ola personas, ¿qué tal el cambio de estación? ¿preparados? Esta semana vamos a recorrer lejanas tierras en un paseo que contra costumbre no duró unas horas, sino que duró unos días. El día 13 la Pastorcilla y un servidor cogimos carretera y manta y nos plantamos en tierras asturianas. No conocía el verde principado y he venido boquiabierto, de hecho llevo en Pamplona cuatro días y ahora empiezo a cerrar la boca.

Tomamos como campamento base un lugar que es difícil de superar en sencillez y belleza: Tazones. Diminuto pueblo de pescadores conservado en toda su pureza. Sin duda está más limpio, más coqueto, con sus casas encaladas y coloreadas de luz, en el suelo el asfalto ha sustituido a barro y piedras, los bajos de las casas se han llenado de restaurantes que pugnan por darte el mejor plato que pueda salir de ese bravo mar que les da la vida, pero sigue siendo un diminuto núcleo de población que solo tiene una calle central con un barrio a cada lado, San Roque a la izquierda y San Miguel a la derecha. Sin embargo, el azar quiso que este pequeño pueblo ocupase un puesto importante en la historia de España y a él llegó el 19 de septiembre de 1517 la nave que traía al futuro rey Carlos I a ceñirse la corona que le esperaba

Durante toda la semana fuimos haciendo excursiones desde nuestro bonito pueblo y vimos que el resto de esa maravillosa tierra no le iba a la zaga. Hicimos acopio de unos cuantos folletos de esos que editan las consejerías de turismo y apenas los estudiábamos, elegíamos destino a ojo porque fueses donde fueses era un acierto.

El martes fuimos a La Isla y de ahí tomamos una ruta que por los acantilados llevaba a Lastres, no llegamos porque al final había que subir un monte que nos pareció para menores de 35, pero daba lo mismo llegamos otro lugar que nos dio belleza y comida hasta hartar. Por la tarde ya de vuelta nos metimos por una carretera en la que solo cabía un coche para llegar a un pueblo de interior y ver la Asturias apartada de las rutas turísticas, por ella llegamos a Llue, un pueblín, como dicen ellos, lleno de hórreos y casas labriegas rodeado de verde y de paz.

Acabamos el día visitando Villaviciosa que nos sorprendió con todos sus palacios llenos de historia y nos enmudeció con su maravillosa iglesia románica de Santa María de la Oliva.

El miércoles, amaneció muy asturiano: llovía a mares, así que decidimos dedicarlo a conocer Oviedo. Llegamos y lo primero que hicimos fue ir a ver Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, tras recorrer calles y avenidas el localizador dijo: "ha llegado a su destino", pero no hacía falta el aviso, la presencia incontestable de las dos joyas prerrománicas lo dejaban patente. Se me erizaban todos los pelos del cuerpo al ver en vivo algo que desde niño llevo viendo en libros y fotos. Qué maravilla, Santa María es algo indescriptible, pensar que en el siglo IX hubo alguien capaz de construir semejante pabellón para la caza y sus francachelas es mucho pensar y ese fue Ramiro I, quien unos metros más arriba mandó levantar la iglesia de San Miguel de Lillo, otra joya para quitarse todos los sombreros del mundo.

Tras el viaje en el tiempo bajamos a la galdosiana Vetusta, Oviedo en los mapas, la paseamos y no vimos todo lo que hay que ver, en un día no se puede, pero vimos su Catedral con su Cámara Santa y San Tirso y San Isidoro y el mercado y nos hicimos fotos con La Regenta, con Mafalda, con Woody Alen, nos comimos unos chipirones a la plancha y unos escalopines con cabrales, paseamos por Uría, por Fruela, por Argüelles y por la plaza de la Escandalera y vimos que Oviedo vale la pena.

El jueves amaneció con alegría ya que Lorenzo se había sumado a nuestras vacaciones y su luz y calor nos garantizaba un buen día. No fuimos muy lejos, a muy pocos kilómetros de Tazones se encuentra Oles y allí que nos fuimos dispuestos a recorrer una ruta que llaman del azabache y que, entre faros, pastos, huellas de dinosaurios y acantilados nos llevó a la iglesia románica de San Félix de Oles, sencilla, sola y reina de un entorno privilegiado. La ruta era circular y nos devolvió al punto de partida a una hora ideal para sentarnos a la mesa a sufrir con los productos que por allí menudean.

La tarde la reservamos para ver algo de románico. Entre lo mucho que se ofrecía elegimos lo mejor: el conjunto monumental de Valdediós, compuesto por dos enclaves que nos dejaron sin palabras, la iglesia prerrománica de San Salvador y la románica de transición de Santa María. La primera, casualmente, el día que la visitamos cumplía 1129 años ya que, según nos dijo el guía, se consagró con la presencia de 7 obispos el día 16 de septiembre de 892. El monumento tiene toda la sencillez y toda la magia del prerrománico. El guía que nos tocó en suerte tenía un montón de conocimiento, pero aún tenía más sentido del humor y nos hizo una visita inolvidable. La de Santa María data del siglo XIII y fue levantada, en tan solo ocho años, sobre el lecho de un río subterráneo por lo que la inestabilidad del terreno ha provocado una serie de inclinaciones y fracturas en su estructura que hicieran pensar que en cualquier momento se va a venir abajo, pero así lleva siglos aguantando como una jabata. Acabada la visita, tomamos una caña en una venta que encontramos al otro lado de la carretera y pasamos un "ratín" charlando con tres "paisanus" que en su deje asturiano más que hablar parecía que cantaban y "contaronnos" historias y cuentos de aquella zona "que ye muy guapina".

El viernes amaneció a capricho, el sol y el calor reinante nos llevaron a la playa de San Martín, cerca de Celorio. Se ha de dejar el coche en el pueblo y tomar un camino que rodeado de verde te lleva sin remisión a la orilla del mar, llegamos y al estar la marea alta no se veía claro por donde teníamos que tomar para instalarnos. Sentados en la hierba, disfrutando de la mañana y la brisa, había un matrimonio de jubilados al que nos acercamos a preguntar, a mi pregunta de como llegar a la playa me contestó: siga recto y enseguida verá un caminico a la izquierda que le lleva sin pérdida. Con ese acento, le dije, Vd. no puede ser más que de Pamplona, y él, que también había notado el mío, me dice, no viviré a más de cuatro manzanas de Vd. Resultó que vivían en la Vuelta del Castillo y llevaban 24 años veraneando en Celorio, enamorados de él desde el minuto cero en que lo conocieron.

Llegamos a la playa y disfrutamos del sol, del calor, de la arena y del mar.

Se hizo la hora de comer y volvimos a Tazones donde teníamos una reserva en La Tortuga para hacer un sacrificio y meternos al coleto un arroz con bogavante que al acabarlo le dedicamos un minuto de silencio.

Y llegó el sábado, último día de nuestra estancia asturiana, decidimos pasar el día en Gijón y para allí que nos fuimos y lo paseamos, lo disfrutamos, nos comimos un delicioso cachopo, recorrimos su enorme paseo marítimo, callejeamos por lo viejo, saludamos a D. Pelayo, compramos algún recuerdo y con el atardecer volvimos a nuestro campo base para ir preparando las maletas y haciéndonos a la idea de que la mañana del domingo estaba a la vuelta de la esquina y con ella nuestro regreso.

Si tenéis unos días libres y no sabéis donde ir, no lo dudéis Asturias es una gran opción a cuatro horas de casa.

Besos pa tos.

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