Se sienten “ninguneados” y “despreciados”. Son vecinos y comerciantes de la Rochapea que desde el 8 de marzo padecen las obras de renovación de redes de abastecimiento y saneamiento que la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona está ejecutando en nueve calles del barrio. Los trabajos, según las previsiones de la MCP, debían finalizar en septiembre, pero a mediados de octubre la mayoría de calles siguen levantadas y sin asfaltar, los operarios no han dejado de trabajar y los escombros continúan apilados en la vía pública rodeados de vallas. Las obras de nunca acabar.

En un escrito remitido a la MCP y al Ayuntamiento de Pamplona el 6 de octubre, los comerciantes y vecinos dejan claro que las obras son “necesarias ya que entendemos perfectamente que las canalizaciones se han quedado obsoletas”. Sin embargo, critican la “constante” falta de información “a pesar de las reiteradas quejas”. “Ya sabemos que vivimos en un rinconcito de la Rochapea, pero tenemos los mismos derechos que el resto de ciudadanos de Pamplona. ¿Tan complicado es realizar una reunión informativa o un buzoneo con detalles de la obra?”, se preguntan en el documento. “Aquí no hay nada que nos explique qué se está haciendo. Deberían haber colocado un cartel en el que aparecieran las fechas de inicio y fin de la obra y en qué van a consistir. Es lo mínimo que se debe exigir”, asegura Martín Mateo González, vecino de la Rochapea de 83 años “que he trabajado toda mi vida en este tipo de obras”.

Dos personas mayores cruzan por un paso provisional que se ha colocado en una acera. JAVIER BERGASA

En segundo lugar, afean la “desorganización” que ha predominado desde el principio. “Son unas obras que carecen de planificación, o al menos no se entiende cómo pueden hacerse de una forma tan anárquica y desordenada”, señalan. “Han abierto las zanjas, las han cerrado, las han vuelto a abrir, las han ensanchado, las han vuelto a tapiar... Después, de pronto, viene la excavadora y el mismo hormigón que habían echado los operarios lo vuelven a taladrar y a tapar. No sabemos qué hacen y la calle sigue sin poder utilizarse”, lamenta Carlos Lizarraga, encargado del bar El Rincón.

En la misma línea, los vecinos aseguran que las calles que en principio ya están asfaltadas a los días se vuelven a levantar. José Ignacio Valencia, residente de la zona, indica que la Travesía del Río Arga estaba terminada a principios de agosto y que el 13 de octubre volvieron a picar una parte. Además, denuncia que el cruce de las calles Sarriés y Joaquín Beunza, ya asfaltado y pintado, “se ha dejado con una hondonada. Cuando llueva se formará una balsa de agua como una piscina porque hay desnivel”.

Esta desorganización también la han sufrido en forma de cortes de agua y luz “la mayoría, sin previo aviso”. “No avisan cuando van a quitar el agua, no avisan cuando van a vallar. No avisan nada. Ellos amanecen y hacen lo que les da la gana”, se queja Rogelio Guarca, dueño de la carpintería RG. “Hemos tenido siete, ocho o nueve cortes de agua sin anunciar porque la excavadora pinchaba la tubería y era un caos total”, se queja Carlos.

Señales tiradas y material de obra depositado en medio de la calle Jaurrieta. JAVIER BERGASA

Como consecuencia, muchos comercios no han podido atender a sus clientes: “Tengo una clienta de 94 años que sale de casa 45 minutos antes con su taca-taca para llegar hasta aquí. Un día, diez minutos antes de que llegara, me cortaron el agua sin avisar. Le pregunté a un operario cuánto tiempo iba a ser y me dijo ‘hombre, es lo que hay’. Le contesté que se lo dijera a ella a la cara, que se tenía que volver a casa porque no le podía atender”, relata Jorge Pereira, que regenta el centro de estética y formación Bodhidharma.

“NUBE DE POLVO” Durante estos siete meses, el polvo ha acompañado a los vecinos y comerciantes. “Nos han metido en una nube de polvo constante y no han hecho nada para evitarlo. Además, no se molestan en avisar que van a utilizar la radial delante del bar y van a montar una polvareda del copetín”, se queja. Como consecuencia, Carlos se pega “todo el día” limpiando y la clientela se ha reducido: “Vienes de casa recién duchado y te arriegas a salir como si hubieras estado el día 14 en los toros en el tendido sol”.

Una señora con el carro de la compra en una calle parcheada y a distinto nivel. JAVIER BERGASA

Además del polvo, los vecinos llevan siete meses con asfalto levantado, tuberías antiguas y material de obra depositado en la vía pública. “Esta es la famosa calle del escombro”, bromea José Ignacui en referencia a la calle Ezcaroz, que en julio cobijó una escombrera de varios metros de altura. En la actualidad, quedan algunos restos de asfalto, pero sin alcanzar esas dimensiones. Sin embargo, se ha formado otra escombrera en la calle Sarriés. “Que lo guarden en un almacén, para que no se quede en medio de la calle”, aboga Martín.

Con esta obra, los vecinos y comerciantes no han podido aparcar cerca de sus casas, pero denuncian que el Ayuntamiento les sigue cobrando la zona azul “sin ningún reparo”. “No tenemos dónde aparcar cuando por la camioneta de la empresa hemos pagado 250 euros. ¿Nos devolverán ese dinero algún día? ¿Alguién se hará cargo?”, se pregunta Rogelio.