pamplona/iruña - No se pueden condensar en un puñado de líneas todas las historias y vivencias engranadas en cien años de vida, labor que se antoja más complicada, si cabe, cuando están tan bien llevados como los de Vicenta Irurita. Sin perder la sonrisa, incansable y simpática, esta txantreana que el próximo abril soplará 104 velas tan pronto entona una jota como suelta una adivinanza de rima curiosa. Y recuerda con cariño tiempos pasados, con la ayuda de su hija Begoña, que no puede más que sentirse orgullosa y agradecida por una madre que, dice, "es un encanto: no deja de sorprenderme, y es que no hay cosa igual".

Conocida por todos en el barrio, Irurita es habitual del Ona -este año, por Navidad, incluso le ha tocado el jamón- y del Sorgiñe, donde acostumbra a cantar jotas con el Maño y el Perico. "Me esperan siempre para echar unos cánticos, me incitan ellos", bromea Vicenta, que deja huella allá donde va. Nacida en Muru-Astráin, se crió en el pueblo antiguo de Cizur, vivió en La Milagrosa (en el barrio del Mochuelo) y llegó a la Txantrea en los años 50, "cuando no había ni casas... Conmigo vinieron todos los vecinos", ríe.

Trabajó en Argal, en el Casino Eslava y en una casa de maestras "en el Paseo Valencia". Consiguió un premio en el Precio Justo, "en el programa de la tele, los primeros mil euros", relata. Tenía 80 años, allá por 1999, y conserva todavía una pluma italiana que se llevó también de aquél plató después de adivinar su valor. "Le acababan de operar de juanetes y no sabía si el médico le iba a dejar ir. Pues fue, y hasta echó algún baile", rememora su hija.

Cumplido ya el siglo se podría decir que le queda poco por conseguir, pero resulta que es, además, una mujer viral: sus vídeos entonando joticas en Sanfermines suman más de 10.000 visitas en YouTube? Y es que no necesita excusas para ponerse a cantar. "Fue famosa en Facebook, ¿no has visto?", pregunta la hija, risueña. Ya se iban de la calle Mayor porque no habían visto cantar jotas, y nada más encontrar a un grupete, Vicenta se arrancó a ello. "En Sanfermin txikito hizo lo mismo en Navarrería, pero con los miembros del grupo de jotas de Irabia y subida a un escenario. Luego no veas que aplausos", subraya Begoña.

Los viajes de Oroz En su pequeño rincón, su "territorio", Vicenta se siente cómoda. Rodeada de fotos de antaño -"regalos de mi yerno", dice-, asume que las cosas han cambiado mucho y pone la vista en la televisión. "Se ve cada cosa... Antes vivíamos de otra manera", resume, mientras cuenta que es conocida en el barrio, también, por "los viajes de Oroz". De los Autocares Oroz, que ella se encargó de organizar durante más de 20 años, y con los que recorrió "medio mundo. Se llenaban, venían familias, matrimonios, toda la gente del barrio. fueron años muy bonitos". Puede que de esa época, reconoce, se sepa los versos que ella canta a su manera, eso sí, sin que le falle la memoria.

Estuvo siete años sin salir de casa "porque no quería que nadie la viera en silla de ruedas" y después, ya con cien años, "le bajaron aúpas para celebrar las fiestas de la Txan. Ahora le sacan todos los años y ella, como no salga, se enfada. Porque su paseo no se lo quita nadie. Sólo el mal tiempo", explica su hija. Hace dos meses recibió un reconocimiento por parte de la Asociación de Comerciantes y Hosteleros de la Txantrea, que le nombró Clienta Mayor del barrio a modo de homenaje.

La separan de la calle 36 escaleras que se van haciendo cada vez un poco más difíciles, pero asegura Begoña que "se queja poco, ahora es cuando más está disfrutando. Es una mujer trabajadora y luchadora". En septiembre se casa su nieta y están preparando una canción, se la están aprendiendo juntas. "Voy a ir al Irabia a preguntar a ver si puede recibir alguna clase de jotas, le gustan tanto...".