Un año más, y ya son 44, la artesanía volvió a ser protagonista por mayo en Leitza. Si bien la feria suele ser en la plaza, dados los pronósticos meteorológicos, se trasladó al espacio cubierto de la escuela y al frontón. Al final no llovió pero el emplazamiento gustó, tanto a los artesanos como a organizadores, Alke Kultur Taldea, sobre todo porque se facilitaba el acceso con vehículos a la hora de montar y desmontar los puestos, según señalaron.

El grupo de Okile salió ayer del taller para vender los productos que realizan.

Ayer eran una treintena de puestos, con una oferta variada de productos y materiales como madera, cuero, lana o esmaltes además de alimentos. “Este año ha habido unas cien solicitudes para venir”, observó Julian Zabaleta, de Alke, quien explicó que a la hora de la selección, se valora especialmente que trabajen en oficios o técnicas desaparecidas y que muestren su buen hacer además de variedad. También que sean artesanos y artesanas de la zona. Era el caso de Santos Berasain y su hija Edurne Erasun, de Saldias, con unos originales maceteros con forma de muñecos, abanicos o piedras pintadas, entre otros artículos, que ayer se estrenaron en esta feria.

La feria de artesanía fue ayer a cubierto.

El puesto que es fijo en esta cita es el de Okile, el taller ocupacional de Leitza, con sus vistosos eguzkilores y relojes, realizados en ambos casos con materiales reciclados. “Para el papel utilizamos los envoltorios de las bobinas de Sarrió y los relojes con la madera de las cajas de gambas que nos da el pescadero”, apuntó Pablo Feo, responsable de este centro al que acuden diez personas con necesidades especiales diversas. Ayer hicieron de comerciantes, y estaban encantados.

LIÑU-PUTZU

En el marco de la feria, Liñu-putzu, el grupo de encajeras de Leitza, celebró su 25 aniversario con un encuentro de más de un centenar de mujeres procedentes de diferentes puntos de Navarra, Gipuzkoa, Bizkaia y La Rioja. Y es que se cumple un cuarto de siglo desde que un grupo de leitzarras comenzaron a aprender encaje de bolillos, una técnica que a simple vista parece complicada pero que según contaban, no lo es tanto, eso sí, con paciencia. Lo cierto es que aquellas alumnas son ahora auténticas maestras, tal y como se pudo ver en la exposición con algunos de sus trabajos. “Comenzamos unas 30 y seguimos siete. Nos juntamos una vez a la semana en un local que nos deja el Ayuntamiento”, apuntaron Txaro Gordovil y Arantxa Grajirena. Además, de bolillos, realizan otras técnicas, como bordado noruego, vainica o ganchillo, aprendiendo unas de otras al tiempo que hablan de todo, como señalaban. Además, es una manera de conocer otras gentes y lugares. “Hace unas semanas estuvimos en Miranda de Ebro. Nos juntamos más de 700 encajeras”, apuntaron.

La feria de artesanía forma parte de Kultur Aroa, programación cultural que arrancó el 16 de mayo y finalizará el 10 de junio con Sagardo Eguna.