pamplona- Si por algo se caracteriza Navarra es por su gastronomía. Poseedora de las mejores materias primas, ha conseguido atraer a personas de todo el mundo. Pero sobre todo es la degustación de los productos en miniatura, también conocidos como pintxos, la que se gana el paladar no solo de los pamplonicas sino también de todos los curiosos que llegan a esta tierra en busca de una explosión nueva de sabores.

Y es que la capital navarra es experta en ello. Con años de tradición culinaria a sus espaldas, cuenta con establecimientos como el bar Monasterio, cuyo 75º aniversario se cumple este año, que han sabido reinventarse y adecuarse a los nuevos tiempos. Este local de referencia, situado en la calle Espoz y Mina, comenzó su andadura en el año 1944 cuando la familia Monasterio decidió dar a conocer su maestría en la cocina al resto de viandantes con su primer pintxo caliente, el frito de huevo, y desde entonces no han parado de cosechar éxitos.

A día de hoy continúa sorprendiendo de la mano de Josetxo Arbizu y Daniel Sola, que junto al resto de trabajadores, son los que han sabido adaptar la cocina tradicional para los paladares actuales. “Al principio era la familia Monasterio quien se encargaba del bar, más concretamente Felicita Arrastia y Federico Monasterio. Después, fue pasando por distintas manos y durante bastantes años, tuvo muchísimo éxito”, asegura Daniel Sola. Tanto Daniel como Josetxo empezaron a trabajar en este proyecto con ilusión y poco a poco, ese esfuerzo ha hecho que “los resultados estén saliendo”, apunta Sola, uno de los dos propietarios actuales.

A la hora de cocinar, es necesario poseer dos aptitudes esenciales: paciencia y preparación. “La elaboración de los pintxos o las raciones lleva bastante tiempo. Siempre intentamos que salgan recién hechos pero a veces es imposible cuando el bar está lleno”, explica Sola. Este local, reformado en 2016, cuenta con una amplia variedad de pintxos como por ejemplo el taco de chuleta, el cangrejo azul en tempura o el ceviche, que “suele tener muchísima aceptación entre los clientes”, aseguran.

Desde su nueva apertura, el bar Monasterio ha logrado posicionarse como uno de los bares de referencia en la capital navarra. Han sido varios los reconocimientos que se le han otorgado desde 2016. Fue precisamente este año cuando consiguieron hacerse un hueco en el libro Amstel Oro de pintxos de Euskadi y desde entonces, han continuado acumulando galardones. “Hemos conseguido las tres estrellas Eguzkilore Miniature que es como las estrellas Michelín. Alguien viene de incógnito, los prueba y valora tres cosas: la calidad de los pintxos, la presentación y el servicio y, por último, la representación del bar en redes sociales”, explica Daniel Sola.

Asimismo, también han recibido el certificado de excelencia de Tripadvisor gracias a la minuciosidad con la que trabajan. “Acompañamos los pintxos con vinos de calidad que a veces se salen un poco de la norma. Nos gusta jugar con bodegas más pequeñas, maridar los pintxos y con los productos de temporada”, explican Josetxo y Daniel. En 2018, ganaron la categoría a la tortilla mejor elaborada con aceites Sandúa del concurso navarro de tortillas: “Nuestra tortilla de foie, crema de castañas y aceite de trufa ganó una de las categorías del concurso. Fue todo un orgullo”, apunta Sola.

¿Pero cuál es el secreto para mantenerse durante 75 años al pie del cañón? Sus actuales gerentes, Josetxo y Daniel, pretenden que la gente se sienta como en casa. “Se trabaja mucho con clientela habitual. Ellos saben nuestro nombre y nosotros el suyo, sus gustos, es decir, hay un feedback entre el camarero y el cliente”, aclaran los dueños.

Intentan ser preescriptores de los productos, esto es, explicar cada pintxo, o el maridaje. “Podríamos decir que nuestro secreto es el resultado de juntar la materia prima, la buena elaboración del producto y la cercanía”, concluyen.