Iruña suspiró ayer ante la cancelación de las fiestas más esperadas del año. Aunque los rumores de la suspensión de los Sanfermines ya se escuchaban desde el comienzo de la pandemia, no fue hasta ayer cuando los vecinos de la capital navarra recibieron, entre tristeza y rabia, la confirmación de la noticia. Los pamploneses entienden que con la actual crisis sanitaria lo más coherente y razonable es que las fiestas no se celebren, aunque todos coinciden en que esos nueve días serán "raros, difíciles y diferentes".

Los sanfermineros más veteranos sí que han vivido la anulación o aplazamiento de las fiestas, pero los más jóvenes no se imaginan un 6 de julio sin Chupinazo, almuercico o sin vestirse de blanco y rojo. Los más positivos creen que así cogerán las fiestas del año que viene con más ganas e ilusión, mientras que otros confiesan que, aunque no se celebren, se pondrán el pañuelico y sustituirán las grandes multitudes por reuniones más íntimas con los más cercanos o, en el peor de los casos, se montarán sus propios Sanfermines en el balcón.

La idea de cambiar la fecha convence a algunos, que recuerdan los Sanfermines del 78 como los mejores de su vida, aunque otros muchos defienden que San Fermín no sería lo mismo si no es entre el 6 y el 14 de julio. En septiembre o en 2021, lo que todos los pamploneses tienen claro es que las calles de Iruña volverán a palpitar más fuerte que nunca.