La Residencia Virgen del Carmen de Sesma, desde el Patronato de la Fundación María Álvarez de Eulate, celebran el 40 aniversario del centro nacido en 1983 para cuidar a las personas mayores del entorno.

Durante el acto, apoyado por El Corillo de Sesma, así como del Patronato de la Fundación, del Ayuntamiento de Sesma, de Lares Navarra -la asociación de centros de mayores sin ánimo de lucro de Navarra- y de iniciativas para la 3ª edad; se ha reconocido la humanidad de estos 40 años de las personas mayores residentes y el trabajo de todo el equipo que lo ha hecho y lo hace posible. El número 40 representa cambio, transición, renovación y un nuevo comienzo, algo que las trabajadoras resaltaron en sus emocionados discursos. No en vano, la residencia está inmersa en un proceso de mejora continua hacia la humanización de los cuidados.

Ramón Mangado, en nombre de todas las personas que viven en la casa, dio la bienvenida y destacó el buen cuidado que recibe día a día con respeto y cariño, “y la buena comida”, resaltaba entre sonrisas.

“Me siento cuidada”, recalcaba otra de las mujeres que viven en la casa, ¿qué hay más humano que cuidar y sentirse cuidada? Algo que solo es posible con las profesionales que hacen que la vida en la residencia funcione.

Intervención de Ramón Mangado Cedida

DAR VOZ A LA VOCACIÓN

Emocionadas y agradecidas tomaron la palabra Isabel Sotil, Estitxu Odria y Beatriz Gazapo, trabajadoras de la casa que hablaron en nombre de todo el equipo. Personas que trabajan en todo tipo de profesiones que son indispensables para acompañar a las residentes: limpieza, cocina, gerontología, fisioterapia, administración, terapia, trabajo social, enfermería… y que además ofrecen todas sus capacidades personales para acompañar a las personas de la casa. “Gracias a todas las personas residentes por confiar en nosotras… a pesar de que no siempre ha sido un camino fácil”. Un momento en el que la sala se llenó de aplausos de admiración hacia el trabajo desempeñado: “los residentes sois el alma y la fuerza impulsora de este espacio único”, afirmaba Sotil.

La trabajadora Isabel Sotil Cedida

HISTORIA DE UN AUZOLAN

María Álvarez de Eulate dejó al párroco una herencia para entregar a los vecinas de Sesma y se pensó en invertirlo en algo para las personas que más lo necesitaran de la localidad: una residencia para personas mayores. El esfuerzo y generosidad de los semeros y sesmeras a través de donaciones, contribuciones y trabajo en auzolan hicieron posible que, junto a la Fundación, la residencia se pusiera en pie.

Una historia repleta de valores que también están sembrados en la imagen de la residencia: un árbol que simboliza la longevidad y las raíces de Sesma. Un olivo que también está presente en el jardín y en el cuadro de Bea Pintor, artista sesmera, que decora la entrada.

“Nuestro fruto es la satisfacción de las personas que cuidamos: la excelencia en su cuidado”, expresaba Yamila Castro, terapeuta ocupacional de la Residencia. Además, ofrecía otro nuevo olivo con el que “honramos a todas las personas que han hecho y hacen posible la vida en esta casa: todas las personas residentes y trabajadoras. Gracias por vuestra pasado, presente y el futuro que construiremos juntos”. Este nuevo olivo será plantado en el jardín “creciendo conforme lo vayamos cuidando, igual que cuidar personas requiere siempre de una mejora continua”, junto a una placa que Isabel y Ramón colocaron en nombre de todas las personas residentes y trabajadoras.

Imagen del olivo Cedida

FUNDADORES Y PRIMERA JUNTA

El Patronato de la Fundación María Álvarez de Eulate reconoció el trabajo de los fundadores de la residencia de la mano de Ángel Lacarra, presidente y párroco de Sesma. Así, se recordó el trabajo de Jesús Pérez, alcalde en aquellos años que recordaba emocionado cómo llegaron al Ministerio para hacer posible el proyecto. También a Esteban Morrás, secretario en esos momentos y cuyo reconocimiento recogió en su nombre Iñigo Etayo, miembro del Patronato actual. El párroco de 1983, D. Andrés López, también fue honrado como fundador y “lo recibirá agradecido como a él le hubiera gustado”, expresaba emocionada su sobrina al recordarle. Tomás Goicoa, el sacristán, también fue mencionado y aprovechó la ocasión para narrar algunos de los chascarrillos de la época.

Para las personas de la casa también era importante reconocer el esfuerzo de la primera Junta que trabajó para que echara a andar la residencia. En este caso fue Carmen Ajuria, que hoy vive en ella, quien agradecía el reconocimiento también en nombre de Blasi García y Faustino Romero.

MÚSICA Y CELEBRACIÓN

El acto finalizó con la música de El Corillo de Sesma, visitantes habituales de la residencia, que comenzó con Unidos en la fiesta, pasó por variadas auroras conocidas en toda Sesma y llegó a a un Glorioso San Fermín que acompañó a todas las personas residentes y trabajadoras mientras se colocaban el pañuelico recuerdo del día.

Antes de un aperitivo para todas las personas asistentes, El Corillo cantó sus últimas piezas y una animada Visi Lumbreras, residente, improvisó A una madre hay que querer.