ola personas, ¿cómo va el verano?, yo lo he estrenado con un paseo cortito para compensar la caminata de la semana pasada, todo él se ha desarrollado en dos manzanas del casco viejo.

Veamos. Resulta que mi amiga Conchi Salinas, la vinatera de Ansoain, que es perejil de todas las salsas, vino el otro día a verme a La Fogoneta y me contó que se había hecho de los Auroros y que si me apetecía conocer la sede, asistir a un ensayo y conocer un poco más de tan castiza organización. Servidor que se apunta a un bombardeo dijo que sí antes de que la buena de Conchi acabase de formular la invitación. Ella hizo sus gestiones y me llamó el jueves para citarme hoy viernes a las 6 de la tarde en la sede que este grupo musico-lúdico-religioso tiene en la pamplonesisima calle de Descalzos. He llegado a la hora acordada y he entrado en ese espacio misterioso que se esconde tras una tapia y una campana bajo la que se lee: Hogar del Auroro. Al entrar me ha parecido hacerlo en un patio medieval de alguna obra de Lope de Vega, con su piedra, su ladrillo caravista, su balcón con una barandilla de balaustre torneado, sus puertas de cuarterones, un rosetón gótico y un montón de plantas que, cantarina, regaba la cantinera que habría la obra al subir el telón. He atravesado el pequeño y coqueto patio para entrar en un local con las trazas de un bar en el que varios auroros, se gastaban bromas, hablaban y reían. He saludado y me he dirigido a uno de ellos presentándome y explicando el motivo de mi visita. Casualmente he acertado y a quien me he dirigido era Julio, el chérif, según lo han definido los demás. Me estaba esperando y se ha mostrado amable en todo momento. No disponíamos de mucho tiempo antes de empezar el ensayo así que hemos ido al grano y ha procedido a enseñarme el local empezando por la joya de la corona: el sótano medieval abovedado. Hemos bajado un piso y hemos entrado en una nave con una bóveda de cañón de cortas dimensiones pero de una robustez abrumadora, un montón de piedras de sillería de pequeño tamaño se apretaban unas contra otras para entre todas cumplir su función. Supongo que esta construcción pertenece a alguna de esas casas que ocupaban estas calles y que los Descalzos compraron y tiraron en el siglo XVII para construir su mundo conventual. Aunque el convento no llegue hasta aquí , las casas de ese tramo se vieron afectadas cuando la reorganización del barrio por parte del Carmelo hizo desaparecer calles como Arrias Oranza, Zacuninda, o rúa de los Sacos, o Burullerías, la primera de ellas era exactamente este tramo que une la iglesia de Descalzos con la calle de Santo Andía y databa del siglo XIII, siglo en el que se crea un barrio para que vivan en él los siervos y trabajadores de los francos, señores del burgo de San Cernin. Bajo esa bóveda, según me cuenta Julio, es el lugar habitual de ensayos, pero las normas anti bicho les prohíbe reunirse en ese espacio en el que no pueden mantener las distancias aconsejadas por lo que ensayan en un local que los Descalzos les prestan en su vecino convento. Hemos continuado la visita guiada a la que se han unido cuatro auroros más para, entre todos, explicarme un poco la historia del grupo. Los auroros nacen de la pía costumbre de rezar el rosario al amanecer, con la aurora, de ahí su nombre y las piezas que entonan son homónimas, o sea que también se llaman Auroras y la mayoría de ellas hacen referencia a que se abandone la cama y la pereza para acudir a rezar el Santo Rosario: "Mueve, mueve, cristiano, ese cuerpo dejando la cama y camina a rezar..." o esta otra:"...con presteza la cama dejad y acudid a rezar el Rosario...". Pamplona fue tardía con respecto a Tafalla o Estella y si bien se tiene constancia de actuaciones de auroros en el siglo XIX de la mano de D. Cipriano Olaso, no es hasta mediados del siglo XX cuando se funda la Pía Unión de Auroros de Santa María que cada domingo de octubre recorre las calles del casco viejo con su farol, su estandarte, su campana y sus cánticos. Hemos seguido viendo la sede, ellos me la enseñaban con orgullo, no en vano es la primera que tienen propia. Habiendo vivido siempre de prestado, hace 35 años se hicieron con esta vieja fábrica y tras mucho trabajo, en el que todos ellos en mayor o menor medida arrimaron el hombro con ilusión, consiguieron adecentar su nuevo, propio y definitivo emplazamiento. Es edificio de tres plantas en las que se dan la mano la música y la gastronomía ya que en sus instalaciones hay una cocina perfectamente equipada y un bar con sus mesas preparadas para trajinarse cualquier pitanza que algún auroro prepare. La parte de atrás cuenta con un patio que rodean las traseras de las casas de Descalzos y Jarauta. Las tripas de la vieja Iruña.

Una vez visto el local y tras escuchar las explicaciones y anécdotas que, amables, me han contado, nos hemos dirigido al convento al que hemos accedido por el portón que da a la calle Santo Andía. Esto me ha gustado, y mucho, porque nunca había estado ahí, siempre me había preguntado que podía esconder esa tapia y hoy lo he sabido, es un sobrio pero bonito rincón ajardinado al que dan las ventanas de lo que supongo que son las celdas de los carmelitas. Una de las esquinas la ocupa la trasera de la ermita de la Virgen de la O, mientras fisgaba por entre unos arbustos he visto que estaba abierta y que había culto, he salido a la calle para acercarme a ella y efectivamente la ermita estaba abierta, en su interior había media docena de fieles que escuchaban una misa que estaba celebrando nada menos que el Arzobispo. No sé a qué obedecía la celebración pero no he desaprovechado la ocasión para hacer unas fotos de la bonita imagen de la virgen en cinta, con luz, velas y ornato. He vuelto al convento y he escuchado un poco del ensayo donde el director reconvenía a sus dirigidos en blancas, negras, bemoles y sostenidos. Discretamente les he dejado con su labor cerrando la puerta por fuera. He salido a la plaza de la O y he tomado el Paseo de Ronda atraído, cual Ulises, por las sirenas y los pirurí,pirurí de las recién instaladas barracas, cuando he llegado la altura del funicular de Descalzos se veían solo dos artilugios, los dos que logran asomar sus cabezas por los enormes plátanos que guardan el Arga, pero se oían muchos por abajo y sus músicas y el griterío de sus usuarias traían a la mente tiempos felices en blanco y rojo que pronto volverán.

No os quepa duda.

Besos pa' tos.