situación se descontroló en el último año y medio. “Los seis últimos meses, en concreto, fueron muy duros. En mi caso, empecé a jugar por relacionarme. Soy una persona a la que le cuesta expresar sus sentimientos y también empatizar con los de los demás, así que después de trabajar bajaba al bar para conocer a gente. Sin embargo, estaba allí y no hablaba con nadie, así que para no estar solo con mi cerveza, echaba alguna moneda en la tragaperras”. Aunque al principio todo era normal, poco a poco empezó a echar más y más dinero, y también a beber y a fumar más. “La situación se empezó a desmadrar cuando tuve que dejar mi trabajo por un problema de salud. De estar ocho horas trabajando y hablar con los compañeros, pasé a no tener nada que hacer y a pensar en buscar trabajo, pero con mi edad, era muy complicado”, confiesa.

consecuencias Carlos admite que al principio intentó controlarlo él solo bajando al bar con solo veinte euros, pero no sirvió de nada porque siempre volvía a casa a por más dinero. “Como a final de mes siempre acababa sin un duro, intentaba llenar el depósito del coche y comprar tabaco cuando cobraba. También mentía a mi mujer diciéndole que el precio de la gasolina había subido mucho o que habíamos tenido que comprar un regalo a alguien del trabajo porque se iba a jubilar”, admite. En su caso, no sentía especial emoción al jugar, era simplemente una necesidad, como el comer. Además, comenta que de alguna manera, se pierde la conciencia sobre el valor del dinero y se decía cosas como “¡Bah!, total para tener el dinero en una cartilla... Si tienes suerte y ganas, lo aprovechas para comprar algún capricho y para seguir jugando, así que al final, nunca ganas. También llegué a pedir dinero a algún amigo. Pero lo malo no es tanto el dinero, que también, sino cómo vives el proceso. Yo llegué a soñar con melones y campanas dando vueltas”. Pero lo peor, sin duda, era la situación en casa. “La relación con mi mujer estuvo a punto de romperse hasta que me di cuenta de que yo solo no podía controlarlo y decidí pedir ayuda en Aralar. Y también llamé a Salud Mental”, explica.

proceso del tratamiento “Cuando llegué a la Asociación, lo primero que me dijeron es que tenía que escoger a una persona de confianza y contarle toda la verdad. Fue así como le confesé todo a mi mujer, que fue algo que me costó muchísimo, pero cuando lo hice fue una liberación”, revela Carlos. Después le hicieron cambiar de costumbres. Dejó de bajar al bar, de beber y de fumar, y se apuntó a un gimnasio. “También empecé a hacer la comida todos los días porque mi mujer trabajaba, y la verdad es que se me da bastante bien. Poco a poco me fui acomodando a la nueva situación. Acepté que ya no iba a volver a trabajar y empecé a sentirme más tranquilo y seguro de mí mismo”. Carlos dice que las terapias grupales también le ayudaron bastante. “Agradecí haber venido a tiempo, porque había gente que había hecho estragos, familias rotas, personas que no podían pagar la hipoteca por las deudas que tenían, robos a los padres? Pero al mismo tiempo, me di cuenta de que, en mayor o en menor grado, eran igual que yo. Contaban las mismas mentiras, se autoengañaban a sí mismos?”, señala.

Carlos está ahora de voluntario metido en la junta de Aralar, por devolver la ayuda que le han dado. “Se puede decir que me he rehabilitado, pero las personas como yo nunca nos llegamos a curar del todo. No podemos jugar una vez y ya está. Es muy fácil que volvamos a recaer. En mi caso, por ejemplo, una recaída podría venir motivada por un momento de estrés. Por eso intento trabajar para eso que no ocurra”, explica. No sabe cuánta gente ha pasado en estos tres años, pero tiene claro que mucha. Aclara que son de todo tipo, jóvenes, adultos, hombres, mujeres? “Pero es verdad que en los último años vienen más jóvenes enganchados a las apuestas deportivas. Sin embargo, en su caso es un poco diferente porque si son muy jóvenes no tienen mucha capacidad económica”.

las trampas del juego Carlos denuncia que el juego siempre se relaciona con ganar. “La Once reparte diecisiete mil euros en Mendavia”, pero no se dice cuánto se ha jugado en total. “Eso debería ser obligatorio. Lo mismo pasa en la publicidad. Se dice juega y gana, pero la realidad es juega y pierde, porque si no hay muchos perdedores no puede haber un ganador. Y cuanto más juegas, más pierdes, porque el juego te hace perder la cordura. Si juegan el Barça y Osasuna, al principio dirás que gana el Barcelona, pero luego dirás que vencerá Osasuna, y además 4-0, para poder ganar más dinero. De alguna manera, pasas a pensar ilógicamente para ganar más, pero eso nunca ocurre. Creo que habría que regular más las casas de juego, pero el otro día leí que el ministro de Justicia con Rajoy ha pasado a ser asesor de Codere. ¿Cómo vamos a regular así? Supongo que no hacen nada por los impuestos que pagan, pero esos impuestos en realidad los pagamos los currelas que nos dejamos el sueldo en el juego”, sentencia. - I.R.P-N.